Indecisa
y cambiante, ¿eres amor o muerte?
¡Ay, ven, Amparo-Ezbá, que te
estoy esperando!
Es la palpitación de origen quien
podría
acogerte, y besarte, y ofrecerte un refugio
caliente de
jazz-hot y trances convulsivos
como, cuando bailando, se pierde la
conciencia.
Ven tú, amorosa, ven como la noche crece,
deseo
sin objeto, tú que eres el no-objeto
y el placer imposible que en
el límite busca
infinitudes ciegas. ¡Ay, no-tú, Ezbá,
no-sí,
sí, ven, Ezbá, indecisa, transparente,
inasible,
temblorosa de luces, soñadora, engañosa,
tú,
tejido del iris, centelleo, sonrisa
hasta mi dulce llanto y a esos
gritos salvajes
que no son el amor, o sí son, o al no ser
te
llaman desde el centro del tornasol nocturno,
tiránica, traviesa,
fascinante, escapada,
y niña, y absorbente como un vórtice
suave,
y riendo, riendo, mortal como un pecado
que no existe
mas haces con tu burla que exista,
tan cruel, encantadora,
pasajera, incitante,
que líquida, impalpable, movimiento sin
móvil,
descubres, deshuesada, la santa realidad!
Entonces
flota el mundo casi feliz, dudoso,
y el recuerdo anochece
lentísimo en la brisa.
Y tú, nunca creída, y tú, siempre
sabida,
te ofreces para nada, te niegas para más,
como un
antiguo ensalmo y un susurro al oído,
cuando ya todo duerme, y tú
casi nos hablas,
o nos cantas, nos rezas, entonteces con
nanas.
¡Oh tú, dime quién eres! ¡Oh Ezba, dime si existes!
Gabriel
Celaya