"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

sábado, 31 de enero de 2015

A LO LEJOS...


Tu vida viuda enjoyará aquel día...
En la gracia silvestre de la aldea
Era una llaga tu perfil arcano;
Insólito, alarmante sugería
El esmalte de espléndida presea
Sobre un pecho serrano.

Por boca de la abierta ventana suspiraba
Toda la huerta en flor, era por puro
Toda la aldea el cuarto asoleado;
¿Recuerdas?... Sobre mí se proyectaba,
Más mortal que tu sombra sobre el muro,
Tu solemne tristeza de extraviado...


Tus manos alargadas de tenderse al Destino,
Todopalidecidas de amortajar quimeras,
Parecían tocarme de muy lejos...
Tus ojos eran un infinito camino
Y crecían las lunas nuevas de tus ojeras;
En solo un beso nos hicimos viejos...

—¡Oh beso!... flor de cuatro pétalos... dos de Ciencia
Y dos iluminados de inocencia…
El cáliz una sima embriagante y sombría...
Por un milagro de melancolía,
Mármol ó bronce me rompí en tu mano
Derramando mi espíritu, tal un pomo de esencia.

Tu vida viuda enjoyará aquel día...
Mi nostalgia ha pintado tu perfil Wagneriano
Sobre el velo tremendo de la ausencia.


Delmira Agustini

viernes, 30 de enero de 2015

AUNA LETRA




Cuando escribes, tu letra se parece a tu calma
al colgar la ternura de la mórbida erre
y al achicar los nombres hasta el mismo tamaño
de la voz de retoño con que pides, preguntas.


Es tu letra un riachuelo, peregrino de mares,
un manantial que brota sin pedirte permiso
de un oculto venero con verdades antiguas.


Son amigas del orden tus graves consonantes
y la vocal te nace con olor a violeta.


Se desparrama un mundo en tus eses finales
y todo se hace limpio cuando escribes un punto.


Déjame que acurruque mi dolor en tu letra
y que subido al cuenco de la uve graciosa
escudriñe el misterio de esas olas marinas
con que las emes caen rendidas en la arena.


¡Qué mimado misterio ocultan tus palabras,
esas flores azules de tu tinta secreta!


Pedro Miguel Lamet

jueves, 29 de enero de 2015

DAME TU MANO



Dormido te quedaste entre mis brazos
mientras yo te besaba. 


Debajo de mi cuerpo, tu cuerpo
y junto a tu boca, mi boca. 


Tú navegabas entre olas silenciosas,
sereno y suave te alejabas
tal vez para siempre... 


Con hambre aún de tus besos,
me acurruqué a tu lado
y te tomé una mano. 


Tu mano es cuanto tengo
en esta noche plena de nostalgia.
Brotó el amor, creció, se desparramó.
Acabó el amor y volvió la oscuridad. 


Dame tu mano, la noche es
demasiado negra para que no me pierda.
Dame tu mano: es cuanto me queda
de esta farsa.

Maria Dubon

miércoles, 28 de enero de 2015

¿TE ACUERDAS?



¿Te acuerdas cuando
las palabras sólo
eran pensamientos?

Recuerdo cuando el
hábito del pensar
era recto camino.
Cuando la reflexión
era fruto de los días.

¿Recuerdas cuando
el pensamiento solo
era una especie
de telepatía colectiva?

Sí, pues el Bien era
lo que tenía mayor
peso. Y el Ser se
desvivía por alcanzar
autentica sinceridad.

Hoy, no quisiera
acordarme de aquel día...
Cuando poco a poco
nacían las palabras.
Esas que no dicen nada;
esas que justifican infortunios,
jueguitos picarescos,
e intrínsecos motivos
y dobles sentidos.

¿Quién podrá rescatar el
ejercicio de la oración?

¿Quién podrá repensar y
crear legítimo lenguaje?

¿Quién... encontrar el
sexto sentido muy oculto
o quizás inexistente en
la mentes inertes?

¿Mas quién creerá que las
palabras designan realmente
todo lo que sentimos?

Todo depende, depende
de todos, de cada uno.

Recuerdo... cuando todo
súbitamente
volvió a empezar...

¿Recuerdas el nuevo sueño
del Hombre...?


Dario Aristides Molina

martes, 27 de enero de 2015

NEGRO SIN ZAPATOS



 Hay en tus pies descalzos: graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo. 


Yo no te vi dormido... Yo no te vi dormido...
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.

Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga. 


Ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.



Manuel Cabral

lunes, 26 de enero de 2015

SOMBRA SENTIMENTAL


 
¿Dónde están esos trenes que pasaron
llevando tanta vida en sus vagones,
tanta sangre veloz
de jóvenes nocturnos
que huyendo del suburbio
bajaban perfumados
los fines de semana a la ciudad
en busca de otro amor?
¿Qué silencio escogió
el ruido de sus cuerpos
que vestidos de fiesta
murieron un domingo
cuando de madrugada
volvían a su casa?
Mejor hubiera sido haber perdido el tren.

 Hilario Barrero

domingo, 25 de enero de 2015

RECONDITA ESPIRAL



Aérea faz de roca construida,
suspendida en la noche de la infancia.
Recuerdas idolátricos perfiles
de inarmónica danza.

¿Eres diáfana sombra o luz caída,
anticipada muerte rescatada,
perímetro de ausencia o invadida
forma de realidad acumulada?

Entre muros de angustia vacilante
y estatuas calcinadas
húndese el horizonte de mi frente
en colérica sal desparramada.
¿Cuál fragmento de espejo
se quedó con mi cara?
El sueño gira lenta, lentamente,
repitiendo sin voz una palabra:

Espiral, espiral,
flor infinita...
¡Cuántas estrellas desprendidas,
cuántas!

No interrogues al cardo,
no te asomes al río,
no llames al secreto.

¿Has oído cantar la tierra húmeda
bajo tu corazón?
¿Has visto la tormenta crecer y hacerse múltiple
en las alas del árbol?
¿Has palpado el amor en el recóndito
ruiseñor de los huesos?

Mira subir la lluvia por los tallos
y retornar el cielo.
Elévate en los pétalos azules,
en las trémulas manos de las hojas,
en la cifra total de los sentidos.
La ascensión te reclama las raíces,
la sombra, la garganta, los cabellos.
¡Líbrate, rompe todo, desángrate, agoniza!
pero no te ciña el pensamiento.

Los corales del tacto, los corales.
Los caminos del viento...

Una sola palabra de tus ojos
despertará la muerte que perdió tu mirada,
la muerte que circunda tu contorno de niebla,
la que habita detrás de cada párpado
en las cuencas de todas las preguntas
que anidaron las fieras subterráneas.

Crece, silencio. Crece con los barcos,
con el fuego y el mar y la distancia;
trasciende los lamentos impotentes
de las últimas playas.
Crece el cielo más alto
del amor sin sonrisa,
sin rostro, sin espejo,
sin arena, sin agua...


Aurora Reyes

sábado, 24 de enero de 2015

COMPRENDI...QUE YA NO TE PODRE OLVIDAR...




Después de veinte años...
Anoche...
—Mientras dormía—
Me visitaste....

Sentí el regocijo de tu presencia...
La armonía y la paz que vos me das...

Y recordé...
Que no te he podido olvidar...

Y sentí...
¡Que al fin!...
Había regresado...
A mi puerto y a mi mar...

¡Y me sentí completo!...
Otra vez...

Sentí tu aliento y oí tu voz...
Te tuve entre mis brazos...
Me sentí tierno en tu mirada...
Y me llené de ti...

Y desperté en tus brazos...
Y te busqué
Extendí los brazos para alcanzarte...
Y a través del tiempo te busqué...

Y comprendí lo solo que me quedado...
La enorme falta que llevo adentro...

¡Yo!...
Que creí ya haberte olvidado...
Comprendí...
...Que ya no te voy a olvidar...

¡Yo!...
Que tengo veinte años sin ver tu cara...
Sin sentir tu aliento
Y sin oír tu voz...

Comprendí
Que ya no te voy a poder olvidar...
Adiós, Amada
Mi Mar... Adiós.
—Donde estés—
Adiós...


Bellatrix

viernes, 23 de enero de 2015

EL MUNDO NUESTRO




El mundo nuestro
se fue acumulando
en la ceniza
Presencia del humo
Memoria del cuerpo

Los gritos de los borrachos
y el mal avenido trío
se espantaban con el cacareo
del traspatio
ambiente sórdido para olvidar
los arañazos de las palabras

Las fichas sobre la mesa
inermes ante mis ojos
al mirar los tuyos abotagarse
de tanto silencio

Cuántas veces recorrí los caminos
apretados de tierra
para sacarte dormido
con sueños de caballo en relincho

Luego llorabas viejo
porque se te ablandaba el tiempo
y el corazón no se te encogía

Y dejó de existir
la secuencia de las semanas
El mes era levantar un pie
detrás de otro
para ver la costa de mar revuelto
o echar la vista
en trampa de dado
hacia la sierra
y morderme el vientre
creyendo que en algún momento
el vendaval me arrancaría
de ese camino y de esas piedras

Cuando encontraba la limpidez de tus manos
la tarde se mecía
Si me confiaba
hallaba un tanto de luz proveniente del mezcal

No sabía quién era más cobarde
si yo
por no beberme la vida de un trago
o tú
que la bebías minuto a segundo

Tal vez lo que me ató
fue el rumor del tiempo
el oleaje antiguo de sal
el estruendo

No lo sé

Miro mis manos
y da lo mismo
en el fondo del vaso
está mi rostro

No necesitas ningún otro lugar.


Maria Bernardez

jueves, 22 de enero de 2015

BALADA DE LA LOCA ALEGRIA




Mi vaso lleno —el vino del Anáhuac—
mi esfuerzo vano —estéril mi pasión—
soy un perdido —soy un marihuano—
a beber —a danzar al son de mi canción...

Ciñe el tirso oloroso, tañe el jocundo címbalo.
Una bacante loca y un sátiro afrentoso
conjuntan en mi sangre su frenesí amoroso.
Atenas brilla, piensa y esculpe Praxiteles,
y la gracia encadena con rosas la pasión.
¡Ah de la vida parva, que no nos da sus mieles
sino con cierto ritmo y en cierta proporción!

Danzad al soplo de Dionisos que embriaga el corazón...
La Muerte viene, todo será polvo
bajo su imperio: ¡polvo de Pericles,
polvo de Codro, polvo de Cimón!

Mi vaso lleno —el vino del Anáhuac—
mi esfuerzo vano —estéril mi pasión—
soy un perdido —soy un marihuano—
a beber —a danzar al son de mi canción...

De Hispania fructuosa, de Galia deleitable,
de Numidia ardorosa, y de toda la rosa
de los vientos que beben las águilas romanas,
venid, puras doncellas y ávidas cortesanas.


Danzad en delitosos, lúbricos episodios,
con los esclavos nubios, con los marinos rodios.
Flaminio, de cabellos de amaranto,
busca para Heliogábalo en las termas
varones de placer... Alzad el canto,
reíd, danzad en báquica alegría,
y haced brotar la sangre que embriaga el corazón.


La Muerte viene, todo será polvo:
¡polvo de Augusto, polvo de Lucrecio,
polvo de Ovidio, polvo de Nerón!

Mi vaso lleno —el vino del Anáhuac—
mi esfuerzo vano —estéril mi pasión—
soy un perdido —soy un marihuano—
a beber —a danzar al son de mi canción...

Aldeanas del Cauca con olor de azucena;
montañesas de Antioquia, con dulzor de colmena;
infantinas de Lima, unciosas y augurales,
y princesas de México, que es como la alacena
familiar que resguarda los más dulces panales;
y mozuelos de Cuba, lánguidos, sensuales,
ardorosos, baldíos,
cual fantasmas que cruzan por unos sueños míos;
mozuelos de la grata Cuscatlán —¡oh ambrosía!—
y mozuelos de Honduras,
donde hay alondras ciegas por las selvas oscuras;
entrad en la danza, en el feliz torbellino:
reíd, jugad al son de mi canción:
la piña y la guanábana aroman el camino
y un vino de palmeras aduerme el corazón.

La Muerte viene, todo será polvo:
¡polvo de Hidalgo, polvo de Bolívar,
polvo en la urna, y rota ya la urna,
polvo en la ceguedad del aquilón!

Mi vaso lleno —el vino del Anáhuac—
mi esfuerzo vano —estéril mi pasión—
soy un perdido —soy un marihuano—
a beber —a danzar al son de mi canción...

La noche es bella en su embriaguez de mieles,
la tierra es grata en su cendal de brumas;
vivir es dulce, con dulzor de trinos;
canta el amor, espigan los donceles,
se puebla el mundo, se urden los destinos...
¡Que el jugo de las viñas me alivie el corazón!
A beber, a danzar en raudos torbellinos,
vano el esfuerzo, inútil la ilusión...


Porfirio Barba Jacob

miércoles, 21 de enero de 2015

ODA AL CALDILLO DE CONGRIO




 
En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.


Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.


Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.


Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.


Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.


Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.




Pablo Neruda

martes, 20 de enero de 2015

LA GACELA



Que la muerte a la mano esté
solícita y dispuesta
a guiar esta sombra que persigue el amor
negado y prometido sea promesa de la muerte.
Ay rememoración de un imposible origen,


más allá, lo que rompe el espejo del corazón
que alumbra el claro de la razón
y nos refleja en los ojos luminosos
del felino. No es posible saber si dormidos
estamos o soñamos el sueño de la vida
que ancla en la muerte sus pasajeros pétalos.


Bello sería que nuestro propio espectro
asistiera a la imposible boda del cuerpo
del cielo, con el agua y el sol que penetra
pantanos.


Mientras tanto rememorar
lo que se aleja más de la memoria,
lo que nunca a sido o estado presente,
la no presencia de ojos y bocas
donde duermen todos los presentes,
y se suspenden todas las vigilias,
la ingle donde el más cálido aliento se congela
y que la muerte guarda para sí.


Mientras reposo mis ojos
en el imaginario lecho de turba y de silicio,
sin esperar ya el sueño de asistir a mi muerte,
recuerdo el rubor de tus mejillas
pasmándose en mis cantos.



Oscar Portela

lunes, 19 de enero de 2015

MADRES INMORTALES




Se marchitan
Las rosas
En el jardín…

Se apaga
El sol
En el ocaso…

Se ahogan
Los ríos
En la mar…

Empero la madre:
Raíz de la vida…
Poema fascinador…
Canción de cuna…
Alfombra donde el amor
Pone sus pies
Sobre la tierra…
¡Ni se marchita
Ni se apaga
Ni se ahoga!

Su esencia dichosa
Se remoza
Se rejuvenece…
E inmortal
Y esplendorosa
Viva permanece…

Sin ella
Amor y compasión
Como fugaz centella
Se esfumaría
La creación.

El alma entera
A la madre adorable
Bendice y venera
Con emoción vibrante
Con llama abrazante
¡Que ni los remolinos
Ni los huracanes
Ni los tornados
Ni los vientos enojados
Podrán apagar!


Luis Rlias Tortola

ROMANCE DEL INFANTE VENGADOR



Helo, helo por do viene el infante vengador,
caballero a la jineta en un caballo corredor,
su manto revuelto al brazo, demudada la color,
y en la su mano derecha un venablo cortador;
con la punta del venablo sacarían un arador,
siete veces fue templado en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado porque cortase mejor,
el hierro fue hecho en Francia, y el asta en Aragón.

Perfilándoselo iba en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros, a don Quadros, el traidor.
Allá le fuera a hallar junto al emperador,
la vara tiene en la mano, que era justicia mayor.

Siete veces lo pensaba si lo tiraría o no
y al cabo de las ocho el venablo le arrojó;
por dar al dicho don Cuadros, dado ha al emperador,
pasado le ha manto y sayo, que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey, bien oiréis lo que habló:

—¿Por qué me tiraste, infante? ¿Por qué me tiras, traidor?
—Perdóneme tu alteza, que no tiraba a ti, no,
tiraba al traidor de Cuadros, ese falso engañador,
que siete hermanos tenía no ha dejado si a mí, no.

Por eso delante de ti, buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros y al infante no fían, no,
sino fuera una doncella, hija es del emperador,
que los tomó por la mano y en el campo los metió.
A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó.

Apeárase el infante, la cabeza le cortó
y tomárala en su lanza y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido el rey con su hija le casó. 

Romancero Español

domingo, 18 de enero de 2015

MARGARITA DEBAYLE



Margarita esta está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».

Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

* * *

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.





Ruben Dario

sábado, 17 de enero de 2015

PERDIDO


 
Cansado estoy, cansado
de absorber en mis pies esta mañana
el polvo de plazuelas y callejas
de esta ciudad extraña.
Siempre seremos mudos forasteros
allí donde la vida rutinaria
no repite incansable el sonsonete
que martillea sin cesar el alma.
Cansado estoy de baldosines rotos,
de calles levantadas,
de barreras, de tráfico, de gentes
que empujan y no miran a la cara.
Qué anónimo me siento, qué perdido,
caminando al azar esta mañana.
Los viejos monumentos,
altas torres, murallas
de abrazo interrumpido,
iglesias en que aún vuelan las campanas,
monasterios de estudio y de silencio,
ya no me incitan, junto a mí resbalan.
Y en un tono menor, la inevitable,
seductora llamada
de los multicolores anaqueles
de librerías, donde el libro estalla
en quieto, innumerable ofrecimiento;
del kiosko exhibiendo la avalancha
de rostros lúbricos multiraciales,
y el abanico de la prensa diaria;
Cafés alineando
hombres desocupados a la barra,
pontificando goles y estrategias,
sabiduría de las clases bajas.
Estas calles son río inagotable
de vidas, de intereses, de programas,
de pasiones ocultas, frustraciones,
de dolores, tristezas y esperanzas,
avanzando dinámicas al ritmo
de cada paso y de cada mirada.
Y aquí, perdido en este maremagnum,
voy caminando con la doble carga
pendiente de mis hombros
de incomunicación y de nostalgia.
Solo entre tantas soledades vivas,
en mar de gentes, yo, buque fantasma.


Francisco Alvarez Hidalgo

viernes, 16 de enero de 2015

AMOR; CH A MULLO AMATO-AMAR PERDONA


 
No con lechos viscosos ni con instrumentales de tortura,
no con esas aviesas escaleras que te devuelven siempre
al enemigo prometido,
ni con falsos paneles ni laberintos circulares,
y aun menos con la llama inextinguible que te devora
y te preserva indemne
-¡ah la intolerable prestidigitación del escarmiento!-,
sino con aquel día que se adhirió a la dicha como un
color, como una enredadera,
fabricaste tu infierno.
Es ese mismo día cortado a la medida de tu cielo,
ese que fue más breve que un temblor,
pero tan perdurable como un meteoro sobrenatural
de paso en este lado.
Era un lugar de encuentro entre viajeros perdidos en
la historia,
un salto de ascensión igual que una vorágine de luz
hacia las nubes,
la exacta coincidencia de dos vuelos en una sola sombra
sobre el agua.
Era como mirar el mismo panorama que miraría Dios.
¡Qué confluencia de soles sobre un instante único del
mundo!
Ahora es piedra y sed.
Ajeno, el día que te envolvió en su piel ya no te incluye.
Nada te reconoce en esta cárcel que tal vez fue cristal
y es hielo transparente,
y por más que te obstinas en amaestrar la noche tras-
cendiendo el olvido
no consigues asir ningún objeto ni aciertas con tu paso
en el tapiz.
Giras eternamente en torno de alguien que obstruye la
salida.
Es alguien cuyos ojos no sirven para ver sino tan sólo
para ser mirados,
un fantasma que viene de muy lejos sin ningún
reclamo, sin ninguna respuesta,
obligado a volver por el amor que no perdona:
el inasible huésped de algún cielo o quizás el cautivo
de un análogo infierno.

Olga Orozco

jueves, 15 de enero de 2015

LA ROSA DEL JARDINERO

 
Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal.
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.

A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:

—Rosa la más delicada
que por mi amor cultivada
nunca fue;
rosa, la más encendida,
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo
curiosa del ver el suelo
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó.

¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Que es traicionero
el amor?
¿Que no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
en la flor?
¿Bajo qué cielo caíste?
¿A quién tu tesoro diste
virginal?
¿En qué manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
infernal?
¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
te cuidó?
¿Quién por ti sólo suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
como yo?

¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?

¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
o al dolor?
¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo
soñador?
En la fuente limpia y clara
¿espejo que te copiara
no te di?
¿Los pájaros escondidos,
no cantaban en sus nidos
para ti?
¿Cuando era el aire de fuego,
no refresqué con mi riego
tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
protector?
¿Quién para sí te reclama?
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

Así un día y otro día,
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.


Hermanos Alvarez Quintero

miércoles, 14 de enero de 2015

ARBOL DE MI ALMA

 
Como un ave que cruza el aire claro
Siento hacia mí venir tu pensamiento
Y acá en mi corazón hacer su nido.


Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
Como los labios frescos de un mancebo
En su primer abrazo a una hermosura:


Cuchichean las hojas: tal parecen
Lenguaraces obreras y envidiosas,
A la doncella de la casa rica
En preparar el tálamo ocupadas:


Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
Todo lo triste cabe en él, y todo
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, y derruidas
Ramas lo limpio: bruño con cuidado


Cada hoja, y los tallos: de las flores
Los gusanos del pétalo comido
Separo: oreo el césped en contorno
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha
Apresto el corazón enajenado!



Jose Marti

martes, 13 de enero de 2015

ME VIENE, HAY DIAS, UNA GANA UBERRIMA...





Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.

Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.

Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mundo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, proyecto!
Me viene a pelo
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudar a matar al matador ?cosa terrible?
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

Cesar Vallejo

lunes, 12 de enero de 2015

BALADA PARA LOS ARBOLES AUSENTES


 
Por el camino de plata
- confudido entre penumbras -
vinieron ocho asesinos
con hachas recién fundidas.

Sobre el filo sin herrumbres
pasa el viento de la noche
y abraza luego el follaje
para decirle, en secreto,
que vienen ocho asesinos
con hachas recién fundidas.

¡Cómo tiritan las nubes!
¡Oh, Dios mío, cómo lloran
las estrellas y los pájaros!
¡Cómo lo noche inocente
quiebra su voz de silencios
y su música de plata!

Se desnudaron el torso;
miraron de abajo a arriba
y entre la fiesta del verde,
cada cual marcó su crimen.
Alto al cielo subieron
los hierros recién fundidos;
y al bajar volvían rugiendo
por las bocas de sus filos;
ni las nubes, ni los pájaros
pudieron dejarlos ciegos.

El follaje se estremece
como si fuera a morirse;
las estrellas tienen frío
de ver el hierro desnudo
y el agua del alba viene
para llorar con la luna.

Huyeron los asesinos
con sus hachas como espejos
los pájaros ya no tienen
donde colgar sus canciones.

El viento se va en sollozos
llevando sus hojas muertas,
mientras lo noche de plata
quiebra su voz de silencios
y su música de lunas.

Cuando fue otra vez el día,
la presencia de una ausencia
lloraba el sol su tristeza
de cicatriz desolada.



Herib Campos Cervera

domingo, 11 de enero de 2015

ADONAIS (A la muerte del hijo)



En torres de cristal campanas de oro
Repicaron el alba de tu muerte.
En estuarios de luz dio el sol su lloro.

No ya en violas de tristeza inerte;
Labró de lazulitas sus terlices
Y topacios la pena de perderte.

Gloria y dolor fundieron sus matices.
Tanta belleza y juventud perdidas
Desgarró entrañas cual sangrantes raíces.
Mas sobre un cielo de esperanzas huídas
Un júbilo sublime el aire henchía
Allende el sol, las tumbas y las vidas.

En duelo sacro y trágica alegría
Sus ruiseñores la noche que muere
Rezagó para gorjear al día.

¡Adonais! ¡Adonais!, que alegras
la sombra atea cual el gozo fuiste
¡Del día efímero que ya no integras!

De belleza inmortal era tu veste
Que arde un instante para ser eterna.
Corolas róscidas, frescor agreste,

Perlas del alba en tez de rosa tierna
Y un musitar de ninfas y de efebos
Hallo su tránsito en la senda interna!

Su cántara colmaba la esperanza
Cual de un vino letal, zumo de rosas
Que miel rosada endulza de añoranza;

Tal fue esa hora de cuitas tenebrosas
Henchida y vivo sol, para las almas
De amarte ufanas y en tu amor radiosas.

¿Por qué enturbiara el mar sus olas calmas,
Su reír de perlas escondida fuente?
Adonais soltó lirios y palmas.

Al aire como su último presente.
Aun el aura del júbilo se henchía
De haberle visto, hoy para siempre ausente!

Lámpara mágica la obscura vía
Doliente alumbra, si tras velo leve
De lágrimas ve el ojo todavía!

El cielo abejas y palomas llueve;
Como incensarios vivos mece el prado
Sus ramos trémulos de gualda y nieve.

Flores como ojos da la verde alfombra,
Hojas oyen tal vez, y alguien ausculta
Que otro sin faz Adonais le nombra!

Voces luchan de amor que amor propicia.
Llora un nardo: era un príncipe de fijo;
Fue un amante la rosa con delicia.

Paso algún dios efebo, el bosque dijo;
Y lejos un espectro moribundo:
¡Era un niño adorable y era mi hijo!

Adonais, Adonais, ya tienta
Dosel de estrellas tu cabeza libre.
Tal vez ya tocas el zenit que asienta.

Calmo, al verte lloraba el mar sin guía.
Desde que hay mar, el mar todo es lamento,
Y eran noche y mar lúgubre armonía.

¡Que residuos de estrella! ¡Que resabios
de amor! ¡Que halo de luz cercó las cosas!
Nadie aun culpo a la Parca y sus agravios.

Sus torres de cristal de la montaña
Blanden campanas de oro de la vida
Que tañen no al ayer sino al mañana.

Adonais, Adonais, convida
Ya un nuevo día al inmortal ensueño
De vivir sin adiós ni despedida.

La que fue pena, es gloria de perderte
Por siempre vivo en la belleza eterna
Y en juventud triunfal por siempre fuerte.

Mas tú en inmortalidad un sol canoro,
Forma inmortal, el habito incesante,
¡Milagro vivo, inmaterial tesoro!

La primavera es mas que primavera
Donde la dicha dura y nunca pasa,
Y es como un mar sin fondo y sin ribera.

Al alma fiel instantes son edades
Y en su breve pupila hay universos:
Solo fue negra pesadilla el Hades.

En torres de cristal campanas de oro
Con voz que dice: ¿Adonais no ha muerto?
Guarde la tierra este pregón de coro:

¡Ya solo el canto de la lira es cierto!




Franz Tamayo

sábado, 10 de enero de 2015

REQUIEM PARA LOS POETAS MUERTOS



¡Oh funeral! ¡Sin responso! Sin toque de bronce de campana
trizada.

Sin embargo naufragastéis como los viejos marineros o los imberbes
grumetes,
a millas de los Puertos, en alta mar y tempestad
¡solitarios!


Tomados a los más lejanos horizontes
y los dedos quemados de tabaco.
Los Otoños amarillos como antiguos anillos de nupcias
de Norte a Sur, de Este a Oeste,
son vuestros.


Os pertenecen
los Otoños en que mueren los perros vagabundos
y aullan los mastines lanudos y negros.


Los Otoños en que nacen los lazarillo de ciegos
y en las aldeas con una calle, los blancos circos
con un payaso y sin amazona.

La noche que cantastéis no fue cómplice.
La noche tan amada y sus distantes estrellas, no participó.
Adentro de la niebla se sucedió todo.


Adentro de la niebla que es la esquila del viento
en los fecundos ijares del tiempo.
Adentro de la niebla quedaron vuestras manos frías.
También vuestras venas tan azules
con vuestras azules prosapias.


Y los ojos, bebiéndose todo el vuelo de un mosco negro
que nadie sabe de dónde ni por qué vino ahora.
Yo ignoro por qué añejanse los vinos en las verdes botellas
y púdrense las maderas.
Adentro de la niebla encendieron un cirio, despertaron las moscas,
vedaron vuestros párpados, siempre mujeres pálidas,
que nunca os amaron. Lentamente, como ventana que
cierra una niña sobre un largo camino y se queda soñando
detrás de las flores pintadas en las cortinas.


La noche se quedó afuera mirando el llanto de los tejados
en las frías goteras.
La noche estuvo ausente como una bella muchacha que regresa
en el alba con los cabellos húmedos y su nombre olvidado.
La muerte entró sola por todos vuestros poros.
Como sorda llave amante en tibia cerradura.


La noche estuvo ausente. La muerte entró sola
y se quedó a dormir para siempre adentro de vuestros ojos.
Solos lloraron los tejados,
en puras y lentas goteras.
Todo, todo un amanecer gris
como una agridulce manzana.


Guillermo Quiñonez Alvear

viernes, 9 de enero de 2015

VIEJA LAMPARA


 
Qué haces vieja lámpara
intrusa, en la vida de mi vida
me obligas a observar mil cosas
en esta noche, en que no quiero ver
en que quiero morir hasta mañana.


Podría con un clic
acabar con tu vida y con la mía.


No sé qué lo impide,
será que algún problema
tiene aquella plancha
en aquel rincón abandonado, abandonada.
Será que su viejo y roto cordón
la priva de la vida.


Que me quiere decir aquella lámpara
de esta vieja plancha abandonada
en aquel rincón abandonado
de esta habitación abandonada,
en esta casa abandonada
de esta calle abandonada
en esta ciudad abandonada
de este país abandonado
en este Mundo abandonado
en este Planeta abandonado
de esta galaxia abandonada
en este universo abandonado
por su Dios abandonado
de su Padre abandonado, abandonado.



Ah inútil lámpara...
...si hablaras.



Genaro Albaino

jueves, 8 de enero de 2015

EL BRINDIS DE UN BOHEMIO


 
En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo,
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del “Feliz Año Nuevo”...

Una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el “requiéscat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...

—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.

—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
Y brinde por... Europa,
Ya que su extranjerismo es delicioso...

—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...

Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.

—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
Lleguen hasta las grietas
Formadas de metal y de granito
Del corazón de la mujer ingrata
Que a desdenes me mata...
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.
El del bohemio puro,
De noble corazón y gran cabeza;
Aquél que sin ambages declaraba
Que solo ambicionaba
Robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado, alzó la copa
Frente a la alegre tropa
Desbordante de risas y de contento;
Los inundó en la luz de una mirada,
Sacudió su melena alborotada
Y dijo así, con inspirado acento:

—Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente

un poema de amor y de amargura.


Guillermo Aguirre y Fierro

miércoles, 7 de enero de 2015

THE SWAN



Si yo fuera otro animal, ¿qué animal sería?”
no dijo ella, nunca.


Tú serías un cisne y por el camino del cisne
se abrirían las aguas donde los hombres
lloran abismos verticales.


Si tú fueras un cisne,
tal vez aquellos que conozco no morirían jamás,
y estaría saciada esta sed memorable
de presentir en las sombras
el paso de otra Sombra.


El día, poblado de sentido,
girando sobre sí mataría el lado que se ignora
para devorar en minutos la obra de los siglos.
Y volvería a rodar la máquina necesaria
para encontrar en los ojos la Primera Palabra.


Cada piedra sería la de la locura
y mi alma no andaría lejos,
escondiéndose, como la de todos,
para no ver en el claro donde la luna baña estos milagros
que apenas somos unas furtivas cáscaras de la alegre Nada:
Adán es como lee el diablo, que mira al revés.


Si tú fueras un cisne los veranos oceánicos
se perderían lejos y un gesto
que no termina de caer sería detenido.


Pero tampoco vendría ninguna clase de invierno
a cambiar la piel de las serpientes
ni el sueño en la palabra.
No iríamos más lejos, aunque fueras un cisne.


Luis Benitez

martes, 6 de enero de 2015

LA DEFENSA DE PAN



Oye: desde los bosques
Trae al soplar la brisa, ruidos, besos, pasión,
Y lleva enjambres de arpas, bandadas de preludios,
Himnos para el amor...


Oye: de las montañas
Los imponentes robles se mueven al compás,
Y cuenta hoja por nota, árbol por sinfonía
Que arrastra el huracán.


Óyeme: allí los troncos
Cubren robustas guías; allí de dos en dos,
Los sarmientos refuercen, como dobles serpientes,
Sus manojos de fibras en salvaje apretón.


Y debajo las yerbas,
Los cristalinos tallos, los bejucos, la flor,
Las hojas apiñadas, buscando entre las sombras
Algún rayo de sol.


Y arriba; por los brazos
Y la áspera corteza del árbol, se mira ir
Torciendo sus anillos, cobrando más ponzoña,
El constrictor reptil.


Y más arriba, el nido
Que se mece en la rama con pausada inquietud;
Y luego, más arriba hojas, aves; y fuego
Más arriba, el azul.


Por aquel rudo templo
En su carro invisible pasa una bendición:
Se hinchan los granos, se abren los capullos, se siente
Un soplo creador.


¡Luz, calor, armonía!,
amor allí del ruido hace una encarnación;
allí el pétalo es eco, allí el huevo es un ritmo
y la roca una voz.


Todo bebe allí savia,
Todo se comunica, todo siente el amor,
Y por eso se exhala en gigantesca estrofa
Que es divina oración. 


La materia es sagrada:
No la ultrajéis; en todo noble huella pasó;
Tú puedes de tus carnes hacer la excelsa estancia
De una santa canción.


Oye: el amor es cuerda
De una lira infinita: ¡amor! ¡amor! ¡amor!;
Hacedla sonar todos, que para todos suena;
Mas no queráis templarla, que ya la templó Dios. 



Francisco Antonio Gavidia

lunes, 5 de enero de 2015

TUS VENTANAS



Tus ventanas, con pájaros y flores,
tus ventanas que miran al oriente,
están esclarecidas con la gracia
de la aurora riente
que con primicias de su luz decora
la virtud de tu frente.

Tus ventanas de antigua arquitectura
en que el canario, a trinos, alborota
la paz de tu silencio provinciano;
ventanas en que flota,
para embriaguez de los amantes fieles,
la desmayada ofrenda del perfume
de rosas y claveles...

Tus ventanas, Amor, de cuya clave
quise colgar la jaula de mi dicha
para que la cuidaras como una ave;
ventanas de madera
en que en vano soñé dejar prendida
mi devoción como una enredadera...

Tus ventanas que miran al oriente
y madrugan, fragantes, de limpieza
¿esperaron una alba,
de cándida belleza,
o el regreso del novio
que anda en tierras de olvido,
o esperaron, acaso,
el milagro de un sol desconocido?

Ventanas que rondé
en la alborada de mis mocedades,
rejas con agua, y luz, y caracoles
en que Ella gusta de escuchar el sordo
fragor de las marinas tempestades;
rejas dignas de célebres idilios,
rejas de mi noviazgo adolescente,
que yo os mire de nuevo
¡oh ventanas, abiertas al oriente!


Ramon Lopez Velarde

domingo, 4 de enero de 2015

A LUIS CERNUDA


 
Viejo solitario de la tarde,
te veo con tu vaso de ron, escribiendo
tu tristeza de niebla, trajinante
como una yegua loca, sorbiendo lentamente
una lágrima gris, deslucida, amarillando
junto a la briosa estación del verano.

Te veo envuelto en papeles oscuros
en el departamento quieto, separado
de la ciudad, caminando en sigilo,
viendo que gota a gota se te escapaba el cielo,
huyendo en la bruma metálica de la lluvia,
resguardado en los terribles potros que cabalgaban
tu antiguo vicio de llorar despierto.

Te resucito en las pavesas alejadas
en las remotas playas del insomnio acezante
y en los inquietos torbellinos de espera.
De niño te encuentro en un caserón deshabitado
y siento crecer en ti brillantes mariposas,
el júbilo de los cuerpos desconocidos
deseados en cualquier parte.

Te quiero en ese resplandor de miedo voluptuoso
donde nació el acento melancólico,
en las ventanas del sueño, en ese gemir suave
de adolescente incendiado en el otoño,
te quiero en el vaivén de habitaciones olvidadas,
ignorado en escalerillas fantasmas,
martillando una angustia sin nombre,
tragando besos sucios a hurtadillas del día,
comprando una primavera inexistente
bajo un silencio de sombras y sábanas revueltas.

Te busco guarecido en oscuros cinematógrafos,
hundido en cualquier esquina, pensativo,
rumiando tu ingenuidad desmelenada,
sentado en algún bar, fugitivo en derrota,
oyendo un vulgar silbido de jauría,
almacenando siluetas, rompiendo espejos falsos,
lanzando amargas flechas sin respuesta.

Y te gustaba pasear sobre los puentes,
sentir correr los ríos, oír el mar,
te esfumabas con las volutas del ocaso
y mirabas de vez en cuando a las estrellas.

A veces te dolía la vida, casi recuerdo tu gesto,
tu voz taciturna, aquellos ojos que se perdían
tras una lejanía invisible,
tus manos desgranadas en las puertas del alba,
la canción siempre hirviendo en tus torres de espanto,
el violín cabizbajo que reptaba tu ensueño
la máquina de escribir que te seguía
y los discos de jazz disfrazándose en la penumbra.

Entonces añoro las cortinas regadas en torno tuyo,
ese misterio vacío, esa leyendas de avenidas esparcidas,
la guitarra del viento acompañada de roncas voces,
las vacilantes perspectivas de los desvanes macilentos,
el suicidio de peregrinas campanas desquiciadas
desapareciendo en las esclusas derruidas del tiempo.

Añoro las dispersas ansiedades que desgarraron
tu vibrar de avecilla desgajada al invierno,
tu displicente recorrido de espermas apagadas,
la aguja que rompía tu vibrante relámpago,
la cuchilla del sexo trepanndo tus nervios,
tu tibio abrazo dulce de ruiseñor tremendo,
las noches en que el mundo te crujía insepulto
tras una cordillera de plumajes azules,
la rosa que perdiste en las veredas náuticas,
la emoción presentida, los caminos abiertos
a tus zapatos que hollaban las inciertas regiones
donde un ancla de bermellón ataja los placeres prohibidos
tras las puertas abiertas desbocadas al sueño.

Te siento pasajero, de una inmensidad amorfa
viviendo en las filas de los que retan, en esa
difícil soledad de ir cargando una cantidad de absurdas cosas,
entre fórmulas aparatosas y obligadas,
en una pirámide de aburrimientos continuados,
y el hastío de ir repitiendo historias
en evasiones que se esconden en laberintos
dislocados, en ese rugir sordo que nace y quema,
en la protesta que vuelca y hiere
junto a las murallas.
Porque llega la hora en que ya nada importa
y entonces explotaron tus versos, te regaste
como una erupción incandescente, como una lava violenta.

Porque morías en la secuencia de las semanas
de disecadas focas, en las farolas mudas
que quiebran los anhelos caracoleantes,
en los lechos abandonados, en los cocodrilos
de taxidermia inconclusa, en los años que doblan,
en ese instante de ya no sorprenderse,
en ese susto repentino que arrasaba, desolador,
temible, en la repentina voz que aullaba
exigente, profunda, en un fluido de fiebre
como una líquida plataforma que te llevara.

Ahí estaban las azoteas del hielo,
el grito partiéndose en pedazos,
la atribulada pesadumbre de repartirse,
de huir, de esconderse en suburbios pedregosos,
de ser frágil, de humo, efímero, de sólo aventar
un ruego caldeado en disgregados cristales,
en un frío que recorría callejones sonámbulos,
intemperies agonizando bajo epilépticos alambres
sincronizados al fúnebre estertor.

Y te esfumabas en la sangre disuelta de los cadáveres morados,
en la serenidad del paseante
que violaba las tiránicas ataduras, en la fiera,
inextinguible antorcha que encendías, en la valiente
y dolorosa actitud de ser tú mismo. 


Isabel de los Angeles Ruano

sábado, 3 de enero de 2015

RENIEGO...



Reniego, lápiz partido,
Todo cuanto deseé.
Y no soñé ser servido
De ir a donde nunca iré.

Paje embutido en harapos
Del triunfo que otros tuvieron,
Yo podré amar estos trapos
Por ser cuanto a mí me dieron.

Sabré, príncipe mendigo,
Coger, con la buena gente,
Entre el ondear del trigo
La amapola inteligente.


 
Fernando Pessoa

viernes, 2 de enero de 2015

ERA UN JARDIN SONRIENTE


 
Era un jardín sonriente; 
era una tranquila fuente 
de cristal; 
era, a su borde asomada, 
una rosa inmaculada 
de un rosal 
Era un viejo jardinero 
que cuidaba con esmero 
del vergel, 
y era la rosa un tesoro 
de más quilates que el oro 
para él. 
A la orilla de la fuente 
un caballero pasó, 
y la rosa dulcemente 
de su tallo separó. 
Y al notar el jardinero 
que faltaba en el rosal, 
cantaba así, plañidero, 
receloso de su mal: 
-Rosa la más delicada 
que por mi amor cultivaba 
nunca fue; 
rosa la más encendida 
la más fragante y pulida 
que cuidé; 
blanca estrella que del cielo, 
curiosa de ver el suelo, 
resbaló; 
a la que una mariposa 
de mancharla temerosa 
no llegó 
¿Quién te quiere? ¿Quién te llama 
por tu bien o por tu mal? 
¿Quién te llevó de la rama, 
que no estás en tu rosal? 
¿Tú no sabes que es grosero 
el mundo? ¿Qué es traicionero 
el amor? 
¿Qué no se aprecia en la vida 
la pura miel escondida 
en la flor? 
¿Bajo que cielo caíste? 
¿a quién tu tesoro diste 
virginal? 
¿En que manos te deshojas? 
¿Qué aliento quema tus hojas 
infernal? 
¿Quién te cuida con esmero 
como el viejo jardinero 
te cuidó? 
¿Quién por ti sola suspira? 
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira 
como yo? 
¿Quién te miente que te ama 
con fe y con ternura igual? 
¿Quién te llevó de la rama, 
que no estás en tu rosal? 
¿Por qué te fuiste tan pura 
de otra vida a la ventura 
o al dolor? 
¿Qué faltaba a tu recreo? 
¿Qué a tu inocente deseo, 
soñador? 
En la fuente limpia y clara, 
espejo que te copiara 
¿no te di? 
Los pájaros escondidos, 
¿no cantaban en sus nidos 
para ti? 
Cuando era el aire de fuego, 
¿no refresqué con mi riego 
tu calor? 
¿No te dio mi trato amigo 
en las heladas abrigo 
protector? 
Quién para sí te reclama, 
¿te hará bien o te hará mal? 
¿Quién te llevó de la rama, 
que no estás en tu rosal? 
Así un día y otro día 
entre espinas y entre flores, 
el jardinero plañía, 
imaginando dolores, 
desde aquel en que a la fuente 
un caballero llegó 
y la rosa dulcemente 
de su tallo separó... 


 


Alvarez Quintero