"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

sábado, 31 de marzo de 2018

CENICIENTO MUSSOLINI


Ven a Guadalajara, dictador de cadenas,
carcelaria mandíbula de canto:
verás la retiradas miedosa de tu hienas,
verás el apogeo del espanto.



Rumoras provincia de colmenas,
la patria del panal estremecido,
la dulce Alcarria, amarga como el llanto,
amarga te ha sabido.


Ven y verás, mortífero bandido,
ruedas de tus cañones,
banderas de tu ejército, carne de tus soldados,
huesos de tus legiones,
trajes y corazones destrozados.


Una extensión de muertos humeantes:
muertos que humean ante la colina,
muertos bajo la nieve,
muertos sobre los páramos gigantes,
muertos junto a la encina,
muertos dentro del agua que les llueve.


Sangre que no se mueve
de convertida en hielo.
Vuela sin pluma un ala numerosa,
rojo y audaz, que abarca todo el cielo
y abre a cada italiano la explosión de una fosa.


Un titánico vuelo
de aeroplanos de España
te vence, te tritura,
ansiosa telaraña,
con su majestuosa dentadura.


Ven y verás sobre la gleba oscura
alzarse como un fósforo glorioso,
sobreponerse al hambre, levantarse del barro,
desprenderse del barro con emoción y brío
vívidas esculturas sin reposo,
españoles del bronce más bizarro,
con el cabello blanco de rocío.


Los verás rebelarse contra el frío,
de no beber la boca dilatada,
mas vencida la sed con la sonrisa:
de no dormir extensa la mirada,
y destrozada a tiros la camisa.


Manda plomo y acero
en grandes emisiones combativas,
con esa voluntad de carnicero
digna de que la entierren las más sucias salivas.


Agota las riquezas italianas,
la cantidad preciosa de sus seres,
deja exhaustas sus minas, sin nadie sus ventanas,
desiertos sus arados y mudos sus talleres.


Enviuda y desangra sus mujeres:
nada podrás contra este pueblo mío,
tan sólido y tan alto de cabeza,
que hasta sobre la muerte mueve su poderío,
que hasta del junco saca fortaleza.


Pueblo de Italia, un hombre te destroza:
repudia su dictamen con un gesto infinito.


Sangre unánime viertes que ni roza,
ni da en su corazón de teatro y granito.
Tus muertos callan clamorosamente
y te indican un grito
liberador, valiente.


Dictador de patíbulos, morirás bajo el diente
de tu pueblo y de miles.
Ya tus mismos cañones van contra tus soldados,
y alargan hacia ti su hierro los fusiles
que contra España tienes vomitados.


Tus muertos a escupirnos se levanten:
a escupirnos el alma se levanten los nuestros
de no lograr que nuestros vivos canten
la destrucción de tantos eslabones siniestros.



Miguel Hernandez

viernes, 30 de marzo de 2018

CARTA


El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.



Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.


Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.


Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.


Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.


Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.


Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.


Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.


Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.


Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.


Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.


Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.


La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.



 Miguel Hernandez

jueves, 29 de marzo de 2018

NIÑO TRAS UN CRISTAL


 
Al caer la tarde, absorto
Tras el cristal, el niño mira
Llover. La luz que se ha encendido
En un farol contrasta
La lluvia blanca con el aire oscuro.

La habitación a solas
Le envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.

El colegio se aleja. Es ahora
La tregua, con el libro
De historias y de estampas
Bajo la lámpara, la noche,
El sueño, las horas sin medida.

Vive en el seno de su fuerza tierna,
Todavía sin deseo, sin memoria,
El niño, y sin presagio
Que afuera el tiempo aguarda
Con la vida, al acecho.

En su sombra ya se forma la perla.



Luis Cernuda

miércoles, 28 de marzo de 2018

EL NIÑO DE LA NOCHE


Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces. 


No quise más la luz. ¿Para qué?  No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces. 


Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe. 


Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste. 


Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre. 


Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre. 


Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.


En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre. 


Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura. 


Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura. 


Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita. 


El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita. 


Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero. 


Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente. 

Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado.



Miguel Hernandez

martes, 27 de marzo de 2018

ROMANCE


Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado. 


Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un süave
melocotón sonrosado. 


Cuando dijistes: «Te quiero»
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano. 


Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios. 

 De la sien a la cintura,
de la garganta al costado. 


¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado! 


El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado: 

«Un hombre que peina canas
y que le dobla los años». 


Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios. 


Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sientes
en la palma de tu mano. 


Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos. 


¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado? 


En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»
Y colorín colorado.



Rafael de Leon

lunes, 26 de marzo de 2018

ASI TE QUIERO

 
El día trece de julio
yo me tropecé contigo.

Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio. 


Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro. 


¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!

¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido! 


¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí un jacinto,
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío! 


¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
¡Pídemelo y al momento
seré un clavel amarillo!
¿Quieres que vaya descalzo
llamando por los postigos?

¡Dímelo y no habrá aldabón
que no responda a mi brío! 


¿Quieres que cuente la arena
de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón cometa
y está en tu mano el ovillo;
que es mi sinrazón campana
y tu voluntad sonido. 


Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
desnudo de conveniencias
y abroquelado de ritmos
como un Quijote de luna
con armadura de lirios. 


Te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos;
cuando se callan los niños
y las mocitas esperan
en los balcones dormidos;
te quiero siempre: mañana,
tarde, noche... ¡por los siglos,
de los siglos! ¡Amén! Te
querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya muerto
antes que llegue tu olvido,
por la savia de un ciprés
subiré delgado y lírico,
hecho solamente voz
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!




Rafael de Leon

domingo, 25 de marzo de 2018

SIERRA NEVADA


 
Cantar oigo los vientos de mi Sierra Nevada;
La de nieves perpetuas e inefable balada.


De belleza gigante, rotunda y colosal,
Grandiosa su presencia, su perfil peculiar.


Sus soberbias laderas anduvieron las recuas
De mulas, abrumadas de carga por sus sendas

Y los bravos neveros  que en las cimas excelsas
Sacan el duro hielo de profundas cavernas.


Y regresan cantando por estrechas gargantas
Hasta la seca urbe que su frescor aguarda.


Audaces transitando por riscos y cañadas,
Por senderos inciertos y abismales escarpas,

Pasando por la vida robando a la montaña
Su nieve para darles frescura a la solana,

Desde blancos picachos y escabrosas laderas
Que ofrecen un festín de esplendor y belleza.


¿Do están las blancas nieves? ¿Do los hielos se guardan
Que aunque hondos y ocultos, bravos neveros hallan?

Gente ruda que brega;  que a los montes despoja
De sus heladas nieves y las roba a las cárcavas;

Que se afana y que escruta el hondo en la montaña,
Cobrando con esfuerzo botín de escarcha blanca

Que Granada febril, anhela con nostalgia
El frescor de la Vega, del álamo y la  acequia, 

Caudales del Genil, regatos de la Alhambra,
Que es delicada gema, y es reina de prosapia.


Pues tan garbosa dama, de calinas tan ásperas
No soporta rigores de la calina cárdena

Y un sol que cada tarde, de noche y madrugada,
Marchita con sus rayos a la  olorosa albahaca

Que con perfume encanta Sacromonte y Alhambra,
Del Albaicín las calles en noches embrujadas.


Y a finas azaleas de pulcra filigrana
Y a radiantes claveles que a brunos ojos guardan.


La sequía y ardores su blandura quebrantan;
Sus efluvios fragantes, la sequedad apaga.  


Deslucen los mensajes que desde las persianas
Captan apuestos mozos que rondan las calzadas.


Noche, luna y luceros, frescor de madrugada
Necesitan las rejas y cierres de Granada

¿Adonde irán los mozos si en penumbra celada
No catan el olor de búcaros y plantas?

Que adornan entre nardos, los ojos de la amada,
De abéñula cercados y alguna vez de lágrimas.




Rafael Marañon

sábado, 24 de marzo de 2018

COSAS DE NIÑOS EL COCO CABALLERO


 
Dime quién te ha hecho pupa, hijo mío...
Algún alma negra...
¿Ésta dices? Eh, mala, malota,
por mi mano mi niño te pega.


¡Vamos, abre esa boca, querido,
tan rica y tan fresca,
no la aprietes así, que te ahogas,
toma esto, mi prenda!
tómalo, que si no te me mueres,
el Coco te lleva...


Mírale cómo viene montado
caballero en su jaca ligera,
caballo con alas
que corre... que vuela...


¿Un caballo me pides, de carne?
Si tragas la perla
ya verás qué caballo te compro,
caballo que vuela,
que te lleve volando, volando,
volando, mi prenda...


¿Que te amarga, me dices, mi niño?
Una caja de dulces te espera,
mas primero es preciso te cures
tragando la perla.


¡Oh, mi niño, mi niño, qué frío,
parece de cera...!
¿por qué, oh sol, implacable, no abrasas
a mi pobre prenda?
Ese sueño sacude, amor mío,
¡despierta...! ¡despierta...!
¿Dónde va de mi amor la primicia?
¡El Coco le lleva!


¿Cómo vino? ¡Jinete en el Tiempo,
en el Tiempo, su jaca ligera...!
no veía... sus ojos horribles
vacíos... dos cuencas...
dos nidos de sombra...
por nariz una oscura tronera...
sólo dientes agudos su boca
que aguarda la presa...
una boca de risa que burla,
que mordiendo besa...


Caballero en la jaca con alas
se vino y le lleva
montado a la grupa,
se vino y le lleva
volando, volando, volando
¡mi niño...! ¡mi prenda!




Miguel de Unamuno

EN BLANCO Y NEGRO


Si tan sólo fuera fácil
volver la vista atrás
y no hallar entre las sombras
aquel aroma a piel mojada
por quien caer
fue un placer
más que una tragedia.


Si logramos
estrellar nuestras materias
y fundirlas melacientes
en una danza etérea y arcana
de ojos cerrados
y gritos ahogándose
entre fauces sedientas
de blasfemia y tortura,
¿Cómo podré yo?
hombre de poca fe,
volver la vista atrás
y verla también sumergida
en la finitud desquiciante
que me rodea esta noche;
si estoy sólo,
si está lejos,
si es feliz....




César Aching Samatelo

viernes, 23 de marzo de 2018

MEDITERRÁNEO


Sobre la grava azul de Canet Plage busco
el sonido del albatros. No sé si es Ezra Pound
quien en lontananza me hace señas, hoy vivo por
la estrella de otros versos; en el botón de mi
solapa han cagado unos pájaros.


La noche ha sido larga, poco he dormido,
las olas de este mar mediterráneo golpéanme
incesantes los pies con sus martillos, mas, no deseo
esperar a que transidos pescadores me socorran,
y por lo mismo he de liberarme de la sal dormida
en mi cuerpo.


Extrañamente no puedo respirar como es
costumbre en los poetas, mover estas arenas sería
delatarme. Cuán frío es el aire sobre mis párpados secos.


(Mar. Tu imantado corazón nunca termina de latir.
Un sorbo beberé de tu ambrosía en un vaso de
cristal guarnecido de zafiros).



Patricio  Sanchez Rojas

jueves, 22 de marzo de 2018

ESPERANZA


 
Estás escrita en las líneas de mi mano
todo lo nombras
todo lo cambias
todo lo dices
y ordenas las aves los ríos los océanos


Esperanza cuando me canso
cuando nadie golpea a mi puerta
busco tus ojos
tu vasija de barro
y vienes hasta mí
y te sientas a mi lado


Esperanza
estás escrita en las líneas de mi mano
estás escrita en los tranvías
en las plazas con palomas y fotógrafos
en los relojes
en los cuadernos de los niños pedigüeños
entre las puertas a punto de cerrarse
bajo las sepulturas
entre las sábanas de los novios amorosos
en las ciudades (que hospedan a maricas
y muchachas que aman el amor)
sobre los senos verdes como mármol
junto a los ascensores
en mi lecho de hombre libre
que persiste


Esperanza
hoy te nombro
porque te anuncian los semáforos
y los aeroplanos


Estás escrita en las líneas de mi mano



Patricio Sanchez Rojas

miércoles, 21 de marzo de 2018

CANCION DE OTOÑO EN PRIMAVERA

 
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...


Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.


Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño. 

Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...


Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.


Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...


En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...


Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...


Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.


Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.


¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.


En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!




Ruben Dario

martes, 20 de marzo de 2018

EL PÁJARO


En el silencio transparente
el día reposaba:
la transparencia del espacio
era la transparencia del silencio.


La inmóvil luz del cielo sosegaba
el crecimiento de las yerbas.


Los bichos de la tierra, entre las piedras,
bajo la luz idéntica, eran piedras.


El tiempo en el minuto se saciaba.
En la quietud absorta
se consumaba el mediodía.


Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo,
se movieron las hojas,
las yerbas despertaron...


Y sentí que la muerte era una flecha
que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos.




Octavio Paz

lunes, 19 de marzo de 2018

DISPARO

 
Salta la palabra
adelante del pensamiento
adelante del sonido
la palabra salta como un caballo
adelante del viento
como un novillo de azufre
adelante de la noche
se pierde por las calles de mi cráneo
en todas partes las huellas de la fiera
en la cara del árbol el tatuaje escarlata
en la frente del torreón el tatuaje de hielo
en el sexo de la iglesia el tatuaje eléctrico
sus uñas en tu cuello
sus patas en tu vientre
la señal violeta
el tornasol que gira hasta el blanco
hasta el grito hasta el basta
el girasol que gira como un ay desollado
la firma del sin nombre a lo largo de tu piel
en todas partes el grito que ciega
la oleada negra que cubre el pensamiento
la campana furiosa que tañe en mi frente
la campana de sangre en mi pecho
la imagen que ríe en lo alto de la torre
la palabra que revienta las palabras
la imagen que incendia todos los puentes
la desaparecida en mitad del abrazo
la vagabunda que asesina a los niños
la idiota la mentirosa la incestuosa
la corza perseguida
la mendiga profética
la muchacha que en mitad de la vida
me despierta y me dice acuérdate.



Octavio Paz

domingo, 18 de marzo de 2018

PARERGÒ


              
                 LOS OJOS


                  I
  Cuando murió su amada
  pensó en hacerse viejo
  en la mansión cerrada,
  solo, con su memoria y el espejo
  donde ella se miraba un claro día.
  Como el oro en el arca del avaro,
  pensó que no guardaría
  todo un ayer en el espejo claro.
  Ya el tiempo para él no correría.



                  II
Mas, pasado el primer aniversario,
¿Cómo eran —preguntó—, pardos o negros,
sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises?
¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?...



                  III
  Salió a la calle un día
  de primavera, y paseó en silencio
  su doble luto, el corazón cerrado...
  De una ventana en el sombrío hueco
  vio unos ojos brillar. Bajó los suyos
  y siguió su camino... ¡Como ésos!


Antonio Machado


sábado, 17 de marzo de 2018

DEL PASADO EFÍMERO


Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.


Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado. 


Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.


Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.


Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.


Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.


Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.


Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.




Antonio Machado

viernes, 16 de marzo de 2018

CÁLIDAS TERTULIAS


Has de pensar en el cielo
en los encuentros de ángeles
la fragilidad del tiempo
en nuevos mensajes de cielo



Caminas en sueños
en esta madrugada naciente
como trompetas
que nacen de recuerdos


Caminas con los ángeles
cubriéndote con sus alas
transformando ese frío
en calidas tertulias


Abres los ojos
mirando imágenes nuevas
de épocas felices
hoy tatuadas en tu alma


Miras el reloj
y las manecillas no existen
bajo el placer del mañana
que es solo un pasado presente
como un hoy
como un ayer
como un mañana


Momentos de ángeles de luz
que transforman dimensiones
en almas que se tocan
bajo la luz del naciente




Jose Botto

jueves, 15 de marzo de 2018

EL DESEO



 
Te deseo de noche
espacios como este
en cuerpos danzantes
alumbrados por la luna


Risas cómplices
situaciones de cielo
recorriendo sensaciones nuevas
bajo la noche fresca


Deseo tus sonrisas
gotas de alma
delirantes y secretas
que deleitan este aire


Te deseo de esperanza
mármol sagrado
calido como el tiempo
dejando huellas en mi


Amo los tiempos de deseo
que en miradas secundarias
acariciamos el momento
preparando nuevos rituales


Te deseo mi amor
hoy como el viento
acariciando el rostro
de esos sueños venideros



Jose Botto

miércoles, 14 de marzo de 2018

CORAZÓN AVERIADO

            
A Lazo y al resto de niños desahuciados
Tan sólo de tu propio llanto eres dueño
y ya te atreves a señalar al mundo
con tu minúsculo dedo.


Vienes del Kurdistán,
acarreando un corazón roto
a pesar de tus escasos 56 días
y tienes la fuerza suficiente
para sostener esa bomba de vida averiada.


No se si me mueve la paz
o el repentino deseo de encontrarla
—dulcísima criatura—
pero sé que son verdad la vida
y la noche que te cruzó el desierto.


Llegas al Madrid de los milagros
—tronco de aire—
gracias a la enferma justicia del azar,
con la vida en un hilo.


En esta ciudad de corazones necrosados,
de arterias podridas, traicionadas,
o habitantes sin espíritu,
bien sabemos que, como tú,
allí quedaron tantos otros niños anónimos
esperando que esa justicia casual les señale.


¿Abrirás tú el bisturí del mundo,
ese que no sabe cortar verdades,
si acaso cerrar bocas incómodas?

 
 
 
Bernardo Bersabe

martes, 13 de marzo de 2018

MAMÓLA






El que a su mujer procura
Dar remedio al mal de madre,
Y ve que no la comadre
Sino que el Cura la cura,
Si piensa que el Padre Cura
Trae la virtud en la estola,
Mamóla.

 
Soldado que de la armada
Partió a casarse doncel
Con la que lo es menos que él
(Aunque mucho más soldada),
Si la vitoria ganada
Atribuye a la pistola,
Mamóla.

 
La dama que llama el paje
Dejó en la cama a su esposo
Y le halló, de celoso,
Más helado que el potaje;
Si ella dijo era mensaje
De su madre, y él creyóla,
Mamóla.

 
Si abierta la puerta tiene
Todo el año la casada,
No es bien la halle cerrada
El marido cuando viene;
Y si en abrir se detiene
Y piensa que estaba sola,
Mamóla.

 
El padre que no replica
Viendo gastar a las hijas
Galas, copete y sortijas,
Desde la grande a la chica,
Si piensa no usan de pica
Cuando ya saben de gola,
Mamóla.

 
El que da mil alabanzas
A su mujer, porque sabe
Hacer con estremo grave
Mil diferencias de danzas,
Si el que pagó estas mudanzas
Piensa no hizo cabriola,
Mamóla.

 
Si piensa el que vio amarilla
A su dama de contino,
Cuando el rojo sobrevino
En una y otra mejilla,
Que no es ajena semilla
La que causa esta amapola,
Mamóla.

 
La dama que en su retrete
Sólo al tenderete juega,
Y para jugarlo alega
Ser la cama buen bufete,
Si piensa que el «tenderete»
No es juego de pirinola,
Mamóla.

 
Si piensa el que a doña Inés
En conversación la halló,
Donde sólo se trató
De la toma de Calés,
Que no fue sarao francés
Ni acabó en justa española,
Mamóla.

 
El que, por más que espolee,
No endereza el acicate
(Quizá porque mejor bate
Otro el vientre), si no cree
Que, porque no se mosquee,
Le han castigado la cola,
Mamóla.



Luis de Gngora y Argote

lunes, 12 de marzo de 2018

XXXIII, BARCO

 
Sólo la cruz respaldo, el tronco errante
donde sujeto vas, el árbol muerto,
sin raíces, sin hojas y sin fruto,
armadía al azar de los abismos
de la tierra y del cielo inacabables,
santo madero en que navega el alma
tendida entre las dos eternidades.


Al mar dormido de la luz—tinieblas—
su recia cabecera sacudiendo
como la cuña de una proa, espuma
de rastro esplendoroso—estrellas—alza,
y rómpense las olas en sus brazos
donde las almas sollozando penas
van a abrigarse. Y se despliega enorme
sobre ella el otro mar, el mar del cielo,
negro y también sin fondo y sin orillas,
y allá donde se besan ambos mares,
donde descansa cuanto vive: ¡el Sol!




MIguel de Unamuno

domingo, 11 de marzo de 2018

CXXV APRENSIONES



—¡Me duele el corazón!

                                            —¿Pero le tienes?
—Sólo sé que me duele...


                                              —Por carencia.
—Puede ser, mas le siento...



                                                  —¡Sí, en las sienes!
—¡Bien, sufriré en silencio y con paciencia!


—Mira, pues que a razones no te avienes,
ni caso haces alguno de la ciencia,
para que ya los oídos no me llenes
con tu queja, oye un caso, es tu dolencia:


«Nada me duele más que aquella mano
que perdiera», me dice un pobre amigo
a quien se la amputaron... ¡ilusiones!,


¡dolerle el miembro que le falta!, vano
fruto del cavilar que es su castigo;
¡así son las humanas aprensiones!





Migel de Unamuno

sábado, 10 de marzo de 2018

CABALLO DE LOS SUEÑOS


Innecesario, viéndome en los espejos,
con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,
arranco de mi corazón al capitán del infierno,
establezco cláusulas indefinidamente tristes.


Vago de un punto a otro, absorbo ilusiones,
converso con los sastres en sus nidos:
ellos, a menudo, con voz fatal y fría,
cantan y hacen huir los maleficios.


Hay un país extenso en el cielo
con las supersticiosas alfombras del arco-iris
y con vegetaciones vesperales:
hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,
pisando una tierra removida de sepulcros un tanto frescos,
yo sueño entre esas plantas de legumbre confusa.


Paso entre documentos disfrutados, entre orígenes,
vestido como un ser original y abatido:
amo la miel gastada del respeto,
el dulce catecismo entre cuyas hojas
duermen violetas envejecidas, desvanecidas,
y las escobas, conmovedoras de auxilio,
en su apariencia hay, sin duda, pesadumbre y certeza.


Yo destruyo la rosa que silba y la ansiedad raptora:
yo rompo extremos queridos: y aún mas,
aguardo el tiempo uniforme, sin medida:
un sabor que tengo en el alma me deprime.


Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de leche,
compacta, digital, me favorece!
He oído relinchar su rojo caballo
desnudo, sin herraduras y radiante.


Atravieso con él sobre las iglesias,
galopo los cuarteles desiertos de soldados
y un ejército impuro me persigue.
Sus ojos de eucaliptus roban sombra,
su cuerpo de campana galopa y golpea.


Yo necesito un relámpago de fulgor persistente,
un deudo festival que asuma mis herencias.




Pablo Neruda

viernes, 9 de marzo de 2018

LAMENTO Y ESPERANZA


Soñábamos algunos cuando niños, caídos
En una vasta hora de ocio solitario
Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar como una mies los cuerpos poderosos.


Jóvenes luego, el sueño quedó lejos
De un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchendo oscuramente las ávidas ciudades,
Se alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y en la revolución pensábamos: un mar
Cuya ira azul tragase tanta fría miseria.


El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién podrá al pensamiento separarlo del sueño?
Sabedlo bien vosotros, los que envidiéis mañana
En la calma este soplo de muerte que nos lleva
Pisando entre ruinas un fango con rocío de sangre.


Un continente de mercaderes y de histriones,
Al acecho de este loco país, está esperando
Que vencido se hunda, solo ante su destino,
Para arrancar jirones de su esplendor antiguo.
Le alienta únicamente su propia gran historia dolorida.


Si con dolor el alma se ha templado, es invencible;
Pero, como el amor, debe el dolor ser mudo:
No lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso
Agonizará antes, presa ya de la muerte,
Y vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.




Luis Cernuda

jueves, 8 de marzo de 2018

EPILOGO (POEMAS PARA UN CUERPO)



Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.


Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.


Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.


Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.


La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.

No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.


Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.


En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.




Luis Cernuda

miércoles, 7 de marzo de 2018

LA ROSA DEL JARDINERO


Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
        de cristal;
era a su borde asomada,
una rosa inmaculada
        de un rosal. 


Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
        del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
        para él.


  A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó. 


Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:


  —Rosa la más delicada
que por mi amor cultivada
        nunca fue;
rosa, la más encendida,
la más fragante y pulida
        que cuidé;
blanca estrella que del cielo
curiosa del ver el suelo
        resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
        no llegó.


  ¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

  ¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Que es traicionero
        el amor? 


¿Que no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
        en la flor?
¿Bajo qué cielo caíste?
¿A quién tu tesoro diste
        virginal?
¿En qué manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
        infernal? 


¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
        te cuidó?
¿Quién por ti sólo suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
        como yo?


  ¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?

  ¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
        o al dolor? 


¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo
        soñador?
En la fuente limpia y clara
¿espejo que te copiara
        no te di?
¿Los pájaros escondidos,
no cantaban en sus nidos
        para ti?
¿Cuando era el aire de fuego,
no refresqué con mi riego
        tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
        protector? 


¿Quién para sí te reclama?
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?

Así un día y otro día,
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.



Hermanos Alvares Quintero


martes, 6 de marzo de 2018

3A. PALINODIA: DETRÁS DE LO GRIS


Ah, yo quiero vivir
dentro del orden general
de tu mundo.
Necesito vivir entre los hombres.
Veo un árbol: sus brazos ya en angustia
o ya en delicia lánguida
proclaman su verdad:
su alma de árbol se expresa,
irreductiblemente única.
Pero el hombre que pasa junto a mí
el hombre moderno
con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras
con sus automóviles de suntuosa hojalata
o con sus tristes vitaminas,
mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» dice,
con apagados ojos y un alma de ceniza
¿qué es?, ¿quién es?

¿Es una mancha gris, un monstruo gris?
Monstruo gris, gris profundo,
profundamente oculta sus amores, sus odios,
gris en su casa,
gris en su juego,
en su trabajo, gris,
hombre gris, de gris alma.
Yo quiero, necesito,
mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle,
arrancarle su careta de cemento,
buscarle por detrás de sus tristes rutinas.
Por debajo de sus fórmulas de lorito
real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!),
aventarle sus tumbas de ceniza
huracanarle su cloroformo diario.

Un día llegará en que lo gris se rompa,
y tus bandos resuenen arcangéíicos,
oh gran Dios.

Dime, Dios mío, que tu amor refulge
detrás de la ceniza.
Dame ojos que penetren tras lo gris
la verdad de las almas,
la hermosa desnudez de tu imagen:
el hombre.




Damaso Alonso

lunes, 5 de marzo de 2018

¡QUIÉN SUPIERA ESCRIBIR!

          I
—Escribidme una carta, señor Cura.
            —Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
            Nos visteis juntos? —Pues.

—Perdonad; mas... —No extraño ese tropiezo.
            La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
            Mi querido Ramón:

—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
            —Si no queréis... —¡Sí, sí!
¡Qué triste estoy! ¿No es eso? —Por supuesto.
            —¡Qué triste estoy sin ti!

Una congoja, al empezar, me viene...
            —¿Cómo sabéis mi mal?
—Para un viejo, una niña siempre tiene
            El pecho de cristal.

¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura,
            ¿Y contigo? Un edén.
— Haced la letra clara, señor Cura;
            Que lo entienda eso bien.

El beso aquel que de marchar a punto
            Te di... —¿Cómo sabéis?...
—Cuando se va y se viene y se está junto
            Siempre... no os afrentéis.

Y si volver tu afecto no procura,
            Tanto me harás sufrir...
—¿Sufrir y nada más? No, señor Cura,
            ¡Que me voy a morir!

—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...
            —Pues, sí, señor, ¡morir!
—Yo no pongo morir. —¡Qué hombre de hielo!
            ¡Quién supiera escribir!

              II
¡Señor Rector, señor Rector! en vano
            Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
            Todo el ser de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía
            Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día...
            Porque puedo llorar.

Que mis labios, las rosas de su aliento,
            No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
            A fuerza de sentir.

Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
            Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
            Cerrados siempre están.

Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
            La ausencia el más atroz;
Que es un perpetuo sueño de mi oído
            El eco de su voz...

Que siendo por su causa, el alma mía
            ¡Goza tanto en sufrir!...
Dios mío ¡cuántas cosas le diría
            Si supiera escribir!...

              III
        EPÍLOGO
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
            A don Ramón... En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
            Ni el griego ni el latín.



Ramon de Campoamor

domingo, 4 de marzo de 2018

LA OPINION



¡Pobre Carolina mía!
¡Nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo. Empiece el canto.
El doctor. ¡Cesó el sufrir! 


El padre. ¡Me ahoga el llanto!
La madre. ¡Quiero morir! 


Un muchacho. ¡Qué adornada!
Un joven. ¡Era muy bella! 


Una moza. ¡Desgraciada!
Una vieja. ¡Feliz ella! 


—¡Duerme en paz!—dicen los buenos.
—¡Adiós!—dicen los demás. 


Un filósofo. ¡Uno menos!
Un poeta. ¡Un ángel más!



Ramon de Campoamor

sábado, 3 de marzo de 2018

PONME TUS MANOS EN MIS OJOS


Ponme tus manos en los ojos
Para guiarme como a un ciego
Por el fantasmal laberinto
De mi oscuridad y mi silencio.

Igual que cuando éramos niños
Y jugábamos a perdernos
Por largos pasillos y alcobas
De un enorme caserón viejo.

Tú apoyabas contra mi espalda
El blando empuje de tu cuerpo
Mientras me cegaban los ojos
La suave prisión de tus dedos.

Me guiabas para perderme
En el tenebroso misterio,
Sintiendo nuestros corazones
Que latían al mismo tiempo.

Por los ilusorios caminos
Que inventabas, me ibas perdiendo,
Paso a paso, gozosamente,
En la noche de nuestro juego.

Desde entonces viví soñando
Con aquel infantil infierno
Por el que tus manos de niña
Me guiaban para perdernos.



Jose Bergamin

viernes, 2 de marzo de 2018

LAS BARANDAS

 
Un hombre largo, enlevitado y solo
mira brillar su anillo complicado.
Su mano exangüe pende en las barandas,
mano que amaron vírgenes dormidas.


Miradle, sí. Los lagos brillan yertos.
Pero los astros, sí, ruedan sin música.
Constelaciones en la frente mueren,
mueren mintiendo su palor cansado.


Casi no alumbran unos labios fríos,
labios que amaron cajas musicales.


Pero las lunas, lunas de oro, envían
"supramundanamente" sus encantos
y hay un batir de besos gemebundos
que entre jacintos mueren como pluma.


Un fantasma azulenco no se inclina.
Fósforos lucen. Polvos fatuos, trémulos.
Suena un violín de hueso y una rosa.
Un proyecto de sombra se deshace.


Una garganta silenciosa emite
un clamor de azucenas deshojándose,
y un vals, un giro o vals toma, arrebata
esa ilusión de sábanas vacías.


Lejos un mar encerrado entre dardos
suspira o canta como un pecho oprimido,
y unos labios de seda besan, y alzan
una sonrisa pálida de sangre.


Dulces mujeres como barcas huyen.
Largos adioses suenan como llamas.
Mar encerrado, corazón o urna,
lágrima que no asumen las arenas.


Duramente vestido el hombre mira
por las barandas una lluvia mágica.
Suena una selva, un huracán, un cosmos—
Pálido lleva su mano hasta el pecho.



Vicente Aleixandre

jueves, 1 de marzo de 2018

VIENDO VOLVER


Irías, y verías
Todo igual, cambiado todo,
Así como tú eres
El mismo y el otro. ¿Un río
A cada instante
No es él y diferente?


Irías, en apariencia
Distraído y aburrido
En secreto, mirando,
Pues el mirar es sólo
La forma en que persiste
El antiguo deseo.


Mirando, estimarías
(La mirada acaricia
Fijándose o desdeña
Apartándose) irreparable todo
Ya, y perdido, o ganado
Acaso, quién lo sabe.


Así, con paso indiferente,
Como llevado de una mano,
Llegarías al mundo
Que fue tuyo otro tiempo,
Y allí le encontrarías,
Al tú de ayer, que es otro hoy.


Impotente, extasiado
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
Soñando, sin presente,
A espera del amigo,
Cuando el amigo es él y en él le espera.


Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada,
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.



Luis Cernuda