domingo, 31 de agosto de 2025



A ORILLAS DEL MAR

Ignacio Manuel Altamirano

Esos bosques de ilamos y de palmas
Que refrescan las ondas murmurantes
Del cristalino Técpam, al cansado
Pero tranquilo labrador convidan
En los ardores de la ardiente siesta
A reposar bajo su sombra grata,
Que él si podrá sin dolorosa lucha
Libre de afanes entregarse al sueño.

Mas yo que el alma siento combatida
De tenaces recuerdos y cuidados
Que sin cesar me siguen dolorosos,
Olvido y sueño con esfuerzo inútil,
En vano procuré. La blanda alfombra
De césped y de musgo, horrible lecho
De arena ardiente y de espinosos cardos
Fue para mí. De la inquietud la fiebre
Me hace de allí apartar, y en mi tristeza,
Vengo a buscar las solitarias dunas
Que el ronco tumbo de la mar azota.

Esta playa que abrasa un sol de fuego,
Esta llanura inmensa que se agita,
Del fiero Sud al irritado soplo,
Y este cielo do van espesas nubes
Negro dosel en su reunión formando
Al infortunio y al pesar convienen.

Aquí, los ojos en las ondas fijos,
Pienso en la Patria ¡ay Dios! Patria infelice,
De eterna esclavitud amenazada
Por extranjeros déspotas. La ira
Hierve en el fondo del honrado pecho
Al recordar que la cobarde turba
De menguados traidores, que en malhora
La sangre de su seno alimentara,
La rodilla doblando ante el injusto,
El más injusto de los fieros reyes
Que a la paciente Europa tiranizan,
Un verdugo pidiera para el pueblo,
Que al fin cansado rechazó su orgullo.

Vencidos en el campo del combate
A pesar de su rabia, por las huestes
Que la divina Libertad exalta,
Su dominio impostor aniquilado
Por la verdad que al fin esplendorosa
Tras de la noche del terror alumbra.

Sacrilegos alzando en los altares
Con la cruz del profeta de los pueblos
El pendón de la infame tiranía,
Y allí sacrificando, no a la excelsa,
No a la santa virtud, sino al odioso
Ídolo de Moloc de sangre lleno,
Vampiro colosal que no soñara
La barbarie jamás, en esos siglos
De crimen y de error que las tinieblas
De antigüedad lejana nos ocultan.

Nunca hiciera procaz el sacerdocio
De la mentida religión pagana,
Tantos, al pueblo, desastrosos males,
Como el que sirve al Dios de las virtudes
De México infeliz en los santuarios.

Que los dioses de Menfis y de Tebas
El horror a Cambises predicaban,
Y aquel acento que inspiraba en Delfos
La voluntad del servidor de Apolo
El valor de la Grecia sostenía
Contra el terrible Persa, que su imperio
Sobre innúmeros pueblos extendiera,
Y aquel acento prometió la gloria
De Maratón, Platea y Salamina
Y la acción de Leónidas admirable.

El Capitolio o Cannas deplorando,
Al africano con su voz contuvo;
Del templo de Israel salió radioso
Para triunfar el bravo Macabeo
Y de los Druidas la sagrada encina
Miró a sus pies las águilas de Varus.

¿Quién no admira al teopixque valeroso
En el templo mayor del Marte azteca
Convocando al sonar del cuerno sacro
De Acamapich a los heroicos hijos,
A defender el moribundo imperio?

¿Quién no ve del imán la mano airada
Dirigiendo el alfanje del creyente
Sobre el fiero francés que oprime el Cairo?

¿Quién no olvida del monje el fanatismo
El dos de Mayo, al recordar sus iras
Y al mirarle después en Zaragoza
Sobre el montón de escombros humeantes?

Solo tú, sacerdocio descreído,
Llamas al invasor y lo encaminas
Y lo recibes en tapiz de flores.
Y alabanzas le entonas sobre el campo
Que aún empapa la sangre de los héroes
Que el honor de la Patria defendieron,
Y que riega con lágrimas, el hijo
Digno de una nación desventurada.

¡Y aun sacrílego invocas todavía
En favor del verdugo que llamaste,
En sacrificio odioso, las divinas
Bendiciones de Dios, como si el alto
Y omnipotente Ser a tanta mengua
A tu clamor infame, descendiese!

Y después, las cadenas que forjaste
Ofreces al tirano, en tu venganza,
Cobarde y vil, soñando con la eterna
Esclavitud de México, ominosa.
¿Y es posible, gran Dios, que tal permitas?

¡Ali sacerdocio! A mi infelice pueblo
¿De qué espantoso infierno le arrojaran?
Y a México jamás ¿qué bien hiciste?
Es el oro tu Dios, tus templos antros
Do enseñas la traición ¡maldito seas!
Tu nombre manchará baldón eterno
Y horror será del espantado mundo.

El alma misma del francés patriota
Con profundo desprecio te contempla.
¡Santo amor de la Patria! tú que animas
Los pechos todos ¿te repugna acaso
El alma negra y vil del sacerdote
Que allí no ardió jamás tu puro fuego?

¡Digna alianza del crimen! los magnates
Que tantos años hace, envilecidos,
Ante el corcel de sangre salpicado
De los sátrapas todos, se prosternan,
Vienen también mostrando halagadores
En el marchito seno de sus hijas
Su tributo humillante y oprobioso;
Y sus frentes manchadas con el limo
De todas las vergüenzas, inclinando
Delante del francés, parias le rinden.

¡Cómo abrigan las águilas francesas
Bajo sus alas que meció la gloria
Y sólo dan su sombra a los valientes,
A esos bandidos que rechaza airada
Doquier la humanidad! Nunca los bosques
De la áspera Calabria, ni la arena
Del árabe desierto, ni las torvas
Soledades del Norte, que ligero
Cruza el indio feroz, vieran un día,
Tantos delitos bárbaros y horribles
Cual cometieran en su infanda lucha
En mi Patria infeliz, los despiadados
Guerreros de la cruz y de la iglesia!

¡Francia! País de corazón tan grande,
De pensamiento generoso y libre,
Tú que alumbraste al mundo esclavizado
Y soplaste al alma de los pueblos,
En los modernos siglos, ese odio
Que va minando el trono de los reyes;
Tú que llevando escrita en tus banderas
Con sangre y luz, la libertad del mundo,
En su solio espantaste a los tiranos,
Y en su altar sepultaste al fanatismo:

Tú que recuerdas con tremenda ira
Las orgías del inglés en tus hogares,
Y el insultante grito del cosaco
Al pisar el cadáver del imperio,
¿Cómo vienes ahora en tus legiones
El lábaro feroz de la ignorancia
Y de la injusta y negra servidumbre
A un pueblo libre que te amó, trayendo?
¿Tu misión olvidaste con tu historia
Y manchas tus blasones, despreciando
Tu pura fama, al interés vendida?

¿Es que existen naciones, como existen
Embusteros profetas, que fingiendo
Sacrosanta virtud, al cielo ultrajan,
Borrando el hecho lo que dijo el labio?

Yo te miro república naciente
Ahogar la débil libertad de Roma;
Yo te miro después apresurada
Dar un abrazo a Austria sobre Hungría;
Yo te miro más tarde abandonando
De los zares al fiero despotismo
La suerte ¡ay! de la infeliz Polonia,
Y voy a maldecirte... y me detengo,
No eres tú, no eres tú, pueblo grandioso
Que a la divina Libertad consagras
Dentro tu corazón ardiente culto,
Sino el tirano odioso que te oprime
Raquítico remedo de aquel hombre
Colosal que cayó, cuya grandeza
De escaño sirve y pedestal y asilo
A la ambición del mísero pequeño.

Tal el nombre de César y de Augusto
Tiranos, sí, más grandes, elevara
La obscura mezquindad de Cayo el loco
Del imbécil Claudio y de Enobardo infame.

Tú gimes, tú también, pueblo de libres
Encadenado ahora al solio férreo
Que tu paciencia sufre y abomina;
Mas su injusticia y su furor acusan
El grito de tus nobles desterrados
Y la voz varonil de tus tribunos
Y la cólera santa que te agita.

En tanto, de mi Patria los fecundos
Campos abrasa el fuego de la guerra;
Gimen sus pueblos y la sangre corre
En los surcos que abriera laborioso
El labrador que con horror contempla
El paso de tus huestes destructoras.

Ruge el cañón y con su acento anuncia
La elevación de un rey en esta tierra
De la América libre, cuyo jugo,
Es veneno letal a los tiranos,
Y esta nueva desgracia, todavía
Mi triste patria a tus soldados debe.

El trono del Habsburgo se levanta
Sobre bases de sangre y de ruina,
¿Cómo existir podrá, si sus cimientos
El amor de los pueblos no sostiene?
Su ejército servil corre furioso,
A sangre y fuego su pendón llevando;
La falacia precede tentadora,
Que a las almas mezquinas avasalla;
Y se diezman del pueblo las legiones,
Y los pechos menguados desfallecen,
Y en el cielo parece que se eclipsa
¡De libertad la fulgurante estrella!

¡Solemne instante de angustiosa duda
Para el alma de cieno del cobarde!
¡Solemne instante de entusiasmo fiero
Para el alma ardorosa del creyente!
¡Oh no, jamás! La Libertad es grande,
Como grande es el Ser de donde emana
¿Qué pueden en su contra los reptiles?

Ya encendido en el cielo el sol parece
Entre nubes de púrpura brillando...
¡Es el astro de Hidalgo y de Morelos
Nuncio de guerra, de venganza y gloria,
Y el que miró Guerrero en su infortunio
Faro de libertad y de esperanza,
Y el que vio Zaragoza en Guadalupe
La sublime victoria prometiendo!

A su esplendor renuévanse la lucha,
Crece el aliento, la desgracia amengua;
La ancha tierra de México agitada
Se estremece al fragor de los cañones,
Desde el confín al centro, en las altivas
Montañas que domina el viejo Ajusco,
Del norte en las llanuras y en las selvas
Fieras de Michoacán y donde corren
El Lerma undoso y el salvaje Bravo;
De Oaxaca en las puertas que defienden
Nobles sus hijos de entusiasmo llenos
Y en el áspero Sur, altar grandioso
A libertad por siempre consagrado.
Y en las playas que azota rudo Atlante
Y en las que habita belicoso pueblo
Y el Pacífico baña majestuoso.

Sí, donde quiera en la empeñada lucha
Altivo el patrio pabellón ondea,
¿Qué importa que el cobarde abandonado
Las filas del honor corra a humillarse
Del déspota a las plantas, tembloroso?
¿Qué importa la miseria? ¿qué la dura
Intemperie y las bárbaras fatigas?
¿Qué el aspecto terrible del cadalso?
Este combate al miserable aparta,
Del desamparo el fuerte no se turba
Sólo el vil con el número bravea.
¡Cuán hermoso es sufrir honrado y libre,
Y al cadalso subir del despotismo
Por la divina Libertad, cuán dulce!

¡Oh! Yo te adoro Patria desdichada
Y con tu suerte venturosa sueño,
Me destrozan el alma tus dolores
Tu santa indignación mi pecho sufre.
Ya en tu defensa levanté mi acento
Tu atroz ultraje acrecentó mis odios,
¡Hoy mis promesas sellaré con sangre
Que en tus altares consagré mi vida!

El triunfo aguarda, el porvenir sonríe,
Pueda el destino favorable luego,
Dar a tus hijos que combaten bravos
Menos errores y mayor ventura.
Pero si quiere la enemiga suerte
De nuevo hacer que encadenada llores
Antes que verte en servidumbre horrenda
Pueda yo sucumbir, ¡oh Patria mía!

Galeana, 1864. 

viernes, 29 de agosto de 2025

Ramo de Cumpleaños


A MI MADRE
    EN SU CUMPLEAÑOS

Manuel Acuña

Entre los lirios morados
y las camelias hermosas;
entre las mágicas rosas
busqué una flor para ti.

Aunque todas eran puras,
encantadoras y bellas,
ninguna entre todas ellas
que fuese digna creí.

Porque ninguna tenía
las galas y la poesía
de la flor que yo deseaba,
de la flor de la ilusión.

Pero la busqué en seguida
y encontré, por mi fortuna,
una flor como ninguna
porque era del corazón.

Esa flor que sólo nace
en el corazón del hombre,
y cuyo poético nombre
es el cariño filial.

Acéptala si te place
con el amor de tu hijo,
y en cambio sólo te exijo

un cariño para mí. 

miércoles, 27 de agosto de 2025

Imagen de Campos de Rosas, Autor desconocido


BOSQUE DE ROSAS

José Martí

Allí despacio te diré mis cuitas,
¡Allí en tu boca escribiré mis versos!—
¡Ven, que la soledad será tu escudo!
Ven, blanca oveja, (*)
Pero, si acaso lloras, en tus manos
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas
Borraré los extraños versos míos,
¿Sufrir tú, a quien yo amo, y ser yo el casco
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
No, mi tímida oveja, yo odio el lobo, (*)
Ven, que la soledad será tu escudo. (*)
¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre la sombra acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
¡Un pilón labremos, y en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Ésa es la lidia humana: ¡la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios, ¿no son fieras?
¡Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta y mi furor domado.—
Ven, a callar, a murmurar, al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre,—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
¡Del buen obrar qué orgullo al pecho queda
Y cómo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! ¡Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!

¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
¡Ven, que la soledad será tu escudo!


lunes, 25 de agosto de 2025


Pintura de Otoño Autor: Gottfried Tritten


CANTO DE OTOÑO

José Marti

Bien; ya lo sé!: —la muerte está sentada
A mis umbrales: cautelosa viene,
Porque sus llantos y su amor no apronten
En mi defensa, cuando lejos viven
Padres e hijo.—Al retornar ceñudo
De mi estéril labor, triste y oscura,
Con que a mi casa del invierno abrigo,
De pie sobre las hojas amarillas,
En la mano fatal la flor del sueño,
La negra toca en alas rematada,
Ávido el rostro, —trémulo la miro
Cada tarde aguardándome a mi puerta
En mi hijo pienso, y de la dama oscura
Huyo sin fuerzas devorado el pecho
De un frenético amor! Mujer más bella
No hay que la Muerte!: por un beso suyo
Bosques espesos de laureles varios,
Y las adelfas del amor, y el gozo
De remembrarme mis niñeces diera!
...Pienso en aquél a quien el amor culpable
Trajo a vivir, — y, sollozando, esquivo
De mi amada los brazos: —mas ya gozo
De la aurora perenne el bien seguro.
Oh, vida, adiós: —quien va a morir, va muerto.

Oh, duelos con la sombra: oh, pobladores
Ocultos del espacio: oh formidables
Gigantes que a los vivos azorados
Mueren, dirigen, postran, precipitan!
Oh, cónclave de jueces, blandos sólo
A la virtud, que nube tenebrosa,
En grueso manto de oro recogidos,
Y duros como peña, aguardan torvos
A que al volver de la batalla rindan
—Como el frutal sus frutos—
De sus obras de paz los hombres cuenta,
¡De sus divinas alas!... de los nuevos
Árboles que sembraron, de las tristes
Lágrimas que enjugaron, de las fosas
Que a los tigres y víboras abrieron,
Y de las fortalezas eminentes
Que al amor de los hombres levantaron!
¡Esta es la dama, el Rey, la patria, el premio
Apetecido, la arrogante mora
Que a su brusco señor cautiva espera
Llorando en la desierta espera barbacana!:
Éste el santo Salem, éste el Sepulcro
De los hombres modernos:—no se vierta
Más sangre que la propia! No se bata
Sino al que odia el amor! Únjase presto
Soldados del amor los hombres todos!:
La tierra entera marcha a la conquista
De este Rey y señor, que guarda el cielo!
...Viles: el que es traidor a sus deberes,
Muere como traidor, del golpe propio
De su arma ociosa el pecho atravesado!
¡Ved que no acaba el drama de la vida
En esta parte oscura! ¡Ved que luego
Tras la losa de mármol o la blanda
Cortina de humo y césped se reanuda
El drama portentoso! ¡y ved, oh viles,
Que los buenos, los tristes, los burlados,
Serán en la otra parte burladores!

Otros de lirio y sangre se alimenten:
¡Yo no! ¡yo no! Los lóbregos espacios
Rasgué desde mi infancia con los tristes
Penetradores ojos: el misterio
En una hora feliz de sueño acaso
De los jueces así, y amé la vida
Porque del doloroso mal me salva
De volverla a vivi. Alegremente
El peso eché del infortunio al hombro:
Porque el que en huelga y regocijo vive
Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
Penas de la virtud, irá confuso
Del frío y torvo juez a la sentencia,
Cual soldado cobarde que en herrumbre
Dejó las nobles armas; ¡y los jueces
No en su dosel lo ampararán, no en brazos
Lo encumbrarán, mas lo echarán altivos
A odiar, a amar y batallar de nuevo
En la fogosa y sofocante arena!
¡Oh! ¿qué mortal que se asomó a la vida
Vivir de nuevo quiere?...
                                          Puede ansiosa
La Muerte, pues, de pie en las hojas secas,
Esperarme a mi umbral con cada turbia
Tarde de otoño, y silenciosa puede
Irme tejiendo con helados copos
Mi manto funeral.
                            No di al olvido
Las armas del amor: no de otra púrpura
Vestí que de mi sangre.
Abre los brazos, listo estoy, madre Muerte:
Al juez me lleva!

Hijo!...Qué imagen miro? qué llorosa
Visión rompe la sombra, y blandamente
Como con luz de estrella la ilumina?
Hijo!... qué me demandan tus abiertos
Brazos? a qué descubres tu afligido
Pecho? Por qué me muestran tus desnudos
Pies, aún no heridos, y las blancas manos
Vuelves a mí?

Cesa! calla! reposa! Vive: el padre
No ha de morir hasta que la ardua lucha
Rico de todas armas lance al hijo!—
Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
De los abrazos de la muerte oscura

Y de su manto funeral me libren! 

sábado, 23 de agosto de 2025

Campos de Castilla, Autor: Antonio Varas de la Rosa


ARMA SECRETA

Leopoldo de Luis

 

¿Quién levanta del pecho del hombre
estas armas secretas del odio?
¿Quién devuelve la paz a los campos
del alma, sombríos e inhóspitos?

    Pasaron poniendo las bases
ocultas, de sombra y de plomo,
cimentadas en viejos rencores,
tapadas de envidia y rastrojos.

    Subieron al pecho lejanos residuos,
esquirlas de un crimen remoto,
compacta muralla de ciega amargura,
de sangre mezclada con lodo.

    El hombre es un niño que aprende
a odiar, si le enseñan, tan pronto...
Se le vuelve la tierra pequeña
a su lado no cabe ya el otro.

    Se puede volver agua oscura,
corrompida agua negra de un pozo
si lo ciegan con léganos tristes
y remueven el cieno del fondo.

    Ese hombre que cuida los campos,
que cría ganados de cálidos copos,
de repente asesina palomas
y les clava una aguja en los ojos.

    Ese hombre que funda la rosa
y descansa a la sombra de un olmo,
pinares y bosques incendia
y contempla impasible el rescoldo.

    El hombre que curva sus manos,
por el dulce declive de un hombro
de mujer y en las suaves colinas
de unos senos aprende redondos

    encantos, ternuras redondas
en las formas del aire amoroso,
solivianta sus dedos de espinas
y en sus manos se yerguen escollos.

    El hombre que toma en sus brazos
al hijo que le hace sonoro
porvenir, y le muestra las cosas del mundo,
del mundo que en su eje también gira un poco,

    un mal día atraviesa con botas
militares pisando el sollozo,
pisando la frente de un niño que está agonizando
caído en los campos del odio.


jueves, 21 de agosto de 2025


Imagen de las Orillas del Duero

A ORILLAS DEL DUERO

Antonio Machado

 

      Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
      Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
      El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
            ¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
      Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó?  Sobre sus campos aún el fantasma yerta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
      La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
      Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
      El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto

al campo ensombrecido y al pedregal desierto. 

martes, 19 de agosto de 2025

Imagen de anochecer


REGRESO INESPERADO

Juan Leandro Alzugaray

 

Me he despertado en medio de la noche,
y nuevamente te encuentro,
sentada en el borde de mi cama,
viéndome en silencio,
con esa fría mirada que ensayaste,
esa mirada casi sin ojos, ni dirección...

¿Sabes?... no creí que volverías,
pero sin embargo tus pálidos labios,
que practican sin éxito todas las sonrisas ,
me demuestran el porqué de tu regreso...
Mmmm, es lógico, uno se cansa de todo,
incluso de ser un recuerdo...

Sin embargo, esta aparición tuya,
tan repentina, tan silenciosa,
en medio de lo oscuro de la noche,
no me permite comprender del todo
la urgencia de tu presencia...

¿Porqué no hablas?,
¿Es que acaso tienes miedo
que no te responda?...

No temas,
soy el mismo ingenuo soñador de siempre
y hasta podría creerte una vez más,
si quisieras volver a mentirme...

Me lastimaste, es cierto,
sufrí mucho por vos,
pero ahora que volviste, todo está bien,
ahora que estas de nuevo conmigo,
ya hay rencores que nos separen...

Pero...

¿Porqué sigues sin hablarme?,

y... ¿Que sucede con tu cuerpo?...

¿Te estás desvaneciendo?...

Ahora entiendo...

Discúlpame fantasma amigo...

una vez más, te confundí con ella...











REGRESO INESPERADO

Juan Leandro Alzugaray

 

Me he despertado en medio de la noche,
y nuevamente te encuentro,
sentada en el borde de mi cama,
viéndome en silencio,
con esa fría mirada que ensayaste,
esa mirada casi sin ojos, ni dirección...

¿Sabes?... no creí que volverías,
pero sin embargo tus pálidos labios,
que practican sin éxito todas las sonrisas ,
me demuestran el porqué de tu regreso...
Mmmm, es lógico, uno se cansa de todo,
incluso de ser un recuerdo...

Sin embargo, esta aparición tuya,
tan repentina, tan silenciosa,
en medio de lo oscuro de la noche,
no me permite comprender del todo
la urgencia de tu presencia...

¿Porqué no hablas?,
¿Es que acaso tienes miedo
que no te responda?...

No temas,
soy el mismo ingenuo soñador de siempre
y hasta podría creerte una vez más,
si quisieras volver a mentirme...

Me lastimaste, es cierto,
sufrí mucho por vos,
pero ahora que volviste, todo está bien,
ahora que estas de nuevo conmigo,
ya hay rencores que nos separen...

Pero...

¿Porqué sigues sin hablarme?,

y... ¿Que sucede con tu cuerpo?...

¿Te estás desvaneciendo?...

Ahora entiendo...

Discúlpame fantasma amigo...

una vez más, te confundí con ella... 

domingo, 17 de agosto de 2025

Pintura de Antonia G. Sousa; AMISTAD


AMIGAS

Marta Alberca

 

Tras meses de ausencias,
de silencios de amigas.
He podido deleitarme
con tu felicidad fortuíta y tranquila
y tu ilusión de esposa enamorada.

Se perdió la fatiga antigua de tu voz
y hoy la firmeza preside tu discurso.
Yo, con mis oidos plenos, abiertos,
escucho como manejas el blanco y el negro,
cual malabarista,
mientras apenas distingo
una paleta emborronada de grises,
de azules manchados,
de rosas de cuarzo,
algunos lunes en la biblioteca.

Me has rebelado el conjuro:
sin apenas convocar a la paciencia,
elaborar una lista
 de cualidades selectas,
finamente escogidas entre las ya especies protegidas,
—¡ese pragmatismo tuyo!—
y Diana alcanzará para ti todo lo que ahora disfrutas.

En el pozo claro de mi alma,
quedan tardes de dibujos,
aquellas tertulias de recetas infalibles
para vencer al tedio,
para alcanzar el amor sin polillas.

Hoy te ha mirado la fortuna,
espero ofrezcas tu hombro helado
a los fantasmas del miedo,
y de las pérdidas,
y mires de frente a tu suerte,
pues tampoco mereciste perder

lo que perdiste. 

viernes, 15 de agosto de 2025


Pintura de Vladimir Volegov: Retrato de Mujeres
 


BOCA A BOCA

Delmira Agustini

 

Copa de vida donde quiero y sueño
Beber la muerte con fruición sombría,
Surco de fuego donde logra Ensueño
Fuertes semillas de melancolía.

Boca que besas a distancia y llamas
En silencio, pastilla de locura
Color de sed y húmeda de llamas...
¡Verja de abismos es tu dentadura!

Sexo de un alma triste de gloriosa;
El placer unges de dolor; tu beso,
Puñal de fuego en vaina de embeleso,
Me come en sueños como un cáncer rosa...

Joya de sangre y luna, vaso pleno
De rosas de silencio y de armonía,
Nectario de su miel y su veneno,
Vampiro vuelto mariposa al día.

Tijera ardiente de glaciales lirios,
Panal de besos, ánfora viviente
Donde brindan delicias y delirios
Fresas de aurora en vino de Poniente...

Estuche de encendidos terciopelos
En que su voz es fúlgida presea,
Alas del verbo amenazando vuelos,
Cáliz en donde el corazón flamea.

Pico rojo del buitre del deseo
Que hubiste sangre y alma entre mi boca,
De tu largo y sonante picoteo
Brotó una llaga como flor de roca.

Inaccesible... Si otra vez mi vida
Cruzas, dando a la tierra removida
Siembra de oro tu verbo fecundo,
Tú curarás la misteriosa herida:
Lirio de muerte, cóndor de vida,
¡Flor de tu beso que perfuma al mundo!

miércoles, 13 de agosto de 2025


TILO

Gerardo Diego

 

El tilo aquel de Santa Catalina
en su compás de Siena.
¿No escuchas la cantiga cristalina
que en su copa resuena?

Los ojos cierro en gozos de fragancia.
Tilos de mi niñez.
Cómo salváis el tiempo y la distancia
y estáis aquí otra vez.

Y ya en la pubertad, bajo el celeste
azul, sobre la cal,
el que filtró mensajes del nordeste
en la Rúalasal.

Vosotros, entre abejas monacales
de oro sonoro, tilos
que desde el huerto veis surtir cristales
de mi ciprés de Silos

Porque tú amas los tilos y la calma
de su flor en tus nervios,
quiero aprender de ti a domar mi alma,
mis ímpetus soberbios.

Lección de serenada mansedumbre,
de paciencia encendida.
Flores de ti, mi lámpara y mi azumbre,
la razón de mi vida.

Como a la flor del tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera,

beberte sorbo a sorbo. 

lunes, 11 de agosto de 2025

Pintura Abstracta verde: Autor desconocido


AQUÍ ENTRE LA VERDE JUNCIA

Luis de Góngora y Argote

 

Aquí entre la verde juncia
Quiero (como el blanco cisne
Que envuelto en dulce armonía,
La dulce vida despide)

Despedir mi vida amarga
Envuelta en endechas tristes,
Y querellarme de aquélla
Tan hermosa como libre.

Descanse entre tanto el arco
De la cuerda que le aflige,
Y pendiente de sus ramos
Orne esta planta de Alcides,

Mientras yo a la tortolilla
Que sobre aquel olmo gime,
Le hurto todo el silencio
Que para sus quejas pide.

Bellísima cazadora,
Más fiera que las que sigues
Por los bosques cruel verdugo
De mis años infelices:

Tan grandes son tus extremos
De hermosa y de terrible,
Que están los montes en duda
Si eres diosa o si eres tigre.

Préciaste de tan soberbia
Contra quien es tan humilde
Que, considerados bien,
Todos los monteros dicen

Que los dos nos parecemos
Al roble que más resiste
Los soplos del viento airado:
Tú en ser dura, yo en ser firme.

En esto sólo eres roble,
Y en lo demás flaca mimbre,
No sólo a los recios vientos,
Mas a los aires sutiles.

Ya no persigues, cruel,
Después que a mí me persigues,
A los ciervos voladores
Ni a los fieros jabalíes.

Ni de tu dichoso albergue
Las nobles paredes visten
Los despojos de las fieras
Que, como a mí, muerte diste.

No porque no gustes de ello,
Sino porque no te obligue
El encontrarme en la caza
A que siquiera me mires.

Los monteros te suspiran
Por todos estos confines,
Y el mismo monte se agravia
De que tus pies no le pisen,

Por el rastro que dejaban
De rosas y de jazmines,
Tanto que eran a sus campos
Tus dos plantas dos abriles.

Haz tu gusto, que yo quiero
Dejar (pues de ello te sirves)
El espíritu cansado
Que mis flacos miembros rige.

Conseguiremos en esto
Ambos a dos nuestros fines:
Tú el de cruel en dejarme,
Yo el de leal en morirme.

Tú, rey de los otros ríos,
Que de las sierras sublimes
De Segura al Oceano
El fértil terreno mides,

Pues en tu dichoso seno
Tantas lágrimas recibes
De mis ojos, que en el mar
Entran dos Guadalquivires,

Ruégote que su crueldad
Y mi firmeza publiques
Por todo el húmedo reino
De la gran madre de Aquiles,

Porque no sólo en las selvas,
Mas los que en las aguas viven
Conozcan quién es Daliso

Y quién es la ingrata Nise. 

sábado, 9 de agosto de 2025




Mujer triste de Ojos Negros, Autor: Desconocido


ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA

Rubén Darío

 

¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.

Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.

Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.

Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.

La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.

Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra

que hace cantar a Pan bajo las viñas!


jueves, 7 de agosto de 2025

 El Gran Ferrocarril del oeste: J. M. William Turner.


MOMENTOS FELICES

Gabriel Celaya

 

Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,

¿no es la felicidad que no se vende? 

martes, 5 de agosto de 2025


Imagen De Burro en las Montañas, Autor: Desconocido


EL MULO MOLA

José Bergamín

 

El hijo de la gran Mula
por Mola vino a las malas.
Como no tuvo soldados,
los hizo con las sotanas.
De lejos, el traidor Franco
solo promesas le manda,
y tomándolo por Muño
le anuncia tropas mulatas.
Ya están pidiendo madrinas
las tropas de las mejalas.
La media Luna ya tiene
protección de las beatas.
¡Cómo curan sus heridos,
cómo el moro les regala
sangrientos ramos de flores
llenos de orejas cortadas!
En mulas van hacia Mola
pidiendo a gritos la paga.
Mola los mueles con marcos,
ya caducos, de Alemania.
¡Fiero moro, te engañaron,
te van a engañar, te engañan!
De todas partes por radio
llegan las voces cascadas
de generales borrachos
diciendo botaratadas.
Mientras que contra los cuentos
que los fascistas levantan,
las hoces y los martillos
chocan sus verdades claras.
Las Milicias van cantando
su alegría en la batalla,
victoriosas de la muerte
que acecha a sus milicianas;
siempre poniendo los ojos
en donde ponen las balas.
Asoma la luz del día
enfrente de Guadarrama,
ensangrentando de albores
las luces de la esperanza.
Al otro lado del monte

está la muerte de España. 

domingo, 3 de agosto de 2025

Pintura de: Van Gogh


YO SOY ESPAÑOL

Hermanos Álvarez Quintero

 

ESPAÑITA:  Yo soy español
yo soy de la tierra dichosa
del vino y del sol.
Para hacer en el aire castillos
me basta un cigarro;
para estarme tendido en la cama
me basta un catarro;
para ver cómo pasan las horas
me basta un guitarro,
para darle mil vueltas al mundo
me basta una copa de vino y un jarro.
¡Chitón! ¡Chitón!
¡Me carga la Constitución!
Paladín soy que no calla
en defensa de su fe;
soy ministro que no halla
ni un escollo en cuanto ve;
general soy que avasalla,
y sin tropas ni metralla,
yo no pierdo una batalla
en la mesa del café.
Yo tengo tesoros
de superstición;
un naipe de oros
es un fortunón.
Me encantan los moros
y la Inquisición,
y voy a los toros
y luego al sermón.
                  (Dándose golpes de pecho).
—¡Santo, santo, santo,
Señor, yo pequé!
                  (Gritando, como si estuviera en los toros).
—¡Señor presidente,
no lo entiende usté!
—¡Santo, santo, santo,
mísero mortal!
—¡Váyase usté al toro!
¡Granuja! ¡morral!
Yo nunca estoy triste:
yo soy español.
A todo infortunio
mi patria resiste.
Es la única tierra que existe
que vende y revende
la sombra y el sol.
Yo soy español:
yo soy de la tierra dichosa

del vino y del sol. 

viernes, 1 de agosto de 2025

El Desesperado Obra de: Gustave Courbet

CIUDAD CERO

Ángel Gonzalez


Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años —que eran
la quinta parte de toda mi vida—,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
—papeles y retratos
en medio de la calle...

Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.