"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

Recordando a Lorca








                               ELEGÍA DEL MUERTO JUVENIL

Has muerto. Y todavía te envolvías
en un aire tembloroso de promesa y sonrisa.
Has muerto. Y todavía tu risa
era un torrente de vida no vivida.
¡Oh corazón, que ligero flotaba
como un niño adormecido
sobre el agua cambiante del momento!
¡Oh corazón, nunca hastiado,
no cargado de dolores y experiencia,
no maduro ya de muerte preparado!
¡Oh corazón, cada día nuevo
como la maravilla de la vida rubia que,
imprevista nace con un rumor de frondas
y carreras y persigue y burla,
escapa y vuelve, y ríe, y tiembla!
Has muerto. Y todavía brillaba en tus ojos
la sorpresa de vivir, de tener un nombre,
un cuerpo, un tiempo, un amor no agotado
para esta variedad de días claros.
Has muerto. Has muerto compañero
y hoy todavía te veo aturdido,
preguntando inocente si es cierto.


Gabriel Celaya. Zaragoza, 1938.


MEMORIA DE FEDERICO

I

Que no murió. Le mataron
Contra la cal de una tapia luminosa
me lo dejaron clavado.
-"Por vuestros padres- decía-.
Y lo dejaron clavado
diez pólvoras asombradas
y una bruta voz de mando.
¡Decidme cómo, decidme,
puede ocurrir tal espanto!
¡Ay, hombres sin nombre y madre!
¡Ay, sal seca y hueso amargo!
Diez bocas estupefactas
y un hombre que estaba al mando.
Nada más ni nada menos.
Sólo un vacío sin llanto.
Y esta rabia que me grita
que no murió; le mataron.


II

¡Ay, Federico García,
quién lo podía decir!
¡Ay, Federico García,
muera la guardia civil!
Lo que en otros no envidiaban
ya lo envidiaban en ti.
Un sepulcro con tu nombre
y una unidad de raíz.
La sangre que se me agolpa
quiere ahora hablar por ti.
Toda la pena de España,
todo este pus de raíz,
y más allá de mi mismo,
el pueblo llora por ti.
¡Ay, Federico García,
muera la guardia civil!


Gabriel Celaya. 1949


RECUERDO A FEDERICO

Recuerdo a Federico,
su corazón que flota como ese niño ahogado
en las aguas desiertas por una tarde lenta,
su corazón sin aire
para el vuelo que, loco, su amor le prometía.
Recuerdo a Federico,
sus mentiras que siempre prefería a las verdades,
sus exageraciones fieramente evidentes,
sus fábulas, su risa
que ponía las cosas en su punto exacto.
Recuerdo a Federico,
su abundancia, su amor que derramaba
generoso, en mil cosas, palabras, animales, niños,
amigos cualesquiera,
relámpagos parados de su pesada noche.
Recuerdo a Federico,
recuerdo que en él pesan ya diez años de tierra,
recuerdo que ha quedado con un boquete seco,
nadie sabe por qué, y eso es lo más terrible,
en un lugar cualquiera, un día que no nombro.


Gabriel Celaya. San Sebastián. 3 de julio de 1947 

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