"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

viernes, 31 de marzo de 2017

LA VOZ A TI DEBIDA (Versos del 102 al 126)

 
¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría: 


los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor. 


Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras! 


Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde. 


Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo. 


Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».



Pedro Salinas

jueves, 30 de marzo de 2017

ALEGORIA DEL RIO SECO



Es triste la tristeza de este cauce vacío,
con árboles sin sombra muriendo en sus orillas;
y, como si lloraran por la ausencia del río,
son lágrimas de oro sus hojas amarillas.


Los bordes de este cauce son los labios de un viejo
que aprendió la amargura de besar en la frente;
y, como el marco inútil donde brilló el espejo,
hay algo que nos mira tras su reflejo ausente.


Es triste la tristeza de este cauce vacío,
triste como las canas de un hombre sin mujer,
porque el cauce es la inmensa desolación de un río
que se convierte en surco, sin lograr florecer...

           
A veces, en otoño, la lluvia persistente
llena la zanja seca con sus aguas sin brío,
y el cauce desolado tal parece que siente
la fugaz alegría de volver a ser río.


Hoy su propio silencio tiene una voz ajena,
y ayer, cantando el canto de las aguas felices,
olvido la asechanza de la sed de la arena
y el misterioso instinto que alarga las raíces.


Y, ante este gran cadáver que lucha con lo inerte,
en su terca esperanza rebosante de fe,
se diría que el cauce no comprendió su muerte
y se quedó esperando el agua que se fue.



Jose Angel Buesa

miércoles, 29 de marzo de 2017

CANCION DE LA ENREDADERA


Como un verde tentáculo que se alarga de sed,
la alegre enredadera crece por la pared.


Su verdor va envolviendo cuando encuentra de paso
y el retoño del alba ya es rama en el ocaso.


No lo contiene nada. Y así crece, florida
imagen del amor cuando llena una vida.


Y creciendo y creciendo florece sobre el muro,
y es fugaz primavera y otoño prematuro.


Porque esa enredadera verde mente lozana,
nació ayer y hoy florece para morir mañana.


Imagen del amor alocado y ardiente
que por crecer tan pronto se secó prontamente.

                II
Oh amor, ven poco a poco ¡Mira que no quisiera
que pudieras secarte como una enredadera!




Jose Angel Buesa

martes, 28 de marzo de 2017

A MIGUEL HERNÁNDEZ, ASESINADO EN LOS PRESIDIOS DE ESPAÑA

    Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías,
      pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
      la escolástica de viejas páginas, un olor
      a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
      sobre los montes, y en tu máscara
      la aspereza cereal de la avena segada
      y una miel que medía la tierra con tus ojos.

      También el ruiseñor en tu boca traías.
      Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
      de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
      Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
      y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
      bajo la luna y bajo el sol de la batalla.

      Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
      que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego azul.
      Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
      te escucho, sangre, música, panal agonizante.

No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.

Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro, como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

        Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
        de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
        tu poesía despedazada en el combate
        hacia nuestra victoria.
                                          Y Praga rumorosa
        construyendo la dulce colmena que cantaste,
        Hungría verde limpia sus graneros
        y baila junto al río que despertó del sueño.

        Y de Varsovia sube la sirena desnuda
        que edifica mostrando su cristalina espada.

        Y más allá la tierra se agiganta,
                                                        la tierra
        que visitó tu canto, y el acero
        que defendió tu patria están seguros,
        acrecentados sobre la firmeza
        de Stalin y sus hijos.
                                        Ya se acerca
        la luz a tu morada.
                                      Miguel de España, estrella
        de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
        no te olvido, hijo mío!
                                          Pero aprendí la vida
        con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
        y encontré en mí no el llanto,
        sino las armas
        inexorables!
                              Espéralas! Espérame!
Pablo Neruda

lunes, 27 de marzo de 2017

CONFIANZA

 
Mientras haya
alguna ventana abierta,
ojos que vuelven del sueño,
otra mañana que empieza. 


Mar con olas trajineras
—mientras haya—
trajinantes de alegrías,
llevándolas y trayéndolas. 


Lino para la hilandera,
árboles que se aventuren,
—mientras haya—
y viento para la vela. 


Jazmín, clavel, azucena,
donde están, y donde no
en los nombres que los mientan. 


Mientras haya
sombras que la sombra niegan,
pruebas de luz, de que es luz
todo el mundo, menos ellas. 


Agua como se la quiera
—mientras haya—
voluble por el arroyo,
fidelísima en la alberca. 


Tanta fronda en la sauceda,
tanto pájaro en las ramas
—mientras haya—
tanto canto en la oropéndola. 


Un mediodía que acepta
serenamente su sino
que la tarde le revela. 


Mientras haya
quien entienda la hoja seca,
falsa elegía, preludio
distante a la primavera. 


Colores que a sus ausencias
—mientras haya—
siguiendo a la luz se marchan
y siguiéndola regresan. 


Diosas que pasan ligeras
pero se dejan un alma
—mientras haya—
señalada con sus huellas. 


Memoria que le convenza
a esta tarde que se muere
de que nunca estará muerta. 


Mientras haya
trasluces en la tiniebla,
claridades en secreto,
noches que lo son apenas. 


Susurros de estrella a estrella
—mientras haya—
Casiopea que pregunta
y Cisne que la contesta. 


Tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando
—mientras haya—
amanecer de poema. 


Mientras haya
lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
lo que venga.




Pedro Salinas

domingo, 26 de marzo de 2017

EN UN ALBUM

 
Cuando abriendo tu boca perfumada,
La voz dulce y perlada
De tu bella garganta haces brotar,
En voces de sirenas ideales,
Y en arpas de sonidos celestiales,
A mí me haces pensar.
 
Cuando miro tu cuello alabastrino
Y tu cuerpo divino
Que al de Venus la diosa ha de igualar,
Del mármol la blancura,
Y del cisne la olímpica figura,
Me haces recordar.



¡Cuántas veces ligera como un hada,
Te he visto yo ocupada
En las dulces tareas del hogar,
Y entonces a mi madre,
Y Carlota de Werther heroína,
Me has hecho recordar!




Delmira Agustini

sábado, 25 de marzo de 2017

VIENTOS DEL PUEBLO


Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.


Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.


No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta. 


Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.


¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?


Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.


Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.


Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba. 


La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.


Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta. 


Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.


Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.



Miguel Hernandez

viernes, 24 de marzo de 2017

AL SOLDADO INTERNACIONAL CAIDO POR ESPAÑA

 
Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.

Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.

Con un sabor a todos los soles y los mares,
España te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.

A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.



Miguel Hernandez

jueves, 23 de marzo de 2017

ACEITUNEROS


 
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?


No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.


Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.


Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento. 


Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.


Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?


Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.


No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.


Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.


¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!


Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?


Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.


Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.



Migual Hernandez

miércoles, 22 de marzo de 2017

A MI HIJO


Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.


Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tiera, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.


Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.


Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.


Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.


El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reír, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.


Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.


Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.


Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.


Los consejos del mar de nada te han valido...


Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.


Verde, rojo, moreno; verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.


Mujer arrinconada: mira que ya es de día.


(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mia,
la noche continúa cayendo desolada.



Miguel Hernandez

martes, 21 de marzo de 2017

ARMONIA


Quise tocar el gozo primitivo,
batir mis alas, trasponer la linde
y volver, al origen, desde el fin de
mi juventud, para sentirme vivo.

Quise reverdecer el viejo olivo
de la paz, pero el alma se me rinde.
¿Quién es sin su dolor? ¿Quién que no brinde,
sin pena, su ayer libre a su hoy cautivo?

Y ¿quién se adueñará de la armonía
universal, si rompe, nota a nota,
grano a grano, el racimo, los acordes?

¿Quién se olvida que es cuna y tumba, día
y noche, honda raíz y flor que brota,
luz, sombra, vida y muerte hasta los bordes?




Jose Hierro

lunes, 20 de marzo de 2017

CORRIDA DE TOROS

 
De sombra, sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.


Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas. 


Se hace añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento. 


¡Buen caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas. 


Carrusel de claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas. 


Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva. 


Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas. 


Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado. 


Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.




Rafarl Alberti

domingo, 19 de marzo de 2017

A UN TIEMPO DEJABA EL SOL

 
A un tiempo dejaba el Sol
Los colchones de las ondas,
Y el orinal de mi alma
La vasera de su choza;

Él porque tres veces quiere
En las tres lucientes bolas
De la torre de Marruecos
Ver su caraza redonda;

Y ella porque sus corderos,
En tanto que el Alba llora,
Se longanicen las tripas
De esmeraldas y de aljófar,

A cuenta de los poetas
Que baratan estas joyas
Entre los que en avellanas
Les pagan a «qué quiés, boca». 


De luz, pues, y de ganado
Se cubre la vega toda,
Y el aire de la armonía
Que despide una zampoña,

Profundamente tañida
De un cuitado que la sopla,
Quizá tan profundamente
Que no hay Judas que la oya. 


Guarda el pobre unas ovejas,
Si el que se las deja solas
Las guarda, y a sus rediles
No las vuelve, o vuelve pocas;

Culpa de un Dios que, aunque ciego,
Clava una saeta en otra,
Y calienta, aunque desnudo,
El muro helado de Troya

(Cuando criminante y bella
Salió ministrando aljófar),
Del sacro Betis la Ninfa
Que vio España más hermosa;

Tan celada de su padre,
Que el lado aún no le perdona,
Y si hay sombras de cristal,
La Ninfa se ha vuelto sombra. 


Viola en las selvas un día
En una virginal tropa
De secuaces de Diana,
Saeteando una corza.

Nunca la viera el cuitado,
Y no dejara en mal hora
Por el campo su hacienda,
Por el río su memoria.

Desde entonces los carneros
Van perdiendo sus esposas,
Y de lanas de bayeta
Les va el lobo haciendo lobas. 


Río abajo, río arriba,
Pasos gasta, viento compra,
Que se venden por suspiros
Y valen misericordia. 


Tantos días, tantas veces
Oyó su voz lagrimoso
El río desde su urna,
Que un día sacó la cholla,

Y le halló entre unos carrizos
Ventoseando unas coplas,
En favor a lo que dicen
De su húmida señora,

Que lo oía entre unos sauces
Haciendo desdén y pompa
Del pastor y de sus versos,
Zahareña y gloriosa. 


De las plumas de una mimbre
Cortó el viejo dos garzotas,
Y en el envés de la Ninfa
Me las desnudó de hojas. 


Cansado, pues, el pastor
De invocar piedad tan sorda,
De mi bella pastorcilla
El dulce favor implora. 


Un rato le ruega humilde
Que su lira sonorosa
Al aire haga y al río
Cualque suave lisonja. 


Condescendió con sus ruegos
Cloris, y luego a la hora
yerba y flores a porfía
le tejieron una alfombra. 


Pulsó las templadas cuerdas,
y al punto el cielo se escombra,
el aire se purifica,
la ribera se convoca. 


Las Ninfas que de aquel soto
los muchos árboles honran,
vistiéndose miembros bellos
desnudan cortezas toscas. 


A un verde arrayán florido
Se casaron dos palomas,
Blancas señas de que el aire
La madre de Amor corona. 


Un dulce lascivo enjambre
De hijuelos de la Diosa,
Vertiendo nubes de flores
Jazmines llueven y rosas. 


Sofrenó el Sol sus caballos
Para oír a mi pastora,
Tanto, que besó algún signo
Las caderas luminosas;

Y fue tal la sofrenada,
Que con las lucientes colas
Ensuciaron y aun barrieron
Dos tachones de la zona. 


Su verde cabello el Betis
Descubrió, y su barba undosa,
Y el húmido cuerpo luego
Vestido de juncos y ovas. 


La hija aguarda que el padre
Todo el campo reconozca,
Y a las detenidas aguas
fía luego la persona. 


Salió de espumas vestida,
y por lo que es vergonzosa,
calzada una celosía
de caracoles y conchas. 


¡Oh, lo que diera el pastor
por ser aquel día babosa
de algún caracol de aquellos!...
Mas quédese aquí esta historia.




Luis de Gongora y Argote

sábado, 18 de marzo de 2017

EMILIA

 
La adelantada fuiste tú en la tierra
a sonreír desde la cuna,
tú, nuestra adelantada hoy en el cielo,
rica de primogenitura.


Si la primera entre los diez hermanos
fuiste en la cuna y en la tumba,
más crecida entre todos, nos preparas
en nueva casa nueva cuna.


Hoy es 15 de agosto y es el día
en que María el cielo surca;
que Ella te diga que en ti espero y pienso,
tú, su azucena en las alturas.


Yo era un niño de meses, tú una infanta,
virgen de musas y de músicas.


Entre tus brazos de soñada madre
tú me estrechabas con ternura.


Durante trece meses que mi lengua,
pétalo apenas que se curva,
no supo articular la santa sílaba
que leche y madre clama y busca,


fuimos tú y yo de padre y madre hermanos
—nuestra mudez, madre profunda—
y al pensar que ya pronto me perdías,
más me robabas cada luna.


Tú chapuzabas en mis ojos nuevos
tus ojos fijos de preguntas
y hablaban con las mías tus pupilas
voces de arroyo que susurra.


Al jugar tu recelo y mi inocencia,
mi transparencia con tu angustia,
sentías derramarse en tus entrañas
mil cataratas de clausura.


El mundo para ti se te abreviaba
entre mantillas y entre espumas;
mis puños sonrosados que esgrimía
eran tus flores, sólo tuyas.


¿Cómo de aquellas pláticas sublimes
la clave hallar que las traduzca,
de aquellas letanías de amor puro,
de amor que lleva a la locura?


El padre y los hermanos nos miraban
y se asomaban a la cuna,
al umbral del misterio doloroso
de aquella sima taciturna.


¿Acaso ya sabías, dulce hermana,
dulce doncella sordomuda,
que Dios que te selló boca y oídos
para embriagarte de su música,

desataría un día mi trabada
lengua discípula y adulta?


¿Sabías ya que yo iba a ser poeta?
¿No eres tú, Emilia, quien me apunta?



Ricardo Diego

viernes, 17 de marzo de 2017

SONETO XIV


Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente. 


Y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que, haciendo
lo que le pide hace, va corriendo
y aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento,
que en su daño os me pide, yo querría
quitarle este mortal mantenimiento. 


Mas pídemele y llora cada día
tanto que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte, y aun la mía.





Garcilaso de la Vega

jueves, 16 de marzo de 2017

AZUCENAS EN CAMISA

 
Venid a oír de rosas y azucenas
    la alborotada esbelta risa
Venid a ver las rosas sin cadenas
    las azucenas en camisa

Venid las amazonas del instinto
    los caballeros sin espuelas
aquí al jardín injerto en laberinto
    de girasoles y de bielas

Una música en níquel sustentada
    cabellos curvos peina urgente
y hay sólo una mejilla acelerada
    y una oropéndola que miente

Agria sazón la del febril minuto
    todo picado de favores
cuando al jazmín le recomienda el luto
    un ruiseñor de ruiseñores

Cuando el que vuelve de silbar a solas
    el vals de «Ya no más Me muero»
comienza a perseguir por las corolas
    la certidumbre del sombrero

No amigos míos Vuelva la armonía
    y el bienestar de los claveles
Mi corazón amigos fue algún día
    tierno galope de corceles

Quiero vivir La vida es nuevo estilo
    grifo de amor grifo de llanto
Girafa del vivir Tu cuello en vilo
    yo te estimulo y te levanto

Pasad jinetes leves de la aurora
    hacia un oeste de violetas
Lejos de mí la trompa engañadora
    y al ralantí vuestras corvetas

Toman las nubes a extremar sus bordes
    más cada día decisivos
Y a su contacto puéblense de acordes
    los dulces nervios electivos

Rozan mis manos dádivas agudas
    lunas calientes y dichosas
Sabed que desde hoy andan desnudas
    las azucenas y las rosas



Gerardo Diego

miércoles, 15 de marzo de 2017

LOS AIRES

 
¡Damas altas, calandrias!
Junten su elevación
algazara y montaña,
todavía crecientes

gracias a la mañana
trémula del rocío,
tan cándida y sin tasa,
bajo el cielo inventor

de distancias, de fábulas. 

¡Libertad de la luz,
damas altas, calandrias,
lo rubio, lo ascendente!
Sean así la traza,

tan simple aún, clarísima,
de las profundas Nadas
gozosas de los aires,
con un alma inmediata,

sí, visible, total,
¡ah!, para la mirada
de los siempre amadores
¡Damas altas, calandrias!





Jorge Guillen

martes, 14 de marzo de 2017

CIMA DE LA DELICIA


¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro. 


Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
En el espacio airoso,
Henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
Profundidad de espejo. 


Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero. 


¡Dulzura de los años
Irreparables! ¡Bodas
Tardías con la historia
Que desamé a diario!

Más, todavía más. 

Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!




Jorge Guillen

lunes, 13 de marzo de 2017

VOCACION


Abrir los ojos. Y ver
sin falta ni sobra, a colmo
en la luz clara del día
perfecto el mundo, completo.


Secretas medidas rigen
gracias sueltas, abandonos
fingidos, la nube aquella,
el pájaro volador,
la fuente, el tiemblo del chopo.


Está bien, mayo, sazón.
Todo en el fiel. Pero yo...
Tú, de sobra. A mirar,
y nada más que a mirar
la belleza rematada
que ya no te necesita.


Cerrar los ojos. Y ver
incompleto, tembloroso,
de será o de no será,
—masas torpes, planos sordos—
sin luz, sin gracia, sin orden
un mundo sin acabar,
necesitado, llamándome
a mí, o a ti, o a cualquiera
que ponga lo que le falta,
que le de la perfección.


En aquella tarde clara,
en aquel mundo sin tacha,
escogí:
            el otro.
Cerré los ojos.




Pedro Salinas

domingo, 12 de marzo de 2017

ANTES DE SER MADURO


Todavía la vieja tentación
de los cuerpos felices y de la juventud
tiene atractivo para mí,
no me deja dormir
y esta noche me excita.


Porque alguien contó historias
de pescadores en la playa,
cuando vuelven: la raya del amanecer
marcando, lívida, el límite del mar,
y asan sardinas frescas
en espetones, sobre la arena. 


Lo imagino enseguida.
Y me coge un deseo de vivir
y ver amanecer, acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.


Aunque quizás alivie despertarse
a otro ritmo, mañana. 


                                Liberado
de las exaltaciones de esta noche,
de sus fantasmas en blue jeans.


Como libros leídos han pasado los años
que van quedando lejos, ya sin razón de ser
—obras de otro momento. 


                                    Y el ansia de llorar
y el roce de la sábana, que me tenía inquieto
en las odiosas noches de verano,
el lujo de impaciencia y el don de la elegía
y el don de disciplina aplicada al ensueño,
mi fe en la gran historia... 


Soldado de la guerra perdida de la vida,
mataron mi caballo, casi no lo recuerdo. 


Hasta que me estremece
un ramalazo de sensualidad.

Envejecer tiene su gracias. 

Es igual que de joven
aprender a bailar, plegarse a un ritmo
más insistente que nuestra experiencia. 


Y procura también cierto instintivo
placer curioso,
una segunda naturaleza.




Jaime Gil de Biedma


sábado, 11 de marzo de 2017

EL PEZ INQUIETO

 
Me han llamado
el mal nacido de todas las madres,
el ateo que corre por fuera de las iglesias,
uno de los más canallas en el corazón
limpio y claro de mis damas,
el estiércol vivo que danza por las calles,
la melodía salvaje de las flores,
el patrón de la soledad y la amargura,
el patán perezoso de nuestra querida sociedad,
aquél que ni siquiera un capital puede producir.


De tantas formas me han llamado
que casi termina en mi olvido.


Yo sólo reconozco mi irreverencia
ante el ruido feroz de la modernidad,
mi aliento de huracán enfurecido,
la capa fresca de mi corazón,
mis ojos como dos fogatas ardiendo,
mi cuerpo que no tiene dueña.


Soy un irrespetuoso de las campanas del Domingo,
indiferente a las reuniones de los señores,
militante del viento y la marea,
soñador de la mesa para todos.


Qué nuevo puedo anunciarles!
ustedes me llaman de tantas formas,
el mal nacido de todas las madres!
Yo sólo digo que soy Santiago Azar,
el pez inquieto que está haciendo temblar
la inmensidad del océano
con todos sus marineros y habitantes.



Santiago Azar

viernes, 10 de marzo de 2017

CARTA

 
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.


Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.


Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.


Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.


Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.


Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.


Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.


Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.


Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.


Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.


Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.


Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,

volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.


Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.


Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.


La recibiré dormido,
si no es posible despierto.


Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.




Miguel Hernandez

jueves, 9 de marzo de 2017

CANCION SERENA

 
No me dejéis así:
Sorbido por la tierra
hondísima y vibrante como el clamor penúltimo;
con este olor maduro de soles y horizontes
abriéndome en el pecho un surco luminoso.


No es que el cuerpo me suene a cristal derramado
ni que diez corazones me alanceen las yemas,
ni que cielos redondos agolpen sus rebaños
a mis ojos mastines, ladradores de cimas.


Es que un mar fugitivo rinde velas y senos
y pétalos y espumas en la gozosa playa
donde el rumor se atreve a mancillar la sombra.
¡Y se me ciegan labios y gritos y pupilas!


Es que siento que el aire es de carne dulcísima
y la luz sólo luz. Que el contorno me huye
a bandadas blanquísimas de palomas y lirios
y me abandonan manos y dientes y melenas.


¡No! ¡No me dejéis así! Moriría desnudo
sin sentirme morir.


Y mi pobre vestido, con su sangre caliente,
se hundiría, esperando mi imposible retorno.



Victoriano Cremer

miércoles, 8 de marzo de 2017

A UN OLMO SECO


Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.


  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.


  No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.


  Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.


  Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida. 


Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.




Antonio Machado

martes, 7 de marzo de 2017

PALABRAS DE UN POETA

 
Eleva tu espíritu sutil hasta lo más recóndito del cielo
y antes que el sueño terminal agote vuestra carne
bebe del licor de los odres más añejos

Siente el atardecer en el banco de una plaza
y el aroma de un beso de mujer
como legado del destino

Sirve a la causa de tu honor
y retruca a los relámpagos

Ríe a carcajada con los gnomos
y ruge tu bondad que es don divino

Intuye el porvenir y ordena vuestra hacienda
dejando tu heredad a los esclavos del arado

Visita a tus amigos en el templo
y a vuestros enemigos déjalos morar en su calvario

Toma tu precio y no derroches sacrificios
Invierte tus talentos en semillas que puedas cultivar

¡No pidas si no sabes dar!
¡no juzgues sin antes juzgar tu panza!

¡Que vuestra vida sea el evangelio de los pobres!
Siente el latido de vuestro corazón
y devuelve al cielo tu mirada

Eleva tu espíritu sutil hasta lo más recóndito del cielo
y antes que el sueño terminal agote vuestra carne
bebe del licor de los odres más añejos

Siente el atardecer en el banco de una plaza
y el aroma de un beso de mujer
como legado del destino

Sirve a la causa de tu honor
y retruca a los relámpagos

¡Vivirás eternamente en el corazón de los humildes!



 Ali Al Haded

lunes, 6 de marzo de 2017

ANGULO DE HUIDA

 
Acuden internos. Brota
para perenne belleza
la inundación de mis brazos.


Domicilio cierro al beso,
prohíbo toda caricia,
pero agacho mi cabeza
y entro en la cueva del aire,
en el molde de su cuerpo
que dejó en el aire al irse.


En su anterior permanencia:
estrago, fuego y dominio.
¡Qué dolor de brida firme!


Y la estela de su marcha
abierta al igual que un libro.


Y yo leyendo en los muros
del ángulo de su huida
los imposibles estímulos.




Manuel Altolaguirre

domingo, 5 de marzo de 2017

MONSTRUOS

 
Todos los días rezo esta oración
al levantarme:

Oh Dios,
no me atormentes más. 


Dime qué significan
estos espantos que me rodean. 


Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual, que yo les interrogo a ellos. 


Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación. 


Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas que me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!

No me devoran. 

Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos. 


No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente;
no, ninguno tan monstruoso
como esa alimaña que brama hacia ti,
como esa desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
«Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche».




Damaso Alonso

sábado, 4 de marzo de 2017

LA DESPEDIDA

 
Nací de honesta madre: diome el cielo
fácil ingenio en gracias afluente;
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud el paternal desvelo.


Con sabio estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente;
la corva scena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.


Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.


Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas, a Dios, ingrata patria mía.



 Leandro Fernandez de Moratin

viernes, 3 de marzo de 2017

LA LUNA Y LA ROSA


En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
y el aroma de la noche
le henchía —sedienta boca—
el paladar del espíritu,
que adurmiendo su congoja
se abría al cielo nocturno
de Dios y su Madre toda... 


Toda cabellos tranquilos,
la Luna, tranquila y sola,
acariciaba a la Tierra
con sus cabellos de rosa
silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
exhalaba sus entrañas
fundidas de amor, su aroma... 


Entre las zarzas, su nido,
era otra luna la rosa,
toda cabellos cuajados
en la cuna, su corola;
las cabelleras mejidas
de la Luna y de la rosa
y en el crisol de la noche
fundidas en una sola... 


En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
mientras la rosa se daba
a la Luna, quieta y sola.





Miguel de Unamuno

jueves, 2 de marzo de 2017

DE VUELTA A CASA

 
Desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra, y los maíces de sus vegas. 


Compadeciendo mi secura, riegas
montes y valles, los de mis entrañas,
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino, y así en la fe me anegas. 


Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos

de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
de amor, compañero de la ruta.




Miguel de Unamuno

miércoles, 1 de marzo de 2017

DEJAME ESTA VOZ

 
Déjame esta voz que tengo
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo
sus ríos secos colgando de las piedras.


Déjame vivir como acero mohoso
sin puño tirado en las nubes
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.


Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.


Me ahogué en fin amigos
ahora duermo donde nunca despierte
no saber más de mí mismo es algo triste
dame la guitarra para guardar las lágrimas.




Luis Cernuda