"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

miércoles, 30 de noviembre de 2016

HOMBRE DE MAR

 
El mar aprisiona los secretos del marino
en su versión de sal
Y en su pequeña embarcación el hombre cano
Contrasta con la majestuosidad de ese grito

Las olas confluyen cual dádivas del océano
sobre las tablas del velero
y, arteramente, la noche lo cobija
con su manto de perdón

Pero el hombre intuye su soledad
y desde la proa de la nave exhala humo de una pipa
(Ya en su corazón se adivina la tristeza de la luna)

Pronto habrá amanecido
y el horizonte flotará en el recuerdo...

Rubio mar enciende las nostalgias
y Las Nereidas sonríen su deleite,
cuando rugiente sol amonesta los sentidos
y se apagan las distancias...
¡Quedará sólo este amanecer y ningún otro será igual!
¿qué son mil días para un marino
 que en el amor ha naufragado ?

Vistiendo su impecable uniforme azul
con la insignia de capitán
el marino se acuclilla sobre la cubierta
y luego de rezar
toma su navaja y corta sus venas

Y hay un Martín Pescador
que consiguió escapar de los esteros
para hacerse ave de mar
y canta una canción de marineros

«No le pido espumas a las mareas
ni tampoco ondinas a la mar
quiero sólo tu permiso ¡Oh, Señor!
para esparcir mis cenizas...¡cuando muera!»




 Ali Al Haded

martes, 29 de noviembre de 2016

MAREA VIVA


Como la ola pero no como la mar inacabable
como la ola solamente que nace y se derrumba
como la ola que muere de su propio impulso
que se expande rugiente y se estrella espumea destella
hasta abolirse en la ribera o regresar a su origen
como la ola que es un temblor del tiempo
tú y yo sobre la playa
                                frente a las olas
en el tiempo que nos destruye y nos repite. 


Más tarde
                después
                              cuando no estemos
¿verán otros ojo este mismo movimiento
con los ojos de quienes lo contemplamos ahora?
¿podremos asomarnos a aquella mirada?
¿tendrá la nostalgia en otros labios
                                                      sabor a salitre
como ahora la tiene en tus labios?
¿Despedirán las aguas descendentes
este profundo macerado olor sulfuroso
levemente carnal y carnívoro
que evoca despojos de líquenes de algas de mariscos?
si así fuese: ¿los sabrán nuestros polvos
                                                            lo sabrá nuestra muerte?

Desde lo profundo del otoño marino
te invito a subir hacia el día futuro clarísimo
en que alguna pareja enlazada
                                                semejante a la nuestra
al contemplar las olas que rompen destellan espumean se abolen
pensará en la muerte uniforme general
pensará en la suya y en quienes más tarde
podrán perpetuar la mirada con que se aman ahora
la mirada con que también ven moverse las olas
en el tiempo sien duración que las repite y las destruye. 


Acaso sientan ellos entonces vivir su eternidad.
Acaso la sentirán como si fuera el firmamente
acaso empiecen a ascender hacia su nebulosa
como las aguas vivas del mar en tiempos de equinoccio.




Juan Liscano

lunes, 28 de noviembre de 2016

ENSEÑAME


 
Enséñame a cantar en la niebla,
a dibujar en la luz,
a sembrar amor en el olvido.


Enséñame a sentir la vida
allí donde la muerte reina.


Enséñame a dominar
los horizontes del instinto.
Toco una mano. Se desvanece.


Elevo mi voz hacia el silencio,
y late el corazón de los sentidos.


Estoy perdido,
perdido en el día,
perdido en la noche,
buscando un abismo.


                                        Y este dolor
es como un ángel sin alas,
como un espejo vacío,
como una luna sin tiempo.



Luis Llorente Benito

domingo, 27 de noviembre de 2016

¿DONDE ESTAS TU?

 
Cuando miro el cielo azul
Con el sol enfrente nublando
La vista,
Alcanzo a ver un pájaro
Que viene hacia mí,
en vuelo presuroso,
como si quisiera comunicarme
un mensaje.

Se acerca, se acerca,
Pero cuando está llegando
Junto a mí,
Desaparece en el cielo azul
Con el sol enfrente,
Cegando la vista.

Y mi imaginación se dispara
También, en vuelo presuroso,
Te busca, te anhela, te desea,
Te habla, te pregunta, te ama,
Señor, y también te olvida,
Quizás tan pronto como ese pájaro
Revoloteando y desapareciendo.

¿Dónde estás tú?
No llego a verte,
No alcanzo a hablarte
Y sobretodo, no te oigo.
¿Dónde estás tú?
¿Dónde te escondes?

Quizás en esa gruta, en mi vida,
Quizás en mi popularidad,
Quizás en el dolor,
Quizás en la sonrisa dulce
Del sol ardiente.

Pero no, yo sé que no estás ahí.
¿Dónde estás tú?
¿En esa cruz cristiana?
¿En ese cielo estrellado?
¿En el sol del mediodía?
¿En la iglesia más cercana?

No Señor, sé que no estás ahí.
¿Dónde estás tú?
Y tú me respondes,
Sin responder,
En cada humano que tú creaste,
En mi corazón,
A mi lado,
Y si yo lo permito,
Dentro de mí,
A cada momento,
Animando, ayudando,
Soportando mis flaquezas,
Decidiendo cuando me faltan
                              — las fuerzas,
amando, amando, amando
sin fin y con proyecto de futuro.



Maria Dolores Ouro Agromartin

sábado, 26 de noviembre de 2016

ALICIA EN EL PAIS


Una taza de música voy a tomar contigo,
Alicia, no te quemes los labios todavía,
Suelta de tu mirada el hielo que la cubre,
Ven a tomar café y un soplo
Inmaterial de vida en ese alado
Movimiento que en mí ya resucita
La llama de tu nombre. 


Porque existes y tu difunta forma
En la extensión lingüística equivale
A nuestra destrucción, yo te convido
Al efluvio de Proust inaparente
De este café con música. 


El gladiolo de un vals me dice que has llegado,
Que las flores de árticos olvidos
No han podido expulsarte de mi reino
Y que, vaga o disuelta en el azúcar
De esta taza de música tú eres
Alicia, como un pájaro extraviado
Entre los laberintos de mis ojos.




Carlos Rivera Ortiz

viernes, 25 de noviembre de 2016

ROMANCE. LA DESCONFIANZA


Las rosas que, ya marchitas,
de ti con desdén alejas,
la aurora me vio cortarlas,
y hermosas jóvenes eran.


Vivieron. Fue para siempre
su honor y antigua belleza.
¡Ay, todo cual sombra pasa,
y el ser a la nada lleva!


Vendrá el agosto abrasado
ahogando flores y, muertas
sus hijas, a otras regiones
volará la primavera.


En pos, el maduro otoño,
mostrando su faz risueña,
hará que el lánguido estío
bajo sus pámpanos muera.


Mas el aquilón bramando
se arrojará de las sierras,
y, lanzando estéril yelo,
cubrirá de horror la tierra.


Así, la lóbrega noche
sucede a la luz febea,
las risas a los lamentos,
y a los placeres las penas.


Es el universo entero
una inconstancia perpetua:
se muda todo; no hay nada
que firme y estable sea.


Y en medio a tantos ejemplos
que triste mudanza enseñan,
¡ay Filis!, ¿tu pecho solo
tendrá en amarme firmeza?




Nicasio Alvarez de Cienfuegos

jueves, 24 de noviembre de 2016

ROMANCE. EL TUMULO


¿No ves, mi amor, entre el monte
y aquella sonora fuente,
un solitario sepulcro
sombreado de cipreses?


¿Y no ves que en torno vuelan,
desarmados y dolientes,
mil amorcitos, guiados
por el hijo de Citeres?


Pues en paz allí cerradas
descansan ya para siempre
las silenciosas cenizas
de dos que se amaron fieles.


Éramos niños nosotros
cuando Palemón y Asterie
llenaron estas comarcas
de sus cariños ardientes.


No hay olmo que, en su corteza,
pruebas de su amor no muestre;
Palemón, los unos dicen,
los otros claman Asterie.


Sus amorosas canciones
todo zagal las aprende;
no hay valle do no se canten,
ni monte do no resuenen.


Llegó su vejez, y hallolos
en paz, y amándose siempre;
y amáronse, y expiraron;
pero su amor permanece.


¿Te acuerdas, Filis, que un día,
simplecillos e inocentes,
los oímos requebrarse
detrás de aquellos laureles?


¡Cuántas caricias manaban
sus labios! ¡Cuántos placeres!
¡Cuánta eternidad de amores
juraba su pecho ardiente!


Al verlos, ¿te acuerdas, Filis,
oh, tan preciosas niñeces
volaron, que me dijiste,
deshojando unos claveles:


yo quiero amar; en creciendo,
serás Palemón, yo Asterie,
y juraremos, cual ellos,
amarnos hasta la muerte?


Mi Filis, mi bien, ¿qué esperas?
El tiempo de amar es éste;
los días rápidos huyen,
y la juventud no vuelve.


No tardes; ven al sepulcro
donde los pastores duermen
y, a su ejemplo, en él juremos
amarnos eternamente.



Nicasio Alvarez de Cienfuegos

miércoles, 23 de noviembre de 2016

EL MAR SE SALE DE TUS OJOS


El mar se sale de tus ojos,
la tierra quiere abrazarte
duérmete en su cama verde
que ella contigo... duerme
Duerme también la mañana
hacia el final de la noche,
antes de la madrugada
mueren alfileres de luz
acariciándote la cara. 


Caracolas de agua dulce
se miran en tu mirada.
Desierto de nubes bajas
en tus labios cinceladas. 


En los calores de agosto
escondidas entre la parva
transitan los afilados nácares
de la trilla reseca y mansa. 


Polvo que eleva sueños
movidos por horcas blancas.
Saltamontes de alegría
compiten con las cigarras
por ser ellos los primeros
en anidar en tu pelo. 


Siestas del mediodía
ahogadas entre sudores.
Mieses amarillas que duermen
los cantos de golondrina. 


Duerme Castilla
y dormida
porque tú duermes,
te sueña cercana y dulce
con olores de trigo verde. 


A mundo nuevo resuenan
agolpándose todos tus sueños
esparcidos por las venas. 


Venas de luna llena
con labios de mariposa.
Resopla el viento de otoño
besando tus alas nuevas. 


Ya estoy andando el camino
que va directo a tus sueños.
Jugando por las acequias
viejas, del pozo viejo. 


Escondite de colores
cielos de tinta azul
escriben tu nombre
entre renglones de luz. 


Poema roto que ensancha
la pena de quién bien ama.
Amar, amar amando
lo que por derecho se ama.


Por las calles negras y amargas
de las ciudades sin alma.
Suenan canciones nuevas,
son sirenas de plata,
deshaciendo los nudos viejos
que a la nada me atan.



Salvador Lapeña

martes, 22 de noviembre de 2016

AMOR EN EL RECUERDO



  
Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados
y la tierra abraza al cielo.


La vereda de gris plata
se muestra y se esconde,
jugando a ser duende,
entre el cardo y la mata. 


Vieja encina polvorienta,
levanta tu brazo al cielo
mientras que por el suelo
esparces bellotas magenta. 


Allá, entre el bosquecillo,
una fina cinta de bronce
se retuerce en su cauce
orlada de tono amarillo. 


En las ramas, calla el ave,
y enmudece la cigarra,
hasta parece que la tierra
nos hurta su cara grave. 


Son las horas del silencio,
en las que tan solo truenan
y todo el paraje lo llenan,
gemidos de corazón necio. 


Sollozos apenas sofocados
que queman como soles
hasta los retoños nobles
de mis amores soñados. 


Vida prendida en la rama,
ilusiones apenas florecidas,
lágrima de agua bendecida
huida del amor del que ama. 


Ya todo es ahora silencio,
solo me queda el recuerdo
de ese amor que te guardo,
al que idolatro y reverencio. 


Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados
y la tierra abraza al cielo.




Juan Luis Alba

lunes, 21 de noviembre de 2016

A UNA AUSENTE SERAFICA



Éstos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.

Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.

Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,

ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.

                              *
Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agreño
que en la rama caduca pone el nido.

De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.

Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.

Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti para marchar me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.




Ramon Lopez Velarde

domingo, 20 de noviembre de 2016

AMOR Y ORGULLO

 
Un tiempo hollaba por alfombras rosas;
y nobles vates, de mentidas diosas
prodigábanme nombres;
mas yo, altanera, con orgullo vano,
cual águila real a vil gusano,
contemplaba a los hombres. 


Mi pensamiento —en temerario vuelo—
ardiente osaba demandar al cielo
objeto a mis amores,
y si a la tierra con desdén volvía
triste mirada, mi soberbia impía
marchitaba sus flores.


Tal vez por un momento caprichosa
entre ellas revolé, cual mariposa,
sin fijarme en ninguna;
pues de místico bien siempre anhelante,
clamaba en vano, como tierno infante
quiere abrazar la luna. 


Hoy, despeñada de la excelsa cumbre
do osé mirar del sol la ardiente lumbre
que fascinó mis ojos,
cual hoja seca al raudo torbellino,
cedo al poder del áspero destino...
¡Me entrego a sus antojos! 


Cobarde corazón, que el nudo estrecho
gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho
tu presunción altiva?
¿Qué mágico poder, en tal bajeza
trocando ya tu indómita fiereza,
de libertad te priva? 


¡Mísero esclavo de tirano dueño,
tu gloria fue cual mentiroso sueño,
que con las sombras huye!
Di, ¿qué se hicieron ilusiones tantas
de necia vanidad, débiles plantas
que el aquilón destruye? 


En hora infausta a mi feliz reposo,
¿no dijiste, soberbio y orgulloso:
—¿Quién domará mi brío?
¡Con mi solo poder haré, si quiero,
mudar de rumbo al céfiro ligero
y arder al mármol frío! 


¡Funesta ceguedad! ¡Delirio insano!
Te gritó la razón... Mas ¡cuán en vano
te advirtió tu locura!...
¡Tú mismo te forjaste la cadena,
que a servidumbre eterna te condena,
y a duelo y amargura! 


Los lazos caprichosos que otros días
—por pasatiempo— a tu placer tejías,
fueron de seda y oro;
los que ahora rinden tu valor primero,
son eslabones de pesado acero,
templados con tu lloro. 


¿Qué esperaste, ¡ay de ti!, de un pecho helado
de inmenso orgullo y presunción hinchado,
de víboras nutrido?
Tú —que anhelabas tan sublime objeto—
¿cómo al capricho de un mortal sujeto
te arrastras abatido? 


¿Con qué velo tu amor cubrió mis ojos,
que por flores tomé duros abrojos,
y por oro la arcilla?...
¡Del torpe engaño mis rivales ríen,
y mis amantes, ay, tal vez se engríen
del yugo que me humilla! 


¿Y tú lo sufres, corazón cobarde?
¿Y de tu servidumbre haciendo alarde
quieres ver en mi frente
el sello del amor que te devora?...
¡Ah! Velo, pues, y búrlese en buen hora
de mi baldón la gente. 


¡Salga del pecho —requemando el labio—
el caro nombre de mi orgullo agravio,
de mi dolor sustento!...
¿Escrito no le ves en las estrellas
y en la luna apacible que con ellas
alumbra el firmamento?

¿No le oyes, de las auras al murmullo?
¿No le pronuncia —en gemidor arrullo—
la tórtola amorosa? 


¿No resuena en los árboles, que el viento
halaga con pausado movimiento
en esa selva hojosa?
De aquella fuente entre las claras linfas,
¿no le articulan invisibles ninfas
con eco lisonjero?... 


¿Por qué callar el nombre que te inflama,
si aún el silencio tiene voz, que aclama
ese nombre que quiero?... 


Nombre que un alma lleva por despojo;
nombre que excita con placer enojo,
y con ira ternura;
nombre más dulce que el primer cariño
de joven madre al inocente niño,
copia de su hermosura;

y más amargo que el adiós postrero
que al suelo damos, donde el sol primero
alumbró nuestra vida,
nombre que halaga y halagando mata;
nombre que hiere —como sierpe ingrata—
al pecho que le anida. 


¡No, no lo envíes, corazón, al labio!
¡Guarda tu mengua con silencio sabio!
¡Guarda, guarda tu mengua!
¡Callad también vosotras, auras, fuente,
trémulas hojas, tórtola doliente,
como calla mi lengua!




Gertrudis Gomez de Avellaneda

sábado, 19 de noviembre de 2016

LA POESIA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.


Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.


Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. 


Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando. 


Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.


Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo. 


Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.


Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego. 


Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto. 


Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. 


Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.




Gabriel Celaya

viernes, 18 de noviembre de 2016

CANCION



Yo te amaré,
Gelmira, hasta que el cielo
temple del sol
los rayos y el calor,
hasta que el mar,
furioso y atrevido,
suba a apagar
del Vesubio el ardor.

         
Yo te amaré,
más constante que a Leda
el cisne Dios,
que burló su candor,
más que el Amor
a su adorada Sigis,
a quien rindió
burlando su candor.

         
Yo te amaré,
yo besaré la flecha
con que el amor
hirió mi corazón,
yo te amaré,
idiolatrada esposa,
hasta morir
durará mi pasión.




Felix Maria Samaniego

jueves, 17 de noviembre de 2016

HOMENAJE

 
  Ha muerto Rubén Darío,
        ¡el de las piedras preciosas!

 
Hermano, ¡cuántas noches tu espíritu y el mío,
unidos para el vuelo, cual dos alas ansiosas,
sondar quisieron ávidas el Enigma sombrío,
más allá de los astros y de las nebulosas! 


          Ha muerto Rubén Darío,
          ¡el de las piedras preciosas!

 
¡Cuántos años intensos junto al Sena vivimos,
engarzando en el oro de un común ideal
los versos juveniles que, a veces, brotar vimos
como brotan dos rosas a un tiempo de un rosal!

Hoy tu vida, inquieta cual torrente bravío,
en el Mar de las Causas desembocó; ya posas
las plantas errabundas en el islote frío
que pintó Böckin... ¡ya sabes todas las cosas! 


          Ha muerto Rubén Darío,
          ¡el de las piedras preciosas!

 
Mis ondas rezagadas van de las tuyas; pero
pronto en el insondable y eterno mar del todo
se saciara mi espíritu de lo que saber quiero:
del Cómo y del Porqué, de la Esencia y del Modo. 


Y tú, como en Lutecia las tardes misteriosas
en que pensamos juntos a la orilla del Río
lírico, habrás de guiarme... Yo iré donde tu osas,
para robar entrambos al musical vacío
y al coro de los orbes sus claves portentosas... 


          Ha muerto Rubén Darío
          ¡el de las piedras preciosas!




Amado Nervo

miércoles, 16 de noviembre de 2016

EN PAZ


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas. 


...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! 


Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas... 


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!




Amado Nervo

martes, 15 de noviembre de 2016

TU LA QUE FONDEAS EN MIS VERSOS


Tú, mi barco pirata...
¡cómo te abordo y te tomo!
Seducido por tu hermosura,
culmina mi madurez en ti,
¡oh mujer de arriba abajo,
que andas sobre la punta de los pies
y arrojas brillantes y amorosos dardos! 


Ven conmigo a la mar;
bañémonos desnudos en su playa,
y plenos de pasión dejemos
que nos purifique el sol del mediodía. 


Yo no soy astuto, como Ulises,
ni destiño lo teñido con púrpura del mar,
ni mis antojos son caros y perjudiciales
al alma y al cuerpo, ni mi carro
va en pos de las ninfas marinas. 


No, ¡todo es mentira!
Pero anhelo cosechar de tu feminidad,
extasiarme, a tu vera,
con la menuda palabra que yerra,
y en el error hallar la certeza,
la vis que nos permita
amarnos por encima del imperio. 


Hay muchas maneras de decir «te quiero»,
como soles bañando con sus cálidos rayos
la inmensidad en incesante movimiento. 


Te quiero con la mirada,
te enamoro con arrullos y besos,
con el tacto avivo tu cuerpo
que súbitamente recobra vida. 


Tú, mi barco pirata,
la que mantiene la cabeza sobre el agua
y me susurra un «te quiero»,
la que fondea en mis versos
y despliega sus velas en el mar de mis adentros,
la que reposa en mi pecho,
despeinados sus cabellos,
y va besándome en silencio,
la que florece en alma y cuerpo
y se hace a la mar de nuestro lecho, ...
tú, digo, cuya potencia amatoria
no tiene igual bajo el firmamento,
en el piélago te engolfas y nutres mi sentimiento. 


Luego, con palabras te sosiego,
arrebatándote inesperadas lágrimas
que nos unen también párpados adentro. 


Cuando te cubras de cabellos blancos,
vestiré tu anciana belleza de corazones
tan albos cual estrictos sombreros blancos. 


Finalmente un beso, con viento favorable,
y zarpar dándonos todo el reposo,
mientras en algo nos perdemos.





Juan Jose Reyes Rios

lunes, 14 de noviembre de 2016

A VIVA VOZ


A los ríos que dejaron sus pechos en el mar
a la tierra de mejillas prolongadas como tripas
a la piedra madura que besa viento y camino
a las montañas maternales
a la flora y fauna decapitada por manos sangrientas
a los volcanes reprimidos
a la lluvia inconsecuente de los bosques y ciudades
a las aves con sus maletas y sus alas
a los desiertos enemigos del agua pura
al vino que incendia la garganta del pueblo
a los hielos de entrañas frías y secretas
a los valles, a los cóndores
a todo lo que es parte de mí y de mi poesía
a ellos levanto mi lápiz
a ellos dedico la semilla de la noche
mi soledad de araña que cae sobre la patria
y sobre cada palabra que sale a mi paso
mi voz enamorada de la primera y última gota
de mis hermanos
mis labios color de fruta
mis venas acariciadas por el sueño salvaje
mi agonía incesante y profunda
mi religión de aullidos desatados
mi juventud sonora y definitiva 

A ellos levanto mi puño como a una bandera
a ellos dedico el calor de esta brasa
de esta lágrima de Dios llamada Chile




Mario Melendez

domingo, 13 de noviembre de 2016

MAREA VIVA

 
Como la ola pero no como la mar inacabable
como la ola solamente que nace y se derrumba
como la ola que muere de su propio impulso
que se expande rugiente y se estrella espumea destella
hasta abolirse en la ribera o regresar a su origen
como la ola que es un temblor del tiempo
tú y yo sobre la playa
                                frente a las olas
en el tiempo que nos destruye y nos repite. 


Más tarde
                después
                              cuando no estemos
¿verán otros ojo este mismo movimiento
con los ojos de quienes lo contemplamos ahora?
¿podremos asomarnos a aquella mirada?
¿tendrá la nostalgia en otros labios
                                                      sabor a salitre
como ahora la tiene en tus labios?
¿Despedirán las aguas descendentes
este profundo macerado olor sulfuroso
levemente carnal y carnívoro
que evoca despojos de líquenes de algas de mariscos?
si así fuese: ¿los sabrán nuestros polvos
                                                            lo sabrá nuestra muerte?

Desde lo profundo del otoño marino
te invito a subir hacia el día futuro clarísimo
en que alguna pareja enlazada
                                                semejante a la nuestra
al contemplar las olas que rompen destellan espumean se abolen
pensará en la muerte uniforme general
pensará en la suya y en quienes más tarde
podrán perpetuar la mirada con que se aman ahora
la mirada con que también ven moverse las olas
en el tiempo sien duración que las repite y las destruye.


Acaso sientan ellos entonces vivir su eternidad. 

Acaso la sentirán como si fuera el firmamente
acaso empiecen a ascender hacia su nebulosa
como las aguas vivas del mar en tiempos de equinoccio.




Juan Liscano

sábado, 12 de noviembre de 2016

NO ES UNA DELICADA PRIMAVERA

 
No es una delicada primavera
quien bulle en el jardín haciendo flores,
negra de arcilla y manchas de colores
y de toda sustancia verdadera.


No es una frágil niña pinturera
quien le prende a la tierra mil amores
y con la nada borda los primores
en que se mira la creación austera.


Es la joven perfecta, fuerte y pura
que eternamente vamos persiguiendo
por las inmemoriales lejanías.


Madre de toda luz, dulce ventura
de los que eternamente amaneciendo
vienen por los abismos de los días.




Eliseo Diego

viernes, 11 de noviembre de 2016

ARANDO EN EL MAR


Cruzaste mi camino por azar...
¿Que por qué reparé en ti?
No sé... 


Eras alegre, casquivano...
¿O eras casualidad?
Qué más da... 


Tus ojos me fijaban con insolencia
mientras avanzabas paso a paso
por mi sendero de sueños...

Te vi aquella mañana... 

Arando en un mar transparente
de encajes celestes...
Allí donde las nubes fuerzan la marea
acariciar la arena... 


Tu mirada chispeante cantaba
en mis ojos mientras te soñaba. 


Brillabas en mi alma como brilla
el reflejo del sol sobre las aguas
calmas... 


Más allá de la razón...
Nos lanzamos al vacío de un
mundo desconocido... 


Un mundo donde la brisa se
transforma en fuego...
Donde se confunden ternura,
deseo, pasión y juego... 


Y tus ojos cambiaron de expresión...
Vi una mirada sensual y penetrante
desnudar mi timidez en un instante... 


Sentí la vida oscilar bajo tus manos
suaves...
Y en el olvido nos ahogamos,
vencidos... 


Pero las nubes corren esta noche,
veloces...
Ya tu rostro etéreo detrás de una
estrella se esconde... 


Ya una lluvia de lágrimas borró
despacio las huellas de tus pasos...
Ya solo adivino la risueña expresión
de tus ojos...

Ay, amor... 

Si ya te entregué todo lo que se
puede entregar...
Dime, di... 


¿Qué más te podría dar?
Si no eras realidad...
Te vi pasar por mis sueños...
Nada más...




 Marie Ange Bonnevie

jueves, 10 de noviembre de 2016

SIN RETORNO


Desde este universo quebrado
que a la pesadez de mi párpado
otorgó el transcurrir del tiempo,
preveo el final de mi existencia. 


Observo en respetuoso silencio
todo lo que fue mi vida pasada
ese deambular, sombras pardas,
interminable carrusel grotesco
girante a lomos de las horas,
montando en minutos efímeros
y galopando sobre los segundos. 


Esa vida que ya solo es sueño
perdido en los abismos oscuros
de esta mi soledad perpetua,
y hoy aún admiro ensimismado
los dorados rasgos de mi amada
difuminados entre las brumas. 


¿Qué cantos de sirenas mudas
recorrieron los ocultos rincones
de este mi corazón desnudo
haciéndome vibrar y estremecer
hasta la última de mis fibras? 


Fue sueño de amor, fue locura,
quizás una pasión desmedida,
en esencia , fuese lo que fuese,
de esa su naturaleza fenecida
quedó constancia en mi mente
y raíces profundas en el alma. 


Vida, que por vivir,
mueres. 


Amor que por amar,
matas.

Sueño que por soñar,
duermes. 


Horas que herís cual estilete,
minutos idos sin ser sentidos,
segundos que nunca fueron,
devolved, liado en paño negro
bordado en flores de nácar,
hilo de plata y cadena de oro,
el sentimiento latiente y puro
del que fue mi bien adorado. 


Ya emprendí mi largo viaje,
solo con equipaje de alma,
tan solo ida, no hay retorno. 


No estoy en sitio visible,
en ninguna parte imaginable,
navego sin rumbo en la nada,
la brújula se torno enemiga
igual que antes hizo el tiempo,
giro entre la rosa de los vientos
como una mariposa herida,
y por esto que premio espero
de yacer bajo la lápida fría.




Juan Luis Alba

miércoles, 9 de noviembre de 2016

HORAS DE DANZA


Nada importa gastar medio día
Media noche
para llegar
hasta el hito que tienes
a dos millas de ti. 


Tal vez la magia del celuloide
en tu recordada mente de niña
te dio toda la fuerza
para impedir el desasosiego:
La vaharada sin ingenio ni fin. 


Sentías
sin llegar aún,
el vórtice retumbante
de los parajes. 


Aventuras marinas
bajo el mismo techo
de tu pensamiento. 


El vuelo a través de las calles
de Agrabah
y por los simunes
de otros tantos Saharas. 


Tú, como nueva Aladina,
quisiste combatir a los supervillanos virtuales,
precisamente,
en el mundo
de la supervillanía no virtual. 


De repente,
cuan toque de varita
no mágica,
yo columbro esta arista escondida
por omnipresencia
de las verdes campiñas
por el azul lacustre
que te prestan al paso. 


Por el pinar agriado
(Como diría Juan Ramón)
por los soles de agosto,
y me lastimo. 


Pero tú bailabas
la danza de estas horas
y tu boca pronunciaba
vocablos florecidos,
palabras salvadoras. 


Entonces,
yo recogí mis costras. 


Inmaculé el momento
y lavé el eterno reclamo
de otros días.

Por eso, ahora... 

Sólo pensando en ti
y en todos tus senderos
ansiosos de apertura,
admito: 


Nada importa gastar medio día
Media noche
para llegar
hasta el hito que tienes
a dos millas de ti.




Luis Alvarez

martes, 8 de noviembre de 2016

CUATRO CHOPOS


Como tras de sí misma va esta línea
por los horizontales confines persiguiéndose
y en el poniente siempre fugitivo
en que se busca se disipa
—como esta misma línea
por la mirada levantada
vuelve todas sus letras
una columna diáfana
resuelta en una no tocada
no oída ni gustada mas pensada
flor de vocales y de consonantes
—como esta línea que no acaba de escribirse
y antes de consumarse se incorpora
sin cesar de fluir pero hacia arriba:
los cuatro chopos.

                                Aspirados
por la altura vacía y allá abajo,
en un charco hecho cielo, duplicados,
los cuatro son un solo chopo
y son ninguno.


                          Atrás, frondas en llamas
que se apagan —la tarde a la deriva—
otros chopos ya andrajos espectrales
interminablemente ondulan
interminablemente inmóviles.


El amarillo se desliza al rosa,
se insinúa la noche en el violeta.


Entre el cielo y el agua
hay una franja azul y verde:
sol y plantas acuáticas,
caligrafía llameante
escrita por el viento.
Es un reflejo suspendido en otro.


Tránsitos: parpadeos del instante.
El mundo pierde cuerpo,
es una aparición, es cuatro chopos,
cuatro moradas melodías.


Frágiles ramas trepan por los troncos.
Son un poco de luz y otro poco de viento.


Vaivén inmóvil. Con los ojos
las oigo murmurar palabras de aire.


El silencio se va con el arroyo,
regresa con el cielo.


Es real lo que veo:
cuatro chopos sin peso
plantados sobre un vértigo.


Una fijeza que se precipita
hacia abajo, hacia arriba,
hacia el agua del cielo del remanso
en un esbelto afán sin desenlace
mientras el mundo zarpa hacia lo obscuro.


Latir de claridades últimas:
quince minutos sitiados
que ve Claudio Monet desde una barca.


En el agua se abisma el cielo,
en sí misma se anega el agua,
el chopo es un disparo cárdeno:
este mundo no es sólido.


Entre ser y no ser la yerba titubea,
los elementos se aligeran,
los contornos se esfuman,
visos, reflejos, reverberaciones,
centellear de formas y presencias,
niebla de imágenes, eclipses,
esto que veo somos: espejeos.




Octavio Paz

lunes, 7 de noviembre de 2016

LA ORILLA DEL MAR



No es agua ni arena
la orilla del mar. 


El agua sonora
de espuma sencilla,
el agua no puede
formarse la orilla. 


Y porque descanse
en muelle lugar,
no es agua ni arena
la orilla del mar. 


Las cosas discretas,
amables, sencillas;
las cosas se juntan
como las orillas. 


Los mismo los labios,
si quieren besar. 


No es agua ni arena
la orilla del mar. 


Yo sólo me miro
por cosa de muerto;
solo, desolado,
como en un desierto.

A mí venga el lloro,
pues debo penar. 


No es agua ni arena
la orilla del mar.




Jose Gorostiza

domingo, 6 de noviembre de 2016

ELEGIA


Solo, con ruda soledad marina,
se fue por un sendero de luna,
mi dorada madrina,
apagando sus luces como una
pestaña de lucero en la neblina.


El dolor me sangraba el pensamiento,
y en los labios tenía,
como una rosa negra, mi lamento.


Las azules canéforas de la melancolía
derramaron sus frágiles cestillos,
y el sueño se dolía
con la luna de lánguidos lebreles amarillos.


Se pusieron de púrpura las liras;
las mujeres, en hilos de lágrimas suspensas,
cortaron las espiras
blandamente aromadas de sus trenzas.


Y al romper mis quietudes vesperales
lo gris de estas congojas,
las oí resbalar como a las hojas
en los rubios jardines otoñales.


Apaguemos las lámparas, hermanos.
De los dulces laúdes
no muevan el cordaje nuestras manos.


Se nos murieron las siete virtudes,
al asomar
los finos labios del amanecer.


¡Ponga Dios una lenta lágrima de mujer
en los ojos del mar!




Jose Gorostiza

sábado, 5 de noviembre de 2016

EL SEXO

 
Entre las piernas suaves pasa un río,
lecho insinuado para el agua viva;
entre la fresca sombra o un humo quedo
que en el terso crepúsculo está inmóvil.


Entre los muslos, sólo el tiempo quieto,
el tiempo que no pasa, eternamente,
inmortal, sin nacer, entre las sombras.


Entre las piernas bellas sólo un río
en el fondo se siente cruzar único.


Agua oscura sin tiempo que no nace
y que sobre la tierra desemboca.

Oh, hermosa conjunción de sangre y flor,
botón secreto que en la luz perfuma
el nacimiento de la luz creciendo
de entre los muslos de la bella echada.


Ruda moneda o sol que exhala el día
naciendo de ese cuerpo dolorido,
presto al amor cuando el cenit empuje
al adversario que agresivo avanza.


Misterio entonces del ocaso ardiente
cuando como en caricia el rayo ingrese
en la sima voraz y se haga noche :
noche perfecta de los dos amantes.




Vicente Aleyxandre

viernes, 4 de noviembre de 2016

LUZ Y AMOR. ARIBA

 
Las lágrimas y besos;
son burbujas
que ascienden desde el alma.


Es mi cariño
menos pesado que la sangre,
más leve que el espíritu,
el que se desvanece sin palabras.


Es lluvia efervescente
para regar los cielos,
hasta el aire más alto,
hasta lo azul del día.


Mi beso allá se abre,
arriba, con tus ojos.


Pero me llega el barro a la cintura
y siento los metales de las minas
en las hondas raíces de mi nombre.


El amor me engrandece,
hace pequeño el mundo,
hace que te conozca,
me hace saber quien soy.




Manuel Altolaguirre

jueves, 3 de noviembre de 2016

LA CAZA


Casi sin esperarla aunque siempre temida
me alcanzó la noche. 


Cuando más admirado estaba
de inesperadas luces, de renacidos soles
dando otra cara al cielo
me alcanzó la noche. 


Por las tapias de mi jardín atravesando,
por el serrín de mi belén quemando,
por los universos de mi rincón abortando,
me alcanzó la noche. 


Recogiendo los restos, en cristales
rotos, del horizonte, comprendí
que a ese largo pasillo sin principio ni meta
que llamamos destino
le alcanzó la noche. 


Mas no quise dejar de amar aún conociendo
que me alcanzó la noche.




Jesus Aparicio Gonzalez

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EN UNA DESPEDIDA

 
Tardan las cartas y son poco
para decir lo que uno quiere. 


Después pasan los años, y la vida
(demasiado confusa para explicar por carta)
nos hará más perdidos. 


Los unos en los otros, iguales a las sombras
al fondo un pasillo desvayéndonos,
viviremos de luz involuntaria
pero sólo un instante, porque ya el recuerdo
será como un puñado de conchas recogidas,
tan hermoso en sí mismo que no devuelve nunca
las palmeras felices y el mar trémulo. 


Todo fue hace minutos: dos amigos
hemos visto tu rostro terriblemente serio
queriendo sonreír.
                            Has desaparecido. 


Y estamos los dos solos y en silencio,
en medio de este día de domingo,
bellísimo de mayo, con matrimonios jóvenes
y niños excitados que gritaban
al levantarse tu avión. 


Ahora las montañas parecen más cercanas. 


Y, por primera vez,
pensamos en nosotros. 


A solas con tu imagen,
cada cual se conoce por este sentimiento
de cansancio, que es dulce —como un brillo de lágrimas
que empaña la memoria de estos días,
esta extraña semana. 


Y el mal que nos hacemos,
como el que a ti te hicimos, lo inevitablemente
amargo de esta vida en la que siempre, siempre,
somos peores que nosotros mismos,
acaso resucite un viejo sueño
sabido y olvidado. 


El sueño de ser buenos y felices.

Porque sueño y recuerdo tienen fuerza
para obligar la vida,
aunque sean no más que un límite imposible. 


Si este mar de proyectos
y tentativas naufragadas,
este torpe tapiz a cada instante
tejido y destejido,
esta guerra perdida,
nuestra vida,
da de sí alguna vez un sentimiento digno,
un acto verdadero,
en él tu estarás para siempre asociado
a mi amigo y a mí. No te habremos perdido.



Jaime Gil de Biedma

martes, 1 de noviembre de 2016

EL REZAGADO

 
Te vimos, por última vez, ante el puente que unía tu reino
con este otro reino que sólo verán nuestros ojos.


Es duro perderte, saber que ni soles, ni siglos, ni vientos,
saber que ni mares ni noches podrán devolvernos tu rostro.


Te vimos llorar. Te sentaste a la sombra de un árbol.


Tus dientes mordían un tallo de verde y de oro.


Después nunca más te encontramos. Nos queda de ti, el
         rezagado,
la imagen de un hombre llevando en su frente la luz del
         crepúsculo rojo.


Nos duele saber que eres débil, que no te atreviste a arrojar al olvido,
a manchar, al rozarte el dolor, tu sereno tesoro.


Desde aquí pensaremos en ti, en tu alegría.


(Eras tú el más perfecto de todos;
pero yo ya conozco qué largas cadenas,
qué profundas raíces, qué fuertes cerrojos,
qué torres, qué ríos detienen tu paso,
qué música de olas, qué frutos redondos.


Yo sé bien lo que cuesta perder la alegría
y volver a ganarla después del dolor, en un mundo remoto).


Es duro perderte. Quisiera guardar para siempre tu imagen,
la imagen que está en mi recuerdo poblando de sueños su
         fondo.


Pero ya te han llenado las manos de estrellas azules,
el pecho de yedra, la frente de mares brumosos.


Tan lejos te vemos y extraño, tan de otro planeta,
que casi olvidamos que un día viviste feliz con nosotros.



Jose Hierro