"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

domingo, 30 de noviembre de 2014

SONETO XXV


 
¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.



En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.



Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.




Garcilaso de la vega

sábado, 29 de noviembre de 2014

EL DESPERTAR


a León Ostrov 

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Còmo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo 


Alejandra Pizarnik

viernes, 28 de noviembre de 2014

UN BEL MORIR...



De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.


Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuraza.


Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.


Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.


Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.


Alvaro Mutis

jueves, 27 de noviembre de 2014

DE AQUI A POCO ACABA EL DIA



De aquí a poco acaba el día.
Yo no hice nada
¿Y qué cosa es la que haría?
Fuese cual fuese, equivocada.

Muy pronto la noche viene
Mas sin razón
Para aquel que sólo tiene
Que contar su corazón.

Y tras la noche y dormir
Renace el día.

Nada haré sino sentir

Pero, ¿qué otra cosa haría

Fernando Pessoa

miércoles, 26 de noviembre de 2014

CUANDO ESTUVE EN EL MAR ERA MARINO



Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.

Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.

No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,

de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.

No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.


Jaime Sabines

martes, 25 de noviembre de 2014

RETROSPECTIVA EXISTENTE


Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?


¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?


Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.


Miguel labordeta

lunes, 24 de noviembre de 2014

LA NORIA




He tocado los límites del tiempo.
Y vuelvo del dolor como de un viaje
alrededor del mundo...
Pero siento
que no salí jamás, mientras viajaba,
de un pobre aduar perdido en el desierto.

Caminé largamente, ansiosamente,
en torno de mi sombra.
Y los meses giraban y los años
como giran las ruedas de una noria
bajo el cielo de hierro del desierto.

¿Fue inútil ese viaje imaginario?...
Lo pienso, a veces, aunque no lo creo.
Porque la gota de piedad que moja
mi corazón sediento
y la paz que me une a los que sufren
son el premio del tiempo en el desierto.

Pasaron caravanas al lado de la noria
y junto a la noria durmieron los camellos.
Cargaban los camellos las alforjas de diamantes.
Diamantes con el alba, rodaban por el suelo...

Pero en ninguna alforja
vi nunca lo que tengo:
una lágrima honrada, un perdón justo,
una piedad real frente al esfuerzo
de todos los que viven como yo
—en el sol, en la noche, bajo el cielo de hierro—
caminando sin tregua en torno de la noria
para beber, un día,
el agua lenta y dura del desierto.



Jaime Torres Bodet

domingo, 23 de noviembre de 2014

BLASON


 
El olímpico cisne de nieve
con el ágata rosa del pico
lustra el ala eucarística y breve
que abre al sol como un casto abanico.

De la forma de un brazo de lira
y del asa de un ánfora griega
es su cándido cuello, que inspira
como prora ideal que navega.

Es el cisne, de estirpe sagrada,
cuyo beso, por campos de seda,
ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda.

Blanco rey de la fuente Castalia,
su victoria ilumina el Danubio;
Vinci fue su varón en Italia;
Lohengrín es su príncipe rubio.

Su blancura es hermana del lino,
del botón de los blancos rosales
y del albo toisón diamantino
de los tiernos corderos pascuales.

Rimador de ideal florilegio,
es de armiño su lírico manto,
y es el mágico pájaro regio
que al morir rima el alma en un canto.

El alado aristócrata muestra
lises albos en campo de azur,
y ha sentido en sus plumas la diestra
de la amable y gentil Pompadour.

Boga y boga en el lago sonoro
donde el sueño a los tristes espera,
donde aguarda una góndola de oro
a la novia de Luis de Baviera.

Dad, condesa, a los cisnes cariño;
dioses son de un país halagüeño,
y hechos son de perfume, de armiño,
de luz alba, de seda y de sueño.



Ruben Dario

sábado, 22 de noviembre de 2014

CANCION DE PESCADORAs



Niñita de pescadores
que con viento y olas puedes,
duerme pintada de conchas,
garabateada de redes.

Duerme encima de la duna
que te alza y que te crece,
oyendo la mar-nodriza
que a más loca mejor mece.

La red me llena la falda
y no me deja tenerte,
porque si rompo los nudos
será que rompo tu suerte...

Duérmete mejor que lo hacen
las que en la cuna se mecen,
la boca llena de sal
y el sueño lleno de peces.

Dos peces en las rodillas,
uno plateado en la frente,
y en el pecho, bate y bate,
otro pez incandescente...


Gabriela Mistral

viernes, 21 de noviembre de 2014

DEIXIS EN FANTASMA




Aquello.
No eso.
Ni
—mucho menos— esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.

Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.


Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.


Angel Gonzalez

jueves, 20 de noviembre de 2014

EL FANTASMA DEL BUQUE DE CARGA





Distancia refugiada sobre tubos de espuma,
sal en rituales de olas y órdenes definidos,
y un olor y rumor de buque viejo,
de podridas maderas y hierros averiados,
y fatigadas máquinas que aúllan y lloran
empujando la proa, pateando los costados,
mascando lamentos, tragando y tragando distancias,
haciendo un ruido de agrias aguas sobre las agrias aguas,
moviendo el viejo buque sobre las viejas aguas.

Bodegas interiores, túneles crepusculares,
que el día intermitente de los puertos visita:
sacos, sacos que un dios sombrío ha acumulado
como animales grises, redondos y sin ojos,
dcon dulces orejas grises,
y vientres estimables llenos de trigo o copra,
sensitivas barrigas de mujeres encinta,
pobremente vestidas de gris, pacientemente
esperando en la sombra de un doloroso cine.

Las aguas exteriores de repente
se oyen pasar, corriendo como un caballo opaco,
con un ruido de pies de caballo en el agua,
rápidas, sumergiéndose otra vez en las aguas.
Nada más hay entonces que el tiempo en las cabinas:
el tiempo en el desventurado comedor solitario,
inmóvil y visible como una gran desgracia.

Olor de cuero y tela densamente gastados,
y cebollas, y aceite, y aún más,
olor de alguien flotando en los rincones del buque,
olor a alguien sin nombre
que baja como una ola de aire las escalas,
y cruza corredores con su cuerpo ausente,
y observa con sus ojos que la muerte preserva.
Observa con sus ojos sin color, sin mirada,
lento, y pasa temblando, sin presencia ni sombra:
los sonidos lo arrugan, las cosas lo traspasan,
su transparencia hace brillar las sillas sucias.
Quién es ese fantasma sin cuerpo de fantasma,
con sus pasos livianos como harina nocturna
y su voz que sólo las cosas patrocinan?

Los muebles viajan llenos de su ser silencioso
como pequeños barcos dentro del viejo barco,
cargados de su ser desvanecido y vago:
los roperos, las verdes carpetas de las mesas,
el color de las cortinas y del suelo,
todo ha sufrido el lento vacío de sus manos,
y su respiración ha gastado las cosas.

Se desliza y resbala, desciende, transparente,
aire en el aire frío que corre sobre el buque,
con sus manos ocultas se apoya en las barandas
y mira el mar amargo que huye detrás del buque.

Solamente las aguas rechazan su influencia,
su color y su olor de olvidado fantasma,
y frescas y profundas desarrollan su baile
como vidas de fuego, como sangre o perfume,
nuevas y fuertes surgen, unidas y reunidas.

Sin gastarse las aguas; sin costumbre ni tiempo,
verdes de cantidad, eficaces y frías,
tocan el negro estómago del buque y su materia
lavan, sus costras rotas, sus arrugas de hierro:
roen las aguas vivas la cáscara del buque,
traficando sus largas banderas de espuma
y sus dientes de sal volando en gotas.

Mira el mar el fantasma con su rostro sin ojos:
el círculo del día, la tos del buque, un pájaro
en la ecuación redonda y sola del espacio
y desciende de nuevo a la vida del buque
cayendo sobre el tiempo muerto y la madera,
resbalando en las negras cocinas y cabinas,
lento de aire y atmósfera y desolado espacio.



Pablo Neruda

miércoles, 19 de noviembre de 2014

COMO CONSTANTINO



Cuando los Dioses nos retiran el habla,
soplo por el cual el alma canta y da
calor y neuma -todo soplo de vida-,
el ánima, empalidece y calla.


Como podría ser en su mudez
la roca, y preparar encuentros
con la luz de nuevos Dioses? o
la luz tocar a diana, para 'repatriándonos',
entrambos, despejar horizontes
y abrirnos al pétalo cerrado
que florece, como afirmaba Ekardth,
sin por qué?... La misma habla,
su naturaleza, muta y la cizaña
sembrada en nuestros huertos,
pone cerrojos a la espera.


Empero, como Constantino
frente a la adversidad, debo mirar
caer los muros sin desertar las armas.


Oscar Portela

martes, 18 de noviembre de 2014

RUQUIEM PARA LOS POETAS MUERTOS

        

¡Oh funeral! ¡Sin responso! Sin toque de bronce de campana
trizada.


Sin embargo naufragastéis como los viejos marineros o los imberbes
grumetes,
a millas de los Puertos, en alta mar y tempestad
¡solitarios!


Tomados a los más lejanos horizontes
y los dedos quemados de tabaco.


Los Otoños amarillos como antiguos anillos de nupcias
de Norte a Sur, de Este a Oeste,
son vuestros.


Os pertenecen
los Otoños en que mueren los perros vagabundos
y aullan los mastines lanudos y negros.


Los Otoños en que nacen los lazarillo de ciegos
y en las aldeas con una calle, los blancos circos
con un payaso y sin amazona.


La noche que cantastéis no fue cómplice.
La noche tan amada y sus distantes estrellas, no participó.
Adentro de la niebla se sucedió todo.


Adentro de la niebla que es la esquila del viento
en los fecundos ijares del tiempo.


Adentro de la niebla quedaron vuestras manos frías.
También vuestras venas tan azules
con vuestras azules prosapias.


Y los ojos, bebiéndose todo el vuelo de un mosco negro
que nadie sabe de dónde ni por qué vino ahora.
Yo ignoro por qué añejanse los vinos en las verdes botellas
y púdrense las maderas.


Adentro de la niebla encendieron un cirio, despertaron las moscas,
vedaron vuestros párpados, siempre mujeres pálidas,
que nunca os amaron. Lentamente, como ventana que
cierra una niña sobre un largo camino y se queda soñando
detrás de las flores pintadas en las cortinas.


La noche se quedó afuera mirando el llanto de los tejados
en las frías goteras.
La noche estuvo ausente como una bella muchacha que regresa
en el alba con los cabellos húmedos y su nombre olvidado.
La muerte entró sola por todos vuestros por

os.
Como sorda llave amante en tibia cerradura.
La noche estuvo ausente. La muerte entró sola
y se quedó a dormir para siempre adentro de vuestros ojos.


Solos lloraron los tejados,
en puras y lentas goteras.
Todo, todo un amanecer gris
como una agridulce manzana.


Guillermo Quiñonez Alvear

lunes, 17 de noviembre de 2014

LUNA PARK



En un Luna Park
El creador filma la Vida,
Y sobre ese panorama,
Están tendidos todos nuestros nervios:
Estrépito sin descanso,
Hombres y mujeres en las fábricas
Al lado del músculo obediente
Fiel
Y sonoro de la máquina,
Fauna del HOMBRE.
Ferrocarriles, aeroplanos, barcos,
Vías subterráneas,
Arterias de la vida del mundo
En donde somos:
Glóbulos blancos,
Glóbulos rojos,
Bacterias...
Vida febril,
Mecánica,
Ásperamente práctica;
Agonía de los últimos románticos
-Siempre habrá los últimos-
Belleza del espasmo.
Vértigos de montañas rusas.
Las horas muertas no tienen minutos.
Epilepsias del jazz band.
Emoción.
Un alta marea,
La energía del mundo.
De fiebre brillan los ojos de las mujeres.

Los corazones golpean los pechos de los machos.
Y hay un grito que se angustia
En la garganta de todos:
¡Vivir! ¡vivir! ¡vivir!

Siglo neurasténico.
Todos somos un poco enfermos:
El hombre: un convaleciente,
Un convaleciente de la vida.

Espiritualidad de la materia:
Parecen nuestros cuerpos
Proyección de nuestras sombras.
Asomada el alma
Al espectáculo del mundo,
Ha sentido en su fiebre mi fiebre,
Y he oído el profundo
Latido de su corazón,
Como si fuese a estallar.

El prisma intelectual del siglo XX
Ya no más descompone
En los siente colores,
La luz de la moderna
Espiritualidad.

Intermitencia de lágrimas y risas.
Tragedia.
Sainete.
Farsa.
¡Aún no está seguro
De su papel,
El mundo!
A veces llora
por reír;
A veces ríe
Por llorar.
Luna Park.

Velocidad.
Visiones del África Ecuatorial
Con la aurora boreal.
En la mañana de hoy
Estaba en Shangai.

Ayer dormí en New York
¿Cenaré en París?
Babélica conflagración
De lenguas y de razas.

Tierra, Arca de Noé constante,
Esponja empapada de sangre y de sudor de hombres;
Bosques de chimeneas fumando,
Cirios de colosos
Que se acaban de apagar;
Ciudades que no duermen,
Ennegrecidas de carbón de piedra
Y olorosas a petróleo,
Sangre de la Tierra;
Nerviosidad de clepsidras,
Pavor del minuto
Muerto sin vivirlo.
¡Pavor, pavor, pavor!
¡Alegría del minuto deleitado,
Tal un gajo del fruto de la vida!



Luis Cardoza y Aragon

domingo, 16 de noviembre de 2014

AFAN


 No, no me basta, no.
Ni ese azul en delirio
celeste sobre mí,
cúspide de lo azul.


Ni esa reiteración
cantante de la ola,
espumas afirmando,
síes, síes sin fin.


Ni tantos irisados
primeros de las nubes
—ópalo, blanco y rosa—,
tan cansadas de cielo
que duermen en las conchas.
No, no me bastan, no.


Colmo, tensión extrema,
suma de la belleza
el mundo, ya no más.


Y yo más.
Más azul que el azul
alto. Más afirmar
amor, querer, que el sí
y el sí y el sí.


La tarde, ya en el límite
de dar, de ser,
agota sus reservas:
gozos, colores, triunfos;
me descubre los fondos
de mares y de glorias,
se estira, vibra, tiembla,
no puede más.


Lo sé, se va a romper
si yo le grito esto
que ya le estoy gritando
irremisiblemente
a golpes:


«Tú, ya no más; yo, más.»


Pedro Salinas

sábado, 15 de noviembre de 2014

TE VEO COMO UN TEMBLOR


 
Te veo como un temblor
en el agua.


Te vas,
te venís,
y dejás anillos en mi imaginación.


Cuando estoy con vos
quisiera tener varios yo,
invadir el aire que respirás,
transformarme en un amor caliente
para que me sudés
y poder entrar y salir de vos.


Acariciarte cerebralmente
o meterme en tu corazón y explotar
con cada uno de tus latidos.


Sembrarte como un gran árbol en mi cuerpo
y cuidar de tus hojas y tu tronco,
darte mi sangre de savia
y convertirme en tierra para vos.


Siento un viento cosquilloso
cuando estamos juntos,
quisiera convertirme en risa,
llena de gozo,
retozar en playas de ternuras
recién descubiertas,
pero que siempre presentí,
amarte, amarte
hasta que todos se nos olvide
y no sepamos quién es quién.


Gioconda Belli

viernes, 14 de noviembre de 2014

AULA DE QUIMICA



Si vuelvo la cabeza,
si abro os ojos, si
echo las manos al recuerdo,
hay una mesa de madera oscura,
y encima de la mesa, los papeles inmóviles del tiempo,
y detrás,
un hombre bueno y alto.

Tuvo el cabello blanco, muy hecho al yeso, tuvo
su corazón volcado en la pizarra,
cuando explicaba casi sin mirarnos,
de buena fe, con buenos ojos siempre,
la fórmula del agua.

Entonces, sí. Por las paredes,
como un hombre invisible, entraba la alegría,
nos echaba los brazos por los hombros,
soplaba en el cuaderno, duplicaba
las malas notas, nos traía en la mano
mil pájaros de agua, y de luz, y de gozo…

Y todo era sencillo.

El mercurio subía caliente hasta el fin,
estallaba de asombro el cristal de los tubos de ensayo,
se alzaban surtidores, taladraban el techo,
era el amanecer del amor puro,
irrumpían guitarras dichosamente vivas,
olvidábamos la hora de salida, veíamos
los inundados ojos azules de las mozas
saltando distraídos por en medio del agua.

Y os juro que la vida se hallaba con nosotros.

Pero, ¿cómo decir a los más sabios,
a los cuatro primeros de la clase,
que ya no era preciso saber nada,
que la sal era sal y la rosa era rosa,
por más que ellos les dieran nombres impuros?
¿Cómo decir: moveos,
que ya habrá tiempo de aprender,
decid conmigo: Vida, tocad
el agua, abrid los brazos
como para abrazar una cintura blanca,
romped los libros muertos?

Os juro que la vida se hallaba con nosotros.

Profesor, hasta el tiempo del agua químicamente pura
te espero.
De nuevo allí verás, veremos juntos
un porvenir abierto de muchachas
con los pechos de agua y de luz y de gozo


Carlos Sahagun

jueves, 13 de noviembre de 2014

AMARANTA



Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones, desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.



Rafael Alberti

martes, 11 de noviembre de 2014

DON DE LA MATERIA



Entre la tiniebla densa
el mundo era negro: nada.
Cuando de un brusco tirón
—forma recta, curva forma—
le saca a vivir la llama. 

Cristal, roble, iluminados,
¡qué alegría de ser tienen,
en luz, en líneas, ser
en brillo y veta vivientes! 

Cuando la llama se apaga,
fugitivas realidades,
esa forma, aquel color,
se escapan.  

¿Viven aquí o en la duda?
Sube lenta una nostalgia
no de luna, no de amor,
no de infinito. Nostalgia
de un jarrón sobre una mesa. 

¿Están?
Yo busco por donde estaban.
Desbrozadora de sombras
tantea la mano. A oscuras
vagas huellas, sigue el ansia. 

De pronto, como una llama
sube una alegría altísima
de lo negro: la luz del tacto.
Llegó al mundo de lo cierto. 

Toca el cristal, frío, duro,
toca la madera, áspera.
¡Están! 

La sorda vida perfecta,
sin color, se me confirma,
segura, sin luz, la siento:
realidad profunda, masa.

Pedro Salinas

lunes, 10 de noviembre de 2014

MELLA



No me habría detenido en ti si no hubieras estado
al final de la avenida junto al kiosco de tiro al
blanco
donde pasan en correa patos de metal.

Hiciste
mella en uno.
Fuimos al tren fantasma; en cada curva saltaban
los muertos.
Tus dientes con luz negra se enhebran fosforescentes.
De repente no sé si hablamos o estuvimos callados,
qué hicimos tan bien sin darnos cuenta.
Sigo leyendo sin saber si estoy acompañado o
estoy solo
el contrapunto de ocurrencias de tu cuerpo,
curso acelerado donde me devano
por descifrar la trama de sucesos.
La medalla sólo me llevó días enteros.
Puedo comenzar con tu cuerpo, tazas del cielo
por donde se descuelga una línea hasta los talones
y plantas encallecidas, que al besar invertidas
me dejan perplejo de que te hayan sostenido tan
rudamente.
Cola, grupa, lugar del mastelero, levantada
esperando ¿qué?
consagración de las primeras lluvias:
tu Valparaíso, enorme boca de la bahía pacífica.
Había terminado la serenata y no nos habíamos
dado cuenta;
ahora en silencio seguíamos tan acompañados
como antes
las historias tejidas por un enigma al desplegarse;
cordón de dijes tirante sobre tu cuello ancho:
resalta un cuerno, una lámina sin nombre, una
raqueta
de hilo de cobre entretejida con varios interiores
flexibles donde hundo el dedo y sacas la lengua
ex abundantia cordis. Me clava
el triángulo pintado en tu espalda
blanco sobre negro con un ojo negro sobre el blanco.
Fumo tus cigarrillos y pito mariposa blanca
alrededor de tu cabeza; página tras página va
cayendo,
indecisa, interrumpida cabeza de toca blanca
acogida a los golpes de la habitación contigua
contra el fondo verde luz de una tapa
en la antesala de la biblioteca.
Tu canasto, por no decir entrepierna
lisa, oscura de patchouli, por donde empieza la
curva
hasta el cráneo, cuadrado dije de jade:
aunque no queden dichas tus formas, al menos
aludidas,
me despido pero tú estás de nuevo.
Lo simbolizado se reduce a una visión interior,
quiero decir desde tus adentros:
mella en las paredes de la gruta.


Roberto Echavarren

domingo, 9 de noviembre de 2014

DANS MA PÉNICHE



Quiero vivir cuando el amor muere;
muere, muere pronto, amor mío.
Abre como una cola la victoria purpúrea del deseo,
aunque el amante se crea sepultado en un súbito otoño,
aunque grite:
Vivir así es cosa de muerte.

Pobres amantes,
clamáis a fuerza de ser jóvenes;
sea propicia la muerte al hombre a quien mordió la vida,
caiga su frente cansadamente entre las manos
junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier
triste libro
pero en vosotros aún va fresco y fragante
el leve perejil que adorna un día al vencedor adolescente.
Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva
tumba solitaria.
Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz
terrestre.
Ante vuestros ojos, amantes,
cuando el amor muere,
vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente;
el amor, cuna adorable para los deseos exaltados,
los ha vuelto tan lánguidos como pasajeramente suele
hacerlo
el rasguear de una guitarra en el ocio marino
y la luz del alcohol, aleonado como una cabellera;
vuestra guarida melancólica se cubre de sombras
crepusculares
todo queda afanoso y callado.

Así suele quedar el pecho de los hombres
cuando cesa el tierno borboteo de la melodía confiada,
y tras su delicia interrumpida
un afán insistente puebla el nuevo silencio.

Pobres amantes,
¿de qué os sirvieron las infantiles arras que cruzasteis,
cartas, rizos de luz recién cortada, seda cobriza o negra
ala?
Los atardeceres de manos furtivas,
el trémulo palpitar, los labios que suspiran,
la adoración rendida a un leve sexo vanidoso,
los ay mi vida y los ay muerte mía,
todo, todo,
amarillea y cae y huye con el aire que no vuelve.

Oh, amantes,
encadenados entre los manzanos del edén,
cuando el amor muere,
vuestra crueldad; vuestra piedad pierde su presa,
y vuestros brazos caen como cataratas macilentas,
vuestro pecho queda como roca sin ave,
y en tanto despreciáis todo lo que no lleve un velo funerario,
fertilizáis con lágrimas la tumba de los sueños,
dejando allí caer, ignorantes como niños,
la libertad, la perla de los días.

Pero tú y yo sabemos,
río que bajo mi casa fugitiva deslizas tu vida experta,
que cuando el hombre no tiene ligados sus miembros
por las encantadoras mallas del amor,
cuando el deseo es como una cálida azucena
que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a
nuestro lado,
cuánto vale una noche como ésta, indecisa
entre la primavera última y el estío primero,
este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque
nocturno. Conforme conmigo mismo y con la indiferencia
de los otros,
solo yo con mi vida,
con mi parte en el mundo.

Jóvenes sátiros
que vivís en la selva, labios risueños
ante el exangüe Dios cristiano,
a quien el comerciante adora para mejor cobrar
su mercancía
pies de jóvenes sátiros,
danzad más presto cuando el amante llora,
mientras lanza su tierna endecha
de: Ah, cuando el amor muere.
Porque oscura y cruel la libertad entonces ha nacido;
vuestra descuidada alegría sabrá fortalecerla,
y el deseo girará locamente en pos de los hermosos
cuerpos que vivifican el mundo un solo instante.


Luis Cernuda

sábado, 8 de noviembre de 2014

A LA IZQUIERDA DEL ROBLE


 
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube a resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.


Mario Benedetti

viernes, 7 de noviembre de 2014

PERVERSIDAD INDEFINIDA



Por este bello frasco hoy soy capaz de
terminar tu historia. Míralo entroniza
do: sólo una de sus gotas marca el lí-
mite de tu perímetro sobre la sábana
e inspira el adjetivo justo del antiguo
deseo.

Debo reconocer que en otro tiempo sentí
hospitalidad donde hubo aroma. Pensé yo
que adoraba el gesto hidalgo, la soterra
da tecla, el paseo ilustre sobre un fla-
mante coche de alquiler y la llegada
de tu bondad legisladora (doble llave)
cual si viniera de celebrar sus Cortes
de Toledo. Mas no fue el hombre sino

su bálsamo lo que acotó la seductora
geografía. No fue la voz acariciante,
las ínsulas soñadas, el último dietéti-
co capricho -tu zona de poder- en mi
despensa lo que inundó de luz la tarde
pudorosa

sino el viento que ataba la prolongación
tenue de mi desasosiego. Ay, portero
de noche, dulce mío, te debo confesar
que fue la huella del perfume que se
extendió en tu cuerpo lo que yo amé

y él sólo fue partícipe y testigo de
la hermosa mentira.


Fanny Rubio

jueves, 6 de noviembre de 2014

COMO UN VOLCAN


 
Como un volcán o un dulce trinar de chamarices
fue mi primera risa de niño por el cielo.
Luego, pues Dios lo quiso, me llevé en las narices
un soberbio tortazo, y fui tumbado al suelo.

¡¡Para que luego digan!!Al cantar las perdices
yo levanté a las nubes mi eterno desconsuelo,
pero aquél se curaba del asma y las varices
y me dijo con guasa: "Vete con Dios, mozuelo".

Cogí un órgano eléctrico, mis versos, mi sonrisa
y me fui por los mundos, como un pobre diablo,
lejos de mis paisanos y su ambiente gazmoño.

Dejé mi cabellera flotar sobre la brisa
vino el Amor, clavóme su certero venablo,
y se lo di a mi Amada para horquilla del moño. 

Antonio Carvajal

miércoles, 5 de noviembre de 2014

BARCAROLA


 Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste;
si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando.

Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola,
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.

Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo lleno de viento o llanto
o una botella echando espanto a borbotones.

Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
y la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.

¿Quieres ser fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado són, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar,
alguien vendría, alguien vendría.

Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.

En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.




Pablo Neruda

martes, 4 de noviembre de 2014

NO EN PARTE ALGUNA


 No en parte alguna puede estar
la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro,
por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Él es quien inventa las cosas,
él es quien se inventa a sí mismo: dios.
Por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.

Nadie puede aquí,
nadie puede ser amigo
del dador de la vida:
sólo es invocado,
a su lado,
junto a él,
se puede vivir en la tierra.

El que lo encuentra,
tan sólo sabe bien ésto: él es invocado,
a su lado, junto a él,
se puede vivir en la tierra.

Nadie en verdad es tu amigo,
¡oh dador de la vida!
sólo como si entre las flores
buscáramos a alguien,
así te buscamos,
nosotros que vivimos en la tierra,
mientras estamos a tu lado.
Se hastiará tu corazón.
Sólo por poco tiempo
estaremos junto a ti y a tu lado.

Nos enloquece el dador de la vida,
nos embriaga aquí.
¿Nadie puede estar acaso a su lado,
tener éxito, reinar en la tierra?

Sólo tú alteras las cosas,
como lo sabe nuestro corazón:
¿nadie puede estar acaso a su lado,
tener éxito, reinar en la tierra?



Nezahualcoyoti

lunes, 3 de noviembre de 2014

CADEAU ET HOMMAGE


 
Mañanica de diciembre
luminosa y perfumada,
ha llegado Juana Rosa
nacida en esta mañana.

Pastorcillos la anunciaron,
negras cantaron sus nanas,
y chiquillos sobre el Prado
líneas de luz dibujaban.

El sol sali?calentito
sobre toda nuestra Habana
y un Carnaval parecían
el Gran Faro y La Cabaña.

A los Festejos llegaron
Reyes Magos de la Arabia,
Tulipanes hechos hombres
con collar de Santa Juana.

Como si fuera domingo
de fiesta la calle estaba,
y una estrella reluciente
precedi?a las Siete Hadas.

Una vino con su rueca
otra trajo un pentagrama,
la más vieja hacía hilo
y la más joven lo hilaba.

Con la quinta una quintilla
a la lid republicana
decía cosas profundas
que la sexta pregonaba
y la séptima decía:
!Cantemos, nacida es Juana!
Celebraron una misa
tres morenicos de Infanta
asistidos por Cecilia,
la Valdés resucitada.

(Fue una misa muy bonita
llamada de Acción de Gracias.)

Sobre el camino del Monte
se adorn?todo con ramas
unas tomadas de cedros,
otras de ramas de acacia
y las más lindas de todas
eran de hojas de palmas.

Los caballos cabalgaron
todita la madrugada
y al salir el sol el viento
dulces canciones cantaba.

La niña un sol parecía,
!cómo no, si ella es Juana,
de los Padrones nacida,
de la Poesía, una Dama!

Abran las puertas, señores,
!la navidad es de Juana,
la niña Rosa, la niña
Juana Rosa as?llamada!

Vivan los sueños del aire,
viva la tierra cubana,
que viva la niña rosa,
que viva la niña Juana. 



Virgilio Lopez Lemus

domingo, 2 de noviembre de 2014

HABIAMOS NACIDO EL UNO PARA EL OTRO


 
En realidad habíamos nacido
el uno para el otro.
Jamás tuvimos un "sí" o un "no".
Comíamos los dos de un mismo plato.


Ella leía, yo dormía.
La transfusión de ideas era magnífica.


La parentela se daba la mano los domingos

.
Hacíamos intercambio de empanadas y pequeños
planes sumamente económicos; comprar maní; leer
una revista, hacer un viaje en ferrocarril.


No hay que complicarse la existencia.
Ese era el slogan favorito.


Y ya ven ustedes el resultado.
Para ponerle el broche de oro a nuestra
felicidad salíamos a dar una vuelta por el barrio.


Mostrábamos nuestros querubines.
Ella de taco bajo y yo sin corbata,
tal como si nos hubieran sacado de un cuadro.


Solo nos faltaba hablar.
El sol nos revestía de gloria y no era para menos.


La radio invadía nuestro espíritu
con esos gloriosos avisos de Juicio Final, cantados.

Siempre estábamos en comunicación:
Buenos días, ¿como está usted?
Buenas noches. Bien gracias. ¿Y su familia?
Bien. ¿Y la suya?
Pero envejecemos juntos. De eso
no hay duda. Otros tienen su propio infierno.


Acércate porque tengo frío. Estas son
las tentaciones que matan. Te conozco de memoria.


Me conoces de memoria. El tiempo cambia, antes
llovía más seguido. Nos gustaba mojarnos. Eramos
jóvenes. Léeme, por favor el pronóstico
del tiempo: el norte claro...


Buenas noches, querida. Dale cuerda
al despertador. ¿Cerraste todas las puertas
menos una? Mañana será otro día.
Mañana será otro día.
Mañana...


Alfonso Alcalde

sábado, 1 de noviembre de 2014

CAMPANAS




Campanas de la mañana
que tocáis como sonámbulas
al amanecer el día
entre el rocío y la brisa
con repique vespertino
llamando a la gente a misa.

Campanas del medio día
que tocáis con alegría
cual sones angelicales
y repique celestiales
la exaltación más divina
en catedral o basílica.

Campanas de media tarde
con repique mortuorio
que despertáis de la siesta
con sabores de tristeza
y olores a carne muerta
a alguien de nuestra sangre
en circunstancias siniestras.

Campanas de media noche
que tocáis como asustadas
desde las doce hasta el alba
con tan delicado son
que serenáis hasta el alma,
¡haced que mi cuerpo duerma
hasta que llegue mañana!

Atilano Olmos