"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

jueves, 30 de junio de 2016

MOMENTOS FELICES


 
Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta? 


Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente? 


Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende? 


Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece? 


Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado. 

Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos. 


Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve? 


Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte». 


Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence? 


Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte? 


Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?




Gabriel Celaya

miércoles, 29 de junio de 2016

UNA PAREJA PERDIDA


Iban los dos vestidos con descaro
—minifalda, melenas—
cogidos de la mano,
tan jóvenes que casi daban miedo,
tan absortos en un cero
que, aunque no se veían, les unía absolutos
algo fieramente puro. 


Iban a cualquier parte cogidos de la mano.
Se amaban sin tristeza,
ni alegría, ni nada. 


Y a veces se miraban, pero no se veían.
Y luego se sentaban en un banco cualquiera.
Pero no se veían. 


Ella era muy bonita; parecía aturdida;
él, feroz y esmirriado. 


No hablaban. No tenían ya nada que decirse.
Ya no se deseaban. 


Pero seguían juntos, cogidos de la mano,
frente a algo que espantaba. 


Mientras el transistor seguía sonando.



Gabriel Celaya

martes, 28 de junio de 2016

FRENTE AL MAR


Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero. 


Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa. 

Ah, me han comprado la ciudad y el hombre. 


Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa. 


¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.


Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma. 


Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres. 


Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable. 


Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo! 


Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza. 


Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca, 


¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.




Alfonsina Storni

lunes, 27 de junio de 2016

DOLOR



Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar. 


Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar. 


Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar... 


Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.




Alfonsina Storni

domingo, 26 de junio de 2016

ALLA, EN TIERRAS ALTAS

 
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero 
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños... 


  ¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos. 


Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.




Antonio Machado

sábado, 25 de junio de 2016

COPLAS ELEGIACAS


¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr,
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber!

 ¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!


 Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.

 ¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar!

 ¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!

 ¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta sin pena!


 ¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados,
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!

 ¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella;
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!


 ¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!

 ¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!




Antonio Machado

viernes, 24 de junio de 2016

AMOR



¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo ducle y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer más grato de la vida,
el goce más profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!


Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.


Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes más santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...


Quitadle al zenzontle la armonía,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá... Mas la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.


¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía...


Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime.


¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...


Y vivir es amar. Aquien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.


¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcísima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...


Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.


Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...


Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensil de nardos y de rosas.
Todo es el amor.


Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.


El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.


El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.


Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno...


Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.


Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...


...¡Tú, más blanca y más pura
que la luz de la estrella matutina!


¡Salve, soplo de Dios!...
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura.




Manuel Acuña

jueves, 23 de junio de 2016

A UN ARROYO


Cuando todo era flores tu camino,
Cuando todo era pájaros tu ambiente,
Cediendo de tu curso a la pendiente
Todo era en ti fugaz y repentino.


Vino el invierno, con sus nieblas vino
El hielo que hoy estanca tu corriente,
Y en situación tan triste y diferente
Ni aún un pálido sol te da el destino.


Y así en la vida el incesante vuelo
Mientras que todo es ilusión, avanza
En sólo una hora cuanto mide un cielo;


Y cuando el duelo asoma en lontananza
Entonces como tú cambiada en hielo
No puede reflejar ni la esperanza.





Manuel Acuña

miércoles, 22 de junio de 2016

JUNTO AL MAR


Si muero, que me pongan desnudo,
desnudo junto al mar.


Serán las aguas grises mi escudo
y no habrá que luchar.


Si muero, que me dejen a solas.
La mar es mi jardín.


No puede, quien amaba las olas,
desear otro fin.


Oiré la melodía del viento,
la misteriosa voz.


Será por fin vencido el momento
que siega como hoz.


Que siega pesadumbres. Y cuando
la noche empiece a arder,
soñando, sollozando, cantando,
yo volveré a nacer.





Jose Hierro

martes, 21 de junio de 2016

GENERACION

 
No fue jamás mejor aquello.
Esto de ahora es doloroso;
pero el dolor nos hace hombres
y ya ninguno estamos solos.


Alto fue el precio que pagamos:
miseria y llanto de los ojos,
nuestros mejores años verdes
y nuestros sueños más hermosos.


Porque nacimos bajo el signo
del cerebro. Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.


Lo devastó un viento glorioso,
y somos ruinas o cimientos,
algo inconcreto, algo borroso:
tronco cortado a ras de tierra,
que nadie sabe que fue tronco.


Predestinados para sabios,
para teóricos,
nos enseñaron muchas cosas
conceptualmente. Y como a un pozo
de agua estancada y silenciosa,
fuimos echando piedras, lodo,
trozos inútiles de muerte,
mármoles rotos.


Ahora no vemos sobre el agua
El paisaje que se alza en torno.


Predestinados para sabios,
para teóricos,
conoceríamos la vida
sólo a través del microscopio,
y nuestro amigo, nuestro hermano,
serían entes, microcosmos,
nombres velados, sin sentido,
abstracciones…


Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.
Lo devastó un viento glorioso.


Se desbordó un día la vida,
nos tornó locos,
y les pusimos a las cosas
nuevos nombres. Y el vino rojo
de la sangre, y el agua pálida
del llanto, el sol majestuoso
del mediodía de verano
fueron más que simples fenómenos,
abstracciones, malabarismos
de los teóricos.


Éramos hombres, y el de enfrente,
aquel que hablaba con nosotros,
de su tiempo, de nuestro tiempo,
no era un ente ni un microcosmos.


El que sufría, el que gritaba
o lloraba por estar solo;
el que durmió sobre la hierba
las noches húmedas de otoño
a nuestro lado, alma con alma,
hombro con hombro,
aquél, cegado por la tierra
que nos echaban a los ojos;
aquél que anduvo por los campos
solitario, pisando odios,
era un hombre de carne y hueso
como nosotros.


Es extraño. Noches y días
se suceden. Seguimos solos
como unos árboles raquíticos
en la cima de un monte. Pozos
semicegados. (Pero el agua,
invisible para los ojos,
como una remota esperanza
suena en el fondo.)


Es triste alzarse de uno mismo,
poner los ojos en el rostro
de los hombres que han de venir
tras de nosotros,
que no sabrán que entre los árboles,
sobre la hierba, en el mar hondo,
en las ciudades, en las cumbres,
hemos cantado, temblorosos
por la alegría de estar vivos.


Así pasamos, como un soplo
de brisa azul sobre la piedra.


Sin dejar rastro, como el oro
de las hojas, cuando coronan
la frente grave del otoño…


Porque no queda ni una sola
rosa plantada por nosotros.



Jose Hierro

lunes, 20 de junio de 2016

DESNUDO

 
Blancos, rosas... Azules casi en veta,
      retraídos, mentales. 


Puntos de luz latente dan señales
      de una sombra secreta. 


Pero el color, infiel a la penumbra,
      se consolida en masa. 


Yacente en el verano de la casa,
      una forma se alumbra. 


Claridad aguzada entre perfiles,
      de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
      las confusiones viles. 


Desnuda está la carne. Su evidencia
      se resuelve en reposo. 


Monotonía justa: prodigioso
      colmo de la presencia. 


¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
      del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
      ¡Oh absoluto presente!





Jorge Guillen

domingo, 19 de junio de 2016

AZULES

 
Variaciones que enseñaban
en la escuela: Egeo, Atlántico,
Indico, Caribe, Mármara,
mar de la Sonda, mar Blanco.
Todos sois uno a mis ojos:
el azul del Contemplado.


En los atlas,
un azul te finge, falso.
Pero a mí no me engañó
ese engaño.


Te busqué el azul verdad;
un ángel, azul celeste,
me llevaba de la mano.
Y allí en tu azul te encontré
jugando con tus azules,
a encenderlos, a apagarlos.


¿Eras como te pensaba?
Más azul. Se queda pálido
el color del pensamiento
frente al que miran los ojos,
en más azul extasiados.


Eres lo que queda, azul;
lo que sirve
de fondo a todos los pasos,
que da lo que pasa, olas,
espumas, vidas y pájaros,
velas que vienen y van.
Pasa lo blanco, mortal.


Y tú estás siempre llenando,
como llena un alma un cuerpo,
las formas de tus espacios.


Cada vez que fui en tu busca,
allí te encontré, en tu gloria,
la que nunca me ha fallado.


Tu azul por azul se explica:
color azul, paraíso;
y mirarte a ti, mirarlo.





Pedro Salinas

sábado, 18 de junio de 2016

AQUI

 
Me quedaría en todo
lo que estoy, donde estoy. 


Quieto en el agua quieta;
de plomo, hundido, sordo
en el amor sin sol. 


¡Qué ansia de repetirse en esto que está siendo! 


¡Qué afán de que mañana
sea
nada más que llenar
otra vez al tenderte
ese hueco que deja
hoy exacto en la arena
tu cuerpo! 


Ni futuro, ni nuevo
el horizonte. Esto
apretado y estrecho:
tela, carne y el mar. 


Nada promete el mundo:
lo da, lo tengo ya. 


Nunca me iré de ti
por el viento, en las velas,
por el alma cantando,
ni por los trenes, no. 


Si me marcho será
que estoy
viviendo contra mí.





Pedro Salinas

viernes, 17 de junio de 2016

LA CAUTIVA

 
Ya el sol esconde sus rayos,
el mundo en sombras se vela,
el ave a su nido vuela.
Busca asilo el trovador. 


Todo calla: en pobre cama
duerme el pastor venturoso:
en su lecho suntüoso
se agita insomme el señor. 


Se agita; mas ¡ay! reposa
al fin en su patrio suelo;
no llora en mísero duelo
la libertad que perdió. 


Los campos ve que a su infancia
horas dieron de contento,
su oído halaga el acento
del país donde nació. 


No gime ilustre cautivo
entre doradas cadenas,
que si bien de encanto llenas,
al cabo cadenas son. 


Si acaso, triste lamenta,
en torno ve a sus amigos,
que, de su pena testigos, 


consuelan su corazón.

La arrogante erguida palma
que en el desierto florece,
al viajero sombra ofrece,
descanso y grato manjar.

Y, aunque sola, allí es querida
del árabe errante y fiero,
que siempre va placentero
a su sombra a reposar.

Mas ¡ay triste! yo cautiva,
huérfana y sola suspiro,
el clima extraño respiro,
y amo a un extraño también.

No hallan mis ojos mi patria;
humo han sido mis amores;
nadie calma mis dolores
y en celos me siento arder. 


¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo
ni ceder a mi tristura,
ni consuelo en mi amargura
podré jamás encontrar. 


Supe amar como ninguna,
supe amar correspondida;
despreciada, aborrecida,
¿no sabré también odiar?

¡Adiós, patria! ¡adiós, amores!
La infeliz Zoraida ahora
sólo venganzas implora,
ya condenada a morir. 


No soy ya del castellano
la sumisa enamorada:
soy la cautiva cansada
ya de dejarse oprimir.




 Jose de Espronceda

jueves, 16 de junio de 2016

AMADO NERVO

 
Amado es la palabra que en querer se concreta;
Nervo es la vibración de los nervios del mal. 


¡Bendita sea y pura la canción del poeta
que lanzó sin pensar su frase de cristal!...


Fraile de los suspiros, celeste anacoreta,
que tienes en blancura l'azúcar y la sal,
muéstrame el lirio puro que sigues en la veta,
y hazme escuchar el eco de tu alma sideral.


Generoso y sutil como una mariposa,
encuentra en mí la miel de lo que soy capaz,
y goza en mí la dulce fragancia de la rosa.


No busques en mis gestos el alma de mi faz;
quiere lo que se aquieta, busca lo que reposa
y ten, como una joya, la perla de la Paz.




Ruben Dario

miércoles, 15 de junio de 2016

ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA


¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.


Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.


Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.


Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.


La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos. 


Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.


Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!




Ruben Dario

martes, 14 de junio de 2016

AL REY OSCAR

 
Así, sire, en el aire de la Francia nos llega
la paloma de plata de Suecia y de Noruega,
que trae en vez de olivo una rosa de fuego.


  Un búcaro latino, un noble vaso griego
recibirá el regalo del país de la nieve. 


Que a los reinos boreales el patrio viento lleve
otra rosa de sangre y de luz españolas;
pues sobre la sublime hermandad de las olas,
al brotar tu palabra, un saludo le envía
al sol de media noche el sol de Mediodía.


  Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta. 

El Norte ama las palmas; y se junta el poeta
del fiord con el del carmen, porque el mismo oriflama
es de azur. Su divina cornucopia derrama
sobre el polo y el trópico la Paz; y el orbe gira
en un ritmo uniforme por una propia lira:
el Amor. Allá surge Sigurd que al Cid se aúna,
cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna,
y la musa de Bécquer del ensueño es esclava
bajo un celeste palio de luz escandinava.


  Sire de ojos azules, gracias: por los laureles
de cien bravos vestidos de honor; por los claveles
de la tierra andaluza y la Alhambra del moro;
por la sangre solar de una raza de oro;
por la arrnadura antigua y el yelmo de la gesta;
por las lanzas que fueron una vasta floresta
de gloria y que pasaron Pirineos y Andes;
por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes;
por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña
y Velázquez que pinta y Cortés que domeña;
por el país sagrado en que Herakles afianza
sus macizas columnas de fuerza y esperanza,
mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa
que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga;
por el león simbólico y la Cruz, gracias, sire.


  ¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial aliente un ensueño,
mientras haya una viva pasión, un noble empeño,
un buscado imposible, una imposible hazaña,
una América oculta que hallar, vivirá España!


  ¡Y pues tras la tormenta vienes de peregrino
real, a la morada que entristeció el destino,
la morada que viste luto su puerta abra
al púrpureo y ardiente vibrar de tu palabra:
  y que sonría, oh rey Óscar, por un instante;
y tiemble en la flor áurea el más puro brillante
para quien sobre brillos de corona y de nombre,
con labios de monarca lanza un grito de hombre!




Ruben Dario

lunes, 13 de junio de 2016

EL VINO

 
En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.


Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.


En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.


Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,


vino que como un Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.


En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.


En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.


Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.


Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.


Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.




Jose Luis Borges

domingo, 12 de junio de 2016

CORAZON EN SUSPENSO

 
Pájaro como luna,
luna colgada o bella,
tan baja como un corazón contraído,
suspendida sin hilo de una lágrima oscura.


Esa tristeza contagiosa
en medio de la desolación de la nada,
sin un cuerpo hermosísimo,
sin un alma o cristal
contra lo que doblar un rayo bello.


La claridad del pecho o el mundo acaso,
en medio la medalla que cuelga,
ese beso cuajado en sangre pura,
doloroso músculo, corazón detenido.


Un pájaro solo —quizá sombra,
quizá la dolorosa lata triste,
el filo de ese pico que en algún labio
cortó unas flores, un amarillo estambre o polen luna.


Para esos rayos fríos,
soledad o medalla realizada,
espectro casi tangible
de una luna o una sangre o un beso al cabo.




Vicente Aleixandre

sábado, 11 de junio de 2016

HORAS DE DANZA


Nada importa gastar medio día
Media noche
para llegar
hasta el hito que tienes
a dos millas de ti. 


Tal vez la magia del celuloide
en tu recordada mente de niña
te dio toda la fuerza
para impedir el desasosiego:
La vaharada sin ingenio ni fin. 


Sentías
sin llegar aún,
el vórtice retumbante
de los parajes. 


Aventuras marinas
bajo el mismo techo
de tu pensamiento. 


El vuelo a través de las calles
de Agrabah
y por los simunes
de otros tantos Saharas. 


Tú, como nueva Aladina,
quisiste combatir a los supervillanos virtuales,
precisamente,
en el mundo
de la supervillanía no virtual. 


De repente,
cuan toque de varita
no mágica,
yo columbro esta arista escondida
por omnipresencia
de las verdes campiñas
por el azul lacustre
que te prestan al paso. 


Por el pinar agriado
(Como diría Juan Ramón)
por los soles de agosto,
y me lastimo. 


Pero tú bailabas
la danza de estas horas
y tu boca pronunciaba
vocablos florecidos,
palabras salvadoras. 


Entonces,
yo recogí mis costras. 


Inmaculé el momento
y lavé el eterno reclamo
de otros días.

Por eso, ahora... 

Sólo pensando en ti
y en todos tus senderos
ansiosos de apertura,
admito: 


Nada importa gastar medio día
Media noche
para llegar
hasta el hito que tienes
a dos millas de ti. 




Luis Alvarez

viernes, 10 de junio de 2016

AHORA EN CAMBIO

 
Hubiera entregado el Dios que no poseo,
hubiera aprendido tres o cuatro signos,
y así desalentado,
así fiel, ceniciento,
invariable como un recuerdo atroz,
me hubiera respondido,
me hubiera transformado en ademanes
me hubiera convencido como todos,
refugiado en el hambre universal,
salvado para siempre y para nada.


Ahora en cambio estoy un poco solo,
de veras un poco solo y solo.


Mi tristeza es un vaso de oraciones
que se derraman sobre el césped
y desde el césped nace Dios
y está también un poco solo,
de veras un poco solo y solo.


Mas yo le ayudo a conocer las aves
y en toda su extensión la herejía vegetal,
los corazones de sus alegres huérfanos,
la tierra que es la palma de su mano.




Mario Benedetti

jueves, 9 de junio de 2016

NOCHES DEL MES DE JUNIO

 
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
                                                                          nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
                                                        y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
            o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
                                              Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.




Luis Cernuda

miércoles, 8 de junio de 2016

DEJAME ESTA VOZ


Déjame esta voz que tengo
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo
sus ríos secos colgando de las piedras.


Déjame vivir como acero mohoso
sin puño tirado en las nubes
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.


Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.


Me ahogué en fin amigos
ahora duermo donde nunca despierte
no saber más de mí mismo es algo triste
dame la guitarra para guardar las lágrimas.





Luis Cernuda

martes, 7 de junio de 2016

DURANGO


Las palabras quisieran expresar los guerreros,
Bellos guerreros impasibles,
Con el mañana gris abrazado, como un amante,
Sin dejarles partir hacia las olas.


Por la ventana abierta
Muestra el destino su silencio;
Sólo nubes con nubes, siempre nubes


Más allá de otras nubes semejantes,
Sin palabras, sin voces,
Sin decir, sin saber;
Últimas soledades que no aguardan mañana.


Durango está vacío
Al pie de tanto miedo infranqueable;
Llora consigo a solas la juventud sangrienta
De los guerreros bellos como luz, como espuma.


Por sorpresa los muros
Alguna mano dejan revolando a veces;
Sus dedos entreabiertos
Dicen adiós a nadie,
Saben algo quizá ignorado en Durango.


En Durango postrado,
Con hambre, miedo, frío,
Pues sus bellos guerreros sólo dieron,
Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.




Luis Cernuda