Yo fui feliz un
mediodía
robado a la tarifa del invierno.
Crucé los sellos del deber y tuve
en postigos del Sur
el ocio imponderable de otro mar
abriéndome las venas.
La belleza alisaba las costuras
del luego en otra parte
o por si acaso,
embebía la dimensión del hueco
que la historia reparte en las esquinas
de las plazas minúsculas.
Hilé los pasadizos, los túneles sin fecha
suspendido en el hombro del número perfecto.
Rocé las crines,
la calma súbita,
la botella de luz
con que acoge el reloj de los vestíbulos.
Corren por mí las calles del encuentro.
Las uvas del futuro endulzan
el puerto que entretuve,
tan propiamente cómplices,
la vez que fui feliz y posesivo.
robado a la tarifa del invierno.
Crucé los sellos del deber y tuve
en postigos del Sur
el ocio imponderable de otro mar
abriéndome las venas.
La belleza alisaba las costuras
del luego en otra parte
o por si acaso,
embebía la dimensión del hueco
que la historia reparte en las esquinas
de las plazas minúsculas.
Hilé los pasadizos, los túneles sin fecha
suspendido en el hombro del número perfecto.
Rocé las crines,
la calma súbita,
la botella de luz
con que acoge el reloj de los vestíbulos.
Corren por mí las calles del encuentro.
Las uvas del futuro endulzan
el puerto que entretuve,
tan propiamente cómplices,
la vez que fui feliz y posesivo.
Salvador García Ramirez
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