"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

martes, 22 de abril de 2014

ACELERANDO



    Aquí, en este momento, termina todo,
    se detiene la vida. Han florecido luces amarillas
    a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
    cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento.


    Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
    en la noche, jadeando en la hierba,
    trayendo en hilos aroma de las nubes,
    poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.


    Y el mar sonaba. Tal vez fuera espectro.
    Porque eran miles de kilómetros
    los que nos separan de las olas.
    Y lo peor: miles de días pasados y futuros nos separaban.


    Descendían en la sombra de las escaleras.
    Dios sabe a dónde conducían. Qué más da. 'Ya es hora
    - dije yo -, ya es hora de volver a casa'.


    Ya es hora. En el portal, 'Espera', me dijo. Regresó
    vestida de otro modo, con flores en el pelo.


    Nos esperaban en la iglesia. 'Mujer te doy'. Bajamos
    las gradas del altar. El armonio sonaba.


    Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
    Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
    tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.


    Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
    'Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer...?' preguntábamos
    al subir a la casa, abtrir la puerta, oir al niño que salía
    con su poco de sombra con estrellas,
    su agua de luces navegantes,
    sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
    una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.


    Los gusanos labraron tercamente su piel. AL retirarme
    lo vi. Qué importa corazón. La música encendida,
    y nosotros girando. No: inmóviles. EL cáliz de una flor
    gris que giraba en torno vertiginosa.


    Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
    Los niños - quiénes son, que hace un instante
    no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
    'Qué ridículos, papá. mamá'. 'A la cama', les dije
    con ira y pena. Silencio. Yo besé
    la frente de ella, los ojos con arrugas
    cada vez más profundas. Dónde la noche aquella,
    en qué lugar del universo se halla. 'Has sido duro
    con los niños'. Abrí la habitación de los pequeños,
    volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.


    Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
    los niños - ¿por qué digo los niños? - con su amor,
    con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
    con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar pureza
    bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
    dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido,
    este disco que gira y gira en silencio,
    consumida su música.

Jose Hierro

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