"Aquí las palabras laten. Cada verso es un latido, cada poema un refugio. Sumérgete en emociones que arden, que sanan, que susurran lo que el alma calla. Este no es solo un blog: es un santuario donde la poesía florece sin pedir permiso. Un rincón para sentir, llorar, recordar y volar. Bienvenido al lugar donde los sentimientos cobran forma y los sueños se escriben entre líneas."
viernes, 1 de diciembre de 2017
CARTA ABIERTA A UN POETA
Hoy un amigo me ha regalado su último libro
y lo que dice el libro es que, en definitiva,
sólo querría volar alto en el cielo,
pero se ve reducido a arrastrarse por el fango
que es la vida cotidiana, la de todos los días,
y lo más terrible es que uno se acostumbra
y termina pensando que eso es lo bueno,
chapotear en el barro, y lo otro realmente
no deja de ser una bobada, fantasías infantiles.
Tiene razón mi amigo, hay algo llamado supervivencia
y en su nombre la especie sacrifica al individuo,
la estrella devora a la estrella y el universo se fagocita a sí mismo,
pero como ninguno de nosotros es el universo
nadie sabe de qué va todo eso y pasa de saberlo,
uno se conforma con hallar un hueco y allí,
sin sacar la cabeza del fondo, por si se la pisan,
aguantar mecha hasta la consumación de los siglos,
que es como algunos optimistas llaman
a los pocos momentos que nos quedan de vida.
Bien, tal vez esto sea así y hasta pueda considerarse
un resumen cabal del pensamiento humano,
al menos en cuanto a sus efectos en la mayoría de la gente,
pero debo señalar que un poeta, como mi amigo,
es un grano de arena en la máquina del mundo
y no se contenta con hacerla chirriar,
lo cual es bastante incluso para muchos sabios,
sino que necesita salir de su agujero
y cagarse en los engranajes de la máquina
y saber si, cuando muera, su cabeza reposará en otra cuna
o en la cesta del verdugo, segada por la guillotina de la nada.
Está claro que a los poetas,
aparte de deleitar a la concurrencia con armónicas estrofas,
lo que nos gusta es incordiar,
dar un toque desgarrado al sonido del arpa,
en una palabra: aguar la fiesta.
Es así y nadie tiene la culpa de ello.
Además, si fuera de otra forma,
es posible que incluso hubiera fiesta,
pero no invitados.
Jose Elgarresta
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