TURISTA
Francisco Álvarez Hidalgo
Llevo
sobrecargada la retina
de imágenes dispares,
repertorio de valles y montañas,
de mesetas, y ríos, y ciudades;
de sólidos castillos, centinelas
sobre el campo; de esbeltas catedrales
donde la fe ha cedido su salmodia
al políglota andar del visitante.
Tengo un sinfín de estáticas efigies
carentes de lenguaje;
demasiados panfletos,
fotografías, mapas, cuadros de arte,
recuerdos de mi paso por el mundo,
que aún hablando, no pueden escucharme.
He acumulado en mi álbum claroscuros
del caer de la tarde,
colores vivos de naciente aurora,
pardas encinas, verdes olivares,
del sol brillando en las esferas de oro
de limoneros y de naranjales.
El tiempo se me fue reuniendo objetos,
y permití alejarse,
sin reconocimiento, cuanto bulle
bajo sombreros, boinas, y turbantes.
Hoy no
son las murallas,
ni las estatuas en sus pedestales,
ni las columnas rotas,
ni los palacios del país distante
mi plan ni mi objetivo.
Hoy la sola razón de mis viajes
es la persona que sonríe y llora,
que habla y abraza, y sabe desbordarse.
Cuanto tengo de humano
busca la humanidad, la misma carne,
y lo que en ella se refugia y vibra,
la idea, el sentimiento, y el mensaje.
Ya soy un viajero de la vida;
si hay vida en ti, deténme al acercarme.
¿Qué nos quiere decir el poema “Turista” de Francisco Álvarez Hidalgo?
“El poema "Turista" de
Francisco Álvarez Hidalgo: Es una
crítica profunda y elegante a la forma superficial en que muchas personas
viajan hoy en día. A través de una voz poética reflexiva, el autor describe al
turista como alguien que se desplaza por el mundo sin detenerse realmente a
conocerlo. Compara su paso con el viento: rápido, sin dejar huella y sin
involucrarse emocionalmente con lo que ve.
El turista del poema observa paisajes, toma fotografías y
compra recuerdos, pero todo lo hace desde una distancia emocional. No se
conmueve por el sufrimiento que pueda haber en esos lugares ni se interesa por
las historias humanas que los habitan. Ignora tanto el pasado (simbolizado por
los “muros viejos”) como el presente (representado por “el niño pobre” y “el
sol ardiente”), y su experiencia de viaje se limita a lo visual y lo externo.
A lo largo del poema, el autor subraya esta desconexión con
imágenes potentes y críticas sutiles. La figura del turista se convierte en
símbolo de una actitud moderna y consumista que ve el mundo como un catálogo de
postales, no como una oportunidad para crecer, aprender o empatizar.
La estrofa final encierra el mensaje central: "Viajas
mucho y no has ido a ningún lado." Con esta frase, el poeta resume su
visión: no importa cuántos lugares se visiten si no se logra una verdadera
conexión con ellos. Viajar no debe ser solo desplazarse físicamente, sino
también abrir la mente y el corazón. La experiencia de un viaje se vuelve
valiosa solo cuando transforma al viajero.
En definitiva, "Turista" es una invitación
a mirar más allá de la cámara y del souvenir, y a vivir los viajes como
encuentros auténticos con el mundo y con uno mismo.