Hermosa
flor arrancada del paraje
fuiste
a languidecer en mitad del pavimento
gris
y mendigante,
con
tu raíz perdida.
La
mano digna que antes
se
extendía al campo recogiendo mies,
ahora
suplicando le arranca algún mendrugo
a
la fingida caridad del que la ve...
¡Indígena
robado del ensueño,
conoces
la mirada de esos rostros
como
de quien contempla
a
un adorno feo que enturbia su pared...!
Voy
y al
pasar,
me
consumo en la verguenza
de
verte allí postrado.
Algo
de mí agoniza en tu mirada
y
languidezco, hermano,
también
yo languidezco
con
mi raíz perdida...
Ana
Delgado
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