Una
señora, viuda encontró impensadamente un retrato
de su amado esposo de quien le quedaron felices hijos
Filis, en cuyo amante muerte fiera
robó mas alma que dejó a su vida,
y de su esposo la mortal herida
en huérfanas reliquias hoy venera,
vio un retrato, una imagen lisonjera,
de verdadero amor, sombra fingida,
y, en viéndola, a consuelo introducida,
conoció no ser alma verdadera.
Escrupulosa en ver que se divierte,
«¡ay! -dijo- amante amado, no me atrevo
a ver tu sombra, pues de ti me privo;
tan toda el alma concedí a tu muerte
que ya no he de poder sentir de nuevo
ni aun el dolor de no mirarte vivo».
de su amado esposo de quien le quedaron felices hijos
Filis, en cuyo amante muerte fiera
robó mas alma que dejó a su vida,
y de su esposo la mortal herida
en huérfanas reliquias hoy venera,
vio un retrato, una imagen lisonjera,
de verdadero amor, sombra fingida,
y, en viéndola, a consuelo introducida,
conoció no ser alma verdadera.
Escrupulosa en ver que se divierte,
«¡ay! -dijo- amante amado, no me atrevo
a ver tu sombra, pues de ti me privo;
tan toda el alma concedí a tu muerte
que ya no he de poder sentir de nuevo
ni aun el dolor de no mirarte vivo».
Gabriel
Bocángel y Unzeta
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