Como un volcán o un dulce trinar de chamarices fue mi primera risa de niño por el cielo. Luego, pues Dios lo quiso, me llevé en las narices un soberbio tortazo, y fui tumbado al suelo. ¡¡Para que luego digan!!Al cantar las perdices yo levanté a las nubes mi eterno desconsuelo, pero aquél se curaba del asma y las varices y me dijo con guasa: "Vete con Dios, mozuelo". Cogí un órgano eléctrico, mis versos, mi sonrisa y me fui por los mundos, como un pobre diablo, lejos de mis paisanos y su ambiente gazmoño. Dejé mi cabellera flotar sobre la brisa vino el Amor, clavóme su certero venablo, y se lo di a mi Amada para horquilla del moño.
Antonio Carvajal
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