"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."
"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."
Las palabras quisieran expresar los guerreros,
Bellos guerreros impasibles,
Con el mañana gris abrazado, como un amante,
Sin dejarles partir hacia las olas.
Por la ventana abierta
Muestra el destino su silencio;
Sólo nubes con nubes, siempre nubes
Más allá de otras nubes semejantes,
Sin palabras, sin voces,
Sin decir, sin saber;
Últimas soledades que no aguardan mañana.
Durango está vacío
Al pie de tanto miedo infranqueable;
Llora consigo a solas la juventud sangrienta
De los guerreros bellos como luz, como espuma.
Por sorpresa los muros
Alguna mano dejan revolando a veces;
Sus dedos entreabiertos
Dicen adiós a nadie,
Saben algo quizá ignorado en Durango.
En Durango postrado,
Con hambre, miedo, frío,
Pues sus bellos guerreros sólo dieron,
Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.
¡Oh, pobre tierra de mi ser alzada
contra goces y penas de la vida!
Si abro los ojos, por la doble herida
la luz me adentra carga muy pesada;
que vivir es guardar con la mirada
en breve espacio magnitud crecida,
y un alma tengo para dar cabida
a la extensión del mundo dilatada.
Derriba, tierra, pronto mis prisiones,
que mi espíritu quiere ser llanura
y vuelve al surco desde el cual te alzaron.
Ya el alma no precisa sepultura
ni el tiempo quiere ya limitaciones,
horas y muros para mí acabaron.
Pies descalzos, recostados en la almohada
Labios pegados por palabras
Lenguas de serpientes en silencio
Espacios amargos
Respirando entrañas
Amando la sal
Respirando, sólo respirando
Si digo sol, es noche
Y noche, luna y sangre
Solo besó una vez
El firmamento
Solo acarició estos pies
luna en sangre
Solo destrozó esta entraña
serpiente de sepulcro
Descalzo, por la arena de marfil
Con las llagas puestas
Inmerso en los granos de estrellas
Desnudado por la piel
Espero
La suavidad de espinas
Penetrados y enroscados cabellos
viaje de huesos
el precio y,
Este delirio humano sin sombra
de abismo y,
Sostén de penumbras,
infierno de nubes
De sonidos
De colores imbebidos
Donde reposa la almohada
cerebro descompuesto
labios apretados
Dientes entrecruzados
Dibujadas mañanas
De risas y llantos
flores atormentadas
Prensadas en polen
Chatarra aplastada
Carne deshuesada en alma
Voz de pájaros,
Canto de mudos
labios cosidos por el tiempo
Lenguas marchitadas
Corazones apilados
Lagos de ojos amarillos
Mares de piel
Desiertos de anillos; pies descalzos
¡Oh, si bajo estos árboles frondosos
Se mostrase la célica hermosura
Que vi algún día en inmortal dulzura
Este bosque bañar!
Del cielo tu benéfico descenso
Sin duda ha sido, lúcida belleza:
Deja, pues, diosa, que mi grato incienso
Arda sobre tu altar.
Que no es amor mi tímido alborozo,
Y me acobarda el rígido escarmiento,
Que ¡oh Piritoo! condenó tu intento
Y tu intento, Ixión.
Lejos de mí sacrílega osadía:
Bástame que con plácido semblante
Aceptes, diosa, a mis anhelos pía,
Mi ardiente adoración.
Mi adoración y el cántico de gloria
Que de mí el Pindo atónito ya espera:
Baja tú a oírme de la sacra esfera
¡Oh radiante deidad!
Y tu mirar más nítido y süave,
He de cantar, que fúlgido lucero;
Y el limpio encanto que infundirnos sabe
Tu dulce majestad.
De pureza jactándose natura,
Te ha formado del cándido rocío
Que sobre el nardo al apuntar de estío
La aurora derramó;
Y excelsamente lánguida retrata
El rosicler pacífico de Mayo
Tu alma: Favonio su frescura grata
A tu hablar trasladó.
¡Oh imagen perfectísima del orden
Que liga en lazos fáciles el mundo,
Sólo en los brazos de la paz fecundo,
Sólo amable en la paz!
En vano con espléndido aparato
Finge el arte solícito grandezas:
Natura vence con sencillo ornato
Tan altivo disfraz.
Monarcas, que los pérsicos tesoros
Ostentáis con magnífica porfía,
Copiad el brillo de un sereno día
Sobre el azul del mar:
O copie estudio de émula hermosura
De mi deidad el mágico descuido;
Antes veremos la estrellada altura
Los hombres escalar.
Tú, mi verso, en magnánimo ardimiento
Ya las alas del céfiro recibe,
Y al pecho ilustre en que tu numen vive
Vuela, vuela veloz;
Y en los erguidos álamos ufana
Penda siempre esta cítara, aunque nueva;
Que ya a sus ecos hermosura humana
No ha de ensalzar mi voz.
Ardilla de la montaña,
No existen ramas verdes en los árboles,
Ni gruesos troncos secos dormidos,
Ni los musgos aterciopelados,
En la humedad mágica de la cañada. Recuerdo que rondabas nuestros techos,
Sí, los de tejas rojas, pisoteando hojas,
O, cuando subías apresurada,
Por el tronco del árbol de guayaba,
Ardilla de nuestras montañas,
Colgabas saltabas con premura,
Mientras bajo de tu árbol preferido,
Escuchábamos como el arroyo
Mecía su risa, junto a nosotros. Eran aquellos tiempos,
Eran aquellas épocas,
Cuando tú, yo y el arroyo,
Juramos, jamás separarnos?
Adulto me convenzo,
Del arroyo seco con sus piedras,
Y que tu mi ardilla inquieta,
Habrás partido, recordando
Al chigüín que seguía tus saltos. Aquí parado estoy recordando,
Una lágrima por los tres,
Un elixir de vida?
Porque tuvimos la oportunidad
De conocernos.
Cómo se explica el hombre de sus errores
Cómo se entiende el hombre de su verdad
Cómo se puede razonar dentro de lo tuerto
Cuando tan sólo uno quiere poder amar
He acercado mi amor a varias mujeres
como respuesta a un sentir sincero
He entregado mi corazón sin restricciones
a sabiendas de querer dar hasta la vida
pues un hombre que ama con coraje
con la fuerza inevitable de su sentir
Sabe que más pronto que tarde
es a ella, a quien uno quiere sonreír
No puedo decir que fueron todos errores
que salté de la lógica a la locura
que uno pide y ya no se detiene
cuando ama con algo más que la cordura
He visitado los reinos del dios Cupido
Me atreví a robarme lo mejor
Me doy cuenta que fui un atrevido
pero es que mi padre, fue eso lo que enseñó
Me dijo que a una mujer se le quiere y se ama
Se la trata con la dulzura de su propia voz
que la sombra que ella proyecta
debe alcanzar de lleno a mi corazón
Seguí, reconozco, al paso sus instrucciones
Su ejemplo fue mi ejemplo mayor
Siempre vi como amó a mi madre
y eso, es lo mismo que busco yo
Alguna vez lo saqué entero de mi pecho
Lo di sin pedir a cambio algún favor
Lo recibí de vuelta, lleno de dolores
porque de eso es que sufre el corazón
A muchas otras que no entendieron
que leyeron las cartas poseedoras de amor
Sé que sin querer, por mi ser, se confundieron
A todas ellas, sin dudas, les pido perdón
Amar es un juguete que cual sagrado
Es como un rezo, o una misma oración
Y se conjuga en singular, esperando un eco de voz
Me refiero a un rezo por lo sagrado del momento
Es el único testigo de una verdad de honor
Nadie, por muy malo que éste sea
Cuando reza, cuando se ve pidiendo perdón
cuando lo hace con sentimientos
cuando su palabra es cual oración
puede mentir al Supremo, ¡no me atrevo yo
Así se ama a la amada sin tener algún temor
Se ama y es, por siempre, como lo manda Dios
Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.
La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.
Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.
Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.
La poesía es dolorosa,
haz caso a mis letras hijo del alma. La poesía es un tormento, es tristeza,
es como si un hombre pariera, un enigma.
La poesía es dolorosa,
escribir unos versos en busca de estima,
que alguien llore con tu esperanza,
que te recuerden luminoso, que sientan calma.
Es la poesía dolorosa y eterna,
suspirar diariamente, atrapar ese vaho que escapa. Es escribir algunas letras, ocultarse tras la Luna
en busca de una niña fugitiva, tender a sus pies mi capa.
Cada poesía es un nuevo nacimiento,
una niña virgen que se protege como a una santa. Es la vida misma, un monólogo, un nuevo cuento
que quieres contar, otra vez la musa canta.
Vengo a tu templo con la faz sombría
Y con el alma enferma de pesar,
Buscando alivio en la desgracia mía
Junto a la yerta losa de tu altar.
Jamás te importuné con mis plegarias;
Sufría... y nada te pedí, Señor:
Yo he gemido en mis noches solitarias
Devorando en silencio mi dolor.
Pero hoy no puedo más... hoy sí te pido
Que termines clemente mi sufrir;
Un siglo de pesar mi vida ha sido;
Es mi esperanza única morir.
No me aguarda en el mundo sino llanto,
Miseria , desengaño, padecer,
Eterno desamor, tenaz quebranto,
Soledad y tristeza por doquier
Yo no tengo ya objeto en mi camino,
La estrella de mi norte se eclipsó;
Voy cual desierto buque sin destino,
Que horrible temporal despedazó.
Tú no querrás que viva encadenado
A una existencia desdichada así,
Por el triste recuerdo atormentado
De la dulce esperanza que perdí.
Ya basta de sufrir; tras largos días
De pesar silencioso y hondo afán,
Siento acabarse y las fuerzas mías,
Secas las fuentes de mi llanto están.
Tú que concedes a otros en el mundo
Honores, bienestar, oro y poder,
Ten compasión de mi pesar profundo,
Concédeme la dicha de no ser.
¿He de apagar cual bárbaro homicida
La luz que anima mi existir, Señor?
Jamás lo intentaré, tuya es mi vida...
¡Pase de mí este cáliz de dolor!
Los lechos negros logran la más fuerte
Rosa de amor; arraigan en la muerte.
Grandes lechos tendidos de tristeza,
Tallados a puñal y doselados
De insomnio; las abiertas
Cortinas dicen cabelleras muertas;
Buenas como cabezas
Hermanas son las hondas almohadas:
Plintos del Sueño y del Misterio gradas.
Si así en un lecho como flor de muerte,
Damos llorando, como un fruto fuerte
Maduro de pasión, en carnes y almas,
Serán especies desoladas, bellas,
Que besen el perfil de las estrellas
Pisando los cabellos de las palmas!
—Gloria al amor sombrío,
Como la Muerte pudre y ennoblece
¡Tú me lo des, Dios mío! Outside the
night, dressed in tragedy, sighs
Like an enormous widow fastened to my windowpane.
Quiero borrar de golpe mi pasado
y acabar, por todas, de una vez,
con estos viejos amuletos que he guardado,
como un imbécil, durante tanto y tanto tiempo:
dos chicles y un paquete de Fortuna,
un mechero barato que juntos compartimos,
y un papel de estaño viejo y arrugado,
de esos que envuelven el cuerpo blanco de los cigarros;
donde tú, en un ya lejano día,
dibujaste el plano ingenuo y misterioso
con el exacto lugar de nuestra cita.
Atrás quedan en mi mente recuerdos desvaídos
de la estafeta de Correos,
de la esquina Lily,
del puerto
y de la farmacia.
Y de tu aliento:
tan solo una huella hermosa e inevitable.
Por ello, quiero hoy matarlo todo para siempre.
Porque estoy harto de llevarte en la memoria,
y de no sentir nunca en el mío
de tu lejano corazón el eco leve.
Y, por eso, acabo, con dolor, de romper el viejo plano,
y de olvidar, aposta, en una mesa, el mechero solitario… Por ver si alguien que pasa se lo lleva,
y me quita de encima tu imagen obsesiva,
y el delirio de mi mano sobre tu espalda.
Y, de un tirón, me he fumado, sin pensarlo,
el último (y ya seco…) cigarrillo.
Me he metido en la boca los dos chicles,
para matar la desesperación entre mis dientes… Y uno de ellos
hace falta ser idiota…,
me ha traído de nuevo tu recuerdo,
y se me ha pegado en el fondo de mi alma:
justo, donde más me duele
la trágica amargura
de nunca más volver a verte.
Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.
Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.
Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.
Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.
Perdóname. No volverá a ocurrir.
Ahora quisiera
meditar, recogerme, olvidar: ser
hoja de olvido y soledad.
Hubiera sido necesario el viento
que esparce las escamas del otoño
con rumor y color.
Hubiera sido necesario el viento.
Hablo con la humildad,
con la desilusión, la gratitud
de quien vivió de la limosna de la vida.
Con la tristeza de quien busca
una pobre verdad en que apoyarse y descansar.
La limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor
don gratuito, porque nada merecí.
¡Y la verdad! ¡Y la verdad!
Buscada a golpes, en los seres,
hiriéndolos e hiriéndome;
hurgada en las palabras;
cavada en lo profundo de los hechos
—mínimos, gigantescos, qué más da:
después de todo, nadie sabe
qué es lo pequeño y qué lo enorme;
grande puede llamarse a una cereza
(«hoy se caen solas las cerezas»,
me dijeron un día, y yo sé por qué fue),
pequeño puede ser un monte,
el universo y el amor.
Se me ha olvidado algo
que había sucedido.
Algo de lo que yo me arrepentía
o, tal vez, me jactaba.
Algo que debió ser de otra manera.
Algo que era importante
porque pertenecía a mi vida: era mi vida.
(Perdóname si considero importante mi vida:
es todo lo que tengo, lo que tuve;
hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido
a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,
colgado en el vacío,
sin esperanza).
Pero se me ha borrado
la historia (la nostalgia)
y no tengo proyectos
para mañana, ni siquiera creo
que exista ese mañana (la esperanza).
Ando por el presente
y no vivo el presente
(la plenitud en el dolor y la alegría).
Parezco un desterrado
que ha olvidado hasta el nombre de su patria,
su situación precisa, los caminos
que conducen a ella.
Perdóname que necesite
averiguar su sitio exacto.
Y cuando sepa dónde la perdí,
quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale
tanto como la vida para mí, que es su sentido.
Y entonces, triste, pero firme,
perdóname, te ofreceré una vida
ya sin demonio ni alucinaciones.
¿Has probado el sabor a madrugada?
Sí, ese que parpadea en el estomago,
cuando recuerdas las caricias regaladas
a tu amante hoy furtivo al descubierto.
La madrugada sabe a café en la misma taza,
suena a cucharillas amarillas,
desparejadas, heredadas de extraños,
que vigilan la sala en marcos de cerezo.
Huele a tu aroma en las arrugas de mi pelo,
en el dorso de mis muñecas,
en el beso tierno sobre la palma de mi mano.
Me sonríes y te comes mis labios,
abro mis muslos y me siento en tu sorpresa,
cierro tus párpados con los míos
para que no veamos terminar estas horas fugaces,
de madriguera...
Y los primeros rayos impregnan las copas
que bebimos ayer,
sin agotar el deseo,
ese licor traicionero,
dueño y señor de nuestras voluntades,
amigo fiel de nuestras añoranzas.
Pero esta mañana la melancolía ,
me esperará fuera,
cuando traspase el umbral de mi casa,
y descanse abrazada a estos tiernos recuerdos.
Variaciones que enseñaban
en la escuela: Egeo, Atlántico,
Indico, Caribe, Mármara,
mar de la Sonda, mar Blanco.
Todos sois uno a mis ojos:
el azul del Contemplado.
En los atlas,
un azul te finge, falso.
Pero a mí no me engañó
ese engaño.
Te busqué el azul verdad;
un ángel, azul celeste,
me llevaba de la mano.
Y allí en tu azul te encontré
jugando con tus azules,
a encenderlos, a apagarlos.
¿Eras como te pensaba?
Más azul. Se queda pálido
el color del pensamiento
frente al que miran los ojos,
en más azul extasiados.
Eres lo que queda, azul;
lo que sirve
de fondo a todos los pasos,
que da lo que pasa, olas,
espumas, vidas y pájaros,
velas que vienen y van.
Pasa lo blanco, mortal.
Y tú estás siempre llenando,
como llena un alma un cuerpo,
las formas de tus espacios.
Cada vez que fui en tu busca,
allí te encontré, en tu gloria,
la que nunca me ha fallado.
Tu azul por azul se explica:
color azul, paraíso;
y mirarte a ti, mirarlo.
El mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar
poner en ella por ejemplo un grillo
un barco sin velamen y una espiga
sobrantes de lujuria algún milagro
y un folio rebosante de noticias
poner un verde un duelo una proclamados rezos y una cábala indecisa
el cable que jamás llegó a destino
y la esperanza pródiga y cautiva el mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar
poner en ella por ejemplo un tango
que enumerara todos los pretextos
para apiadarse a solas de uno mismo
y quedarse en el borde de otro sueño
poner promesas como sobresaltos
y el poquito de sol que da el invierno
y un olvido flamante y oneroso
y el rencor que nos sigue como un perro el mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar
poner en ella por ejemplo un naipe
un afiche de dios el de costumbre
el tímpano banal del horizonte
el reino de los cielos y las nubes
poner recortes de un asombro inútil
un lindo vaticinio de agua dulce
una noche de rayos y centellas
y el saldo de veranos y de azules el mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar
pero en esta botella navegante
sólo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre
y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores
y alertas y corales y baladas
y piedritas del mar y caracoles el mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar
Machado, en tus poesías
mencionaste dos Españas
aunque hoy en día
en tres puede ser transformada
al ritmo de autonomía:...
la que cambios encaja,
otra que desvaría
y la que quedó estancada
Hace unos cuantos años
España quiso empezar
con nuevo aire a cabalgar
pero el motor al fin
se estancó al ralentí
Machado peculiar
doctor en lenguaje
poeta popular
seguro caminante
senderista ejemplar
ligero de equipaje
enamorado del mar,
tú no te estancaste
en tu lento caminar...
viajero incansable
desde Sevilla a Soria
de Valonsadero a Abejar
desde Baeza a Segovia
sin apenas descansar
o de Valencia a Francia
donde terminaste al azar.
Yo soy borracho. Me seduce el vino
luminoso y azul de la quimera
que pone una explosión de primavera
sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
todo en mi ser es música y es canto,
desde el réquiem tristísimo del llanto
hasta el trino triunfal de la alegría.
Y no porque la vida mi alma muerda
ha de rimar su ritmo mi alma loca:
aun más que por la mano que la toca
la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
de la muerte destroce el pecho mío,
mi espíritu ha de ser en el vacío
cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
concretará sus ansias de armonía
en la cascada de una sinfonía,
o en la alegría musical de un trino.
Llegaron nuestros pasos hasta la borda de la tarde;
el Atlántico canta debajo de los muelles,
y presiento un reflejo de mujeres
que sonríen al comercio
de los países nuevos.
El humo de los barcos
desmadeja el paisaje;
brumosa travesía
florecida de pipas,
¡oh rubia transeúnte de las zonas marítimas!
de pronto, eres la imagen
movible del acuario.
Hay un tráfico ardiente de avenidas
frente al hotel abanicado de palmeras.
Te asomas por la celosía
de las canciones
al puerto palpitante de motores
y los colores de la lejanía
me miran en tus tiernos ojos.
Entre las enredaderas venenosas
que enmarañan el sueño
recojo sus señales amorosas;
la dicha nos espera
en el alegre verano de sus besos;
la arrodilla el océano de caricias,
y el piano
es una hamaca en la alameda.
Se reúne la luna allá en los mástiles,
y un viento de ceniza
me arrebata su nombre;
la navegación agitada de pañuelos.
y los adioses surcan nuestros pechos,
y en la débil memoria de todos estos goces,
sólo los pétalos de su estremecimiento
perfuman las orillas de la noche.
Culto Jurado, si mi bella dama
—En cuyo generoso mortal manto
Arde, como en cristal de templo santo,
De un limpio amor la más ilustre llama—
Tu musa inspira, vivirá tu fama
Sin invidiar tu noble patria a Manto,
Y ornarte ha en premio de tu dulce canto No de verde laurel caduca rama,
Sino de estrellas inmortal corona. Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
Bellos efectos, pues la causa es bella;
Que no habrá piedra, planta, ni persona,
Que suspensa no siga el tierno acento,
Siendo tuya la voz, y el canto de ella.
NACÍ en el vientre de tus ojos angélicos,
muy cerca del mar de tu mirada.
Sonámbulo de deseo
te abracé hasta el fin
de los tiempos.
Y caí, como un niño,
en las redes de la ilusión.
No hubo fin, ni principio,
tan sólo olvido, un largo olvido
que fue nunca para siempre.
Conservo acaso el dolor de estar solo.
Tus ojos partieron con los ángeles
sobre el mar de lo perdido.
Una vez te dije:
“Tu luz me ata a la ceguera del deseo
y tu nombre resuena como losa
que golpea cráneos epilépticos”.
Hoy sólo el amor por la vida
me salva de la muerte.
Sólo Dios sabe cuánto te quise
y cuánto ayer recé para olvidar
tu nombre.
Sin embargo, hoy ya no vivo en la ilusión.
Por eso te quiero y no te quiero todavía,
y por eso nunca y siempre olvidaré
tu verdadero nombre.
Hoy he querido cultivar
rosas en el mar
y lunas en la tierra,
pero se desgarró
el verso en las manos,
al ver que una bomba
tronchó la inocencia.
Vivir sin vivir no es vivir.
No es vivir, vivir sin vivir.
Vivir es estar despiertos.
Por ello, se necesita la voz
de los poetas,
que no viven para contar,
cantan para vivir más,
y de paso, pasan
revista al tiempo,
que todo lo imprime y exprime.
Porque, para existir,
y no vegetar,
hace falta más valor
que para encogerse de hombros
y arrodillar el cuerpo.
Dejadle, pues, al poeta
las manos libres
para que libre la batalla
del amor,
que no se dice, se hace;
y si bien se hace, nace.
Porque el amor
es igual que una ola:
levanta su vuelo,
reclama la mirada,
y luego se abraza al sol,
mientras el poeta oficia
de luna y ensortija el momento.
Si alguien desentona,
lo deja en la orilla
o lo traga en destierro.
Porque del odio,
me falta el adiós
y de las balas me sobra
la espoleta, sería
buen tono y mejor tino,
pactar con el justo
del que no me sobra nada,
para nadar en su equidad,
que es un nido de luz
y un nicho de paz.
Paz he dicho,
para defenderla a todo trance,
aspirarla, respirarla, desearla;
que amarla es lo esencial
y conquistarla es lo propio,
para mantener en calma, el alma;
para sostener en vivo, la vida;
sin tantas banderas, ni bandos.
Soñábamos algunos cuando niños, caídos
En una vasta hora de ocio solitario
Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar como una mies los cuerpos poderosos.
Jóvenes luego, el sueño quedó lejos
De un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchendo oscuramente las ávidas ciudades,
Se alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y en la revolución pensábamos: un mar
Cuya ira azul tragase tanta fría miseria.
El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién podrá al pensamiento separarlo del
sueño?
Sabedlo bien vosotros, los que envidiéis mañana
En la calma este soplo de muerte que nos lleva
Pisando entre ruinas un fango con rocío de sangre.
Un continente de mercaderes y de histriones,
Al acecho de este loco país, está esperando
Que vencido se hunda, solo ante su destino,
Para arrancar jirones de su esplendor antiguo.
Le alienta únicamente su propia gran historia dolorida.
Si con dolor el alma se ha templado, es invencible;
Pero, como el amor, debe el dolor ser mudo:
No lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso
Agonizará antes, presa ya de la muerte,
Y vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.
Las palabras quisieran expresar los guerreros,
Bellos guerreros impasibles,
Con el mañana gris abrazado, como un amante,
Sin dejarles partir hacia las olas.
Por la ventana abierta
Muestra el destino su silencio;
Sólo nubes con nubes, siempre nubes
Más allá de otras nubes semejantes,
Sin palabras, sin voces,
Sin decir, sin saber;
Últimas soledades que no aguardan mañana.
Durango está vacío
Al pie de tanto miedo infranqueable;
Llora consigo a solas la juventud sangrienta
De los guerreros bellos como luz, como espuma.
Por sorpresa los muros
Alguna mano dejan revolando a veces;
Sus dedos entreabiertos
Dicen adiós a nadie,
Saben algo quizá ignorado en Durango.
En Durango postrado,
Con hambre, miedo, frío,
Pues sus bellos guerreros sólo dieron,
Raza estéril en flor, tristeza, lágrimas.
Iban los dos vestidos con descaro
—minifalda, melenas—
cogidos de la mano,
tan jóvenes que casi daban miedo,
tan absortos en un cero
que, aunque no se veían, les unía absolutos
algo fieramente puro. Iban a cualquier parte cogidos de la mano. Se amaban sin tristeza,
ni alegría, ni nada. Y a veces se miraban, pero no se veían.
Y luego se sentaban en un banco cualquiera. Pero no se veían.
Ella era muy bonita; parecía aturdida;
él, feroz y esmirriado. No hablaban. No tenían ya nada que decirse.
Ya no se deseaban. Pero seguían juntos, cogidos de la mano,
frente a algo que espantaba.