Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
y soñaba, el bohemio,
en el ajetreo de un mirlo
y en el cantar de una calandria
Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
y corría el niño divertido
por el patio de una casa
Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
mientras yo besaba a la novia
con mis labios encendidos
al despuntar el alba
ese pimpollo tierno
que coronaba la flora
de su seno virgo
Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
pero ayer era otro día —decía un filósofo
adivinando que, tal vez, el hoy
se moriría inextricablemente en el mañana
Ayer crecía, enhiesto,
el tallo de una rosa en mi huerto
la luna lo sabía y por eso
su sonrisa era de nácar
y su aliento a caramelo
que eclipsaba al cielo
todas las noches desde la terraza
Sin su tallo, sin su fruto, sin su aroma
¡hoy, amaneció la rosa deshojada
por el arbitrio de unos dedos!
apagando la sonrisa de una infancia
el cantar de una calandria
el ajetreo de un mirlo
y el sueño de un bohemio...
¡y se marchitó mil huerto!
y se fue la novia...
y la luna fue vista llorando en la terraza
¡Oh, Rosa! ¡Oh, huerto! ¡resucitad os pido!
que aún deseo besar a la novia
con mis labios encendidos
al despuntar el alba
ese pimpollo tierno
que coronaba la flora
de su seno virgo
Ali Al Haded
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