La base del hongo
se recostó
en la carne del último niño.
Se abrieron las cercas
y se hicieron cuchillos
que humean neblina.
Hay murciélagos
de volar eterno
y casas sin acústica al futuro.
No existen pozas
en la tierra que todo devora.
Muere el olvido
y el recuerdo,
en una fogata ciega,
donde el pasado es combustible.
El fin llama al principio,
firman la nada
y salto en mi sueño,
junto a la vida,
a tu lado.
Alfredo Lavergne
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