Yo os contaré que un día vi arder entre la noche
una loca ciudad soberbia y populosa,
yo, sin mover los párpados, la miré desplomarse,
caer, cual bajo un casco un pétalo de rosa.
Muros que yo formé con mi sangre hecha esfuerzo,
puertas al sol doradas que elevé a mis espaldas,
ciudad de mil mujeres de ojos dorados, brazos
lentos y bocas rojas que en su silencio cantan.
Así como en la sombra desciende una cabeza
al fondo de una idea, rápida como piedra,
aquella ciudad loca, oh rúas de mi júbilo,
se hundía en silencios duros y en soledades negras.
Ardía como un muslo entre selvas de incendio,
y caían las cúpulas y caían los muros
sobre las voces queridas tal como sobre espejos
amplios...¡diez mil chillidos de resplandores puros!
Y eran como mis mismos cabellos esas llamas,
rojas panteras sueltas en la joven ciudad,
y ardían desplomándose los muros de mi sueño...
¡Tal como se desploma gritando una ciudad!
Aurelio Arturo
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