Para cantar tu gracia y tu hermosura
Necesito tener inspiración;
Pero ¿qué inspiración puede venirme,
Si estoy agonizando de calor...?
Ni siquiera me atrevo el bello libro
A conservar entre mis manos yo,
Porque temo dejar entre sus hojas
En vez de versos, manchas de sudor
¡Oh, qué calor! ¡Por las hinchadas venas
La sangre ardiente rueda en borbotón,
Y al violento latir de las arterias
Tiembla la hamaca en que desnudo estoy!
¡Oh, qué calor! Los húmedos cabellos
Sobre mis sienes el sudor pegó;
Por cada poro de mi cuerpo brota
De sudor un torrente. ¡Ohooof! ¡qué calor!
Anhelo el aire, pero el aire es fuego
Que en vez de refrescar, quema el pulmón.
¡Un poco de aire, por piedad! ¡me ahogo!
¡Ohooof! ¡qué horrible calor, Juana, por Dios!
¡Miente quien diga que David hiciera
Un solo salmo entre el calor de Sión!
¡O está Jerusalén en tierra fría,
O no fue allí donde David cantó!
¿Cómo he de alzar en alabanza tuya
En este clima mi agitada voz?
¡La boca abierta, la garganta seca
No pueden modular una canción!
No hay siquiera un murmullo delicado,
Dulce acento ni plácido rumor,
Que se pueda escuchar en este suelo
Digno de ti, para imitarlo yo.
Solo se oye bramar el Magdalena
En su salto infernal y atronador,
De los pericos el chillar salvaje
De las chicharras la incansable voz.
Del Magdalena en la tostada playa
Yo no puedo ofrecerte ni una flor;
Que si naciera en la caliente arena,
Al punto mismo la quemara el sol.
Bien quisiera cantar... pero no puedo;
Recibe la sincera estimación
Que te profeso, Juana, y que del pecho
No la puede borrar ni este calor.
Gregorio Gutierrez
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