A la vuelta de un viaje, un hombre compró en la ciudad
un espejo, objeto que hasta entonces nunca había visto, ni sabía lo que era.
Pero precisamente esa ignorancia le hizo sentir
atracción hacia ese espejo, pues creyó reconocer en él la cara de su
padre. Maravillado lo compró y, sin decir nada a su mujer, lo guardó en un
cofre que tenían en el desván de la casa. De tanto en tanto, cuando se sentía
triste y solitario, iba a "ver a su padre".
Se pasaba horas y horas hablando con el de sus preocupaciones, de como se sentía,
después de tranquilizarse cerraba el baúl y bajaba.
Pero su esposa lo encontraba muy afectado cada vez que
lo veía volver del desván, así que un día se dedicó a espiarlo y comprobó que
había algo en el cofre y que se quedaba mucho tiempo hablando y mirando dentro
de él.
Cuando el marido se fue, la mujer subió al desván y abrió
el cofre y vio en él a una mujer cuyos rasgos le resultaban familiares
pero no lograba saber de quién se trataba, cerro el baúl cabreada y bajo a
esperar a su marido.
De ahí surgió una gran pelea matrimonial, pues la
esposa decía que dentro del cofre había una mujer, y que la estaba engañando
con ella, el marido aseguraba que dentro no había ninguna mujer, que estaba su
padre.
En ese momento pasó por la puerta de la casa un juez, muy
venerado por la comunidad, que se dirigía a los juzgados, y al verlos discutir
quiso ayudarlos a poner paz en su hogar. Los esposos le explicaron el dilema y
lo invitaron a subir al desván y mirar dentro del cofre. Así lo hizo el juez y,
ante la sorpresa del matrimonio, les aseguró que en el fondo del cofre quien
realmente reposaba era un juez.
sueko
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