Historia de como Miguel Hernández, escribió la nana de la cebolla.
Su historia es el reflejo
del mayor de los milagros del ser humano: el afán por superar las limitaciones
de conocimiento.
Criado como cabrero, vivió
como cabrero, pero tuvo la valentía de compaginar su batalla diaria para
ganarse el pan, con otra lucha también sin cuartel: aprender, leer, estudiar.
Gracias a esa enorme fuerza de voluntad, casi pudo terminar estudios de derecho
y literatura.
Por ser como fue y luchar
como luchó, siendo como era un simple cabrero, a Miguel Hernández se le conoció y
conoce como “El poeta del pueblo”.
Desde el inicio de la guerra
civil tomó partido por la República, luchando en los frentes de Teruel,
Andalucía y Extremadura. En plena guerra, marzo de 1937, aprovechando unos días
libres, se dirigió a Orihuela en donde residía Josefina Manresa, para casarse.
En diciembre de 1937 nació
su primer hijo, Manuel Ramón, que muere a los pocos meses. En enero de 1939
nació el segundo, Manuel Miguel, para el que escribió esta nana maravillosa de
la que hoy escribo.
Una vez terminada la guerra,
a mediados del 39, Miguel Hernández es cogido preso y conducido por dos veces a
prisión. En la primera ocasión consigue salir libre gracias a la ayuda de un
buen amigo suyo, Pablo Neruda.
La segunda vez que lo cogen
preso ya no se libra de la que sería su última morada: las celdas de las
prisiones de Conde de Toreno (Madrid), Palencia, Ocaña (Toledo) y Alicante,
donde muere de bronquitis, tifus y tuberculosis.
Los presos españoles, como
Miguel Hernández, o mi padre durante un tiempo, sufrían una doble condena, a
cual más dolorosa: la falta de libertad y el dolor de ver a las familias en la
miseria.
Un día, estando en prisión,
Miguel recibió una carta de su esposa Josefina, en donde le contaba el
lamentable estamos en el que se encontraban ella y el hijo de ambos, al que
sólo podía alimentar con pan y cebollas.
Él, encarcelado, sin juicio
ni sentencia, en un estado físico lamentable, le envió a su mujer unas breves
letras y a su hijo este poema maravilloso, la nana más hermosa y al mismo
tiempo más terrible de la literatura universal:
“Mi querida Josefina:
Estos días me
los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la
cebolla que comes me llega hasta aquí y mi niño se sentirá indignado de mamar y
sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando estas
coplillas que he hecho, ya que para mí no hay otro quehacer que escribiros a
vosotros o desesperarme.
Nana
de las cebollas
La
cebolla es escarcha
cerrada
y pobre.
Escarcha
de tus días
y de
mis noches.
Hambre
y cebolla,
hielo
negro y escarcha
grande
y redonda.
.
En
la cuna del hambre
mi
niño estaba.
Con
sangre de cebolla
se
amamantaba.
Pero
tu sangre,
escarchada
de azúcar,
cebolla
y hambre.
.
Una
mujer morena
resuelta
en luna
se
derrama hilo a hilo
sobre
la cuna.
Ríete,
niño,
que
te traigo la luna
cuando
es preciso.
.
Alondra
de mi casa,
ríete
mucho.
Es
tu risa en tus ojos
la
luz del mundo.
Ríete
tanto
que
mi alma al oírte
bata
el espacio.
.
Tu
risa me hace libre,
me
pone alas.
Soledades
me quita,
cárcel
me arranca.
Boca
que vuela,
corazón
que en tus labios
relampaguea.
.
Es
tu risa la espada
más
victoriosa,
vencedor
de las flores
y
las alondras
Rival
del sol.
Porvenir
de mis huesos
y de
mi amor.
.
La
carne aleteante,
súbito
el párpado,
el
vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto
jilguero
se
remonta, aletea,
desde
tu cuerpo!
.
Desperté
de ser niño:
nunca
despiertes.
Triste
llevo la boca:
ríete
siempre.
Siempre
en la cuna,
defendiendo
la risa
pluma
por pluma.
.
Ser
de vuelo tan alto,
tan
extendido,
que
tu carne es el cielo
recién
nacido.
¡Si
yo pudiera
remontarme
al origen
de
tu carrera!
.
Al
octavo mes ríes
con
cinco azahares.
Con
cinco diminutas
ferocidades.
Con
cinco dientes
como
cinco jazmines
adolescentes.
.
Frontera
de los besos
serán
mañana,
cuando
en la dentadura
sientas
un arma.
Sientas
un fuego
correr
dientes abajo
buscando
el centro.
.
Vuela
niño en la doble
luna
del pecho:
él,
triste de cebolla,
tú,
satisfecho.
No
te derrumbes.
No
sepas lo que pasa ni
lo
que ocurre.
Pablo Neruda, dijo de este maravilloso ser humano, que también
era poeta:
“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”
“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”
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