—«¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?
»Dime, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?»
—«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe,
a mí no quiso
amarme la criatura
que yo amé.
»Y por eso sin galas me marchito que yo amé.
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!»—
¡Habló la flor!...
Yo gemí... era igual a la memoria
de mi amor.
Manuel Acuña
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