Hay una gruta, misteriosa y negra,
donde resbala bajo mustias frondas,
un raudal silencioso que ni alegra
ni fecunda: ¡qué amargas son sus ondas!
Con qué impudor bajo esa gruta helada
mil flores abren su aterido broche...
¡nunca al beso de luz de la alborada!
¡siempre al ósculo negro de la noche!
Esa gruta es mi alma; y esa fuente
muda y letal, mi corrosivo llanto;
y esas flores, los versos que en mi mente
brotan al choque de fatal quebranto
Cierto es que hay ámbar y color y almíbar
en muchas de esas flores... mas te advierto,
que éstas esconden repugnante acíbar,
olor de cirio y palidez de muerto.
Julio Florez
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