Como un rey de este mundo perdido en las leyendas,
solo, con calculado silencio, señor de la nada
a quien despierta un alcatraz
al amanecer
—entre la sal dormida un ala ardiente, un mensaje
deja caer una pluma caudal
y se hace la luz del otoño.
Pero, antaño, creedme, toda la mar lo sabe.
Estaba escrito sobre las olas tormentosas,
sobre los días de valor
está ya escrito,
con maderos y sombras verdes
—en hexámetros el ímpetu y la perfidia—
con despojos de grandes navíos.
La historia no se ocupa y, sin embargo, aún
falta agregar la arrogante, mortífera obediencia
de la flota, cohorte de aves, bandada
o el espíritu sombrío y de tan alta condición
bramando entre los escollos
entre indicios de peste y malos augurios.
Blanca Andreu
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