Cuándo tendré, por fin, la voz serena,
sencillo el gesto, la ansiedad cumplida,
sigilados los labios de la herida,
mi pleamar cansada por tu arena.
Cuándo mi sangre trazará en la vena
su ronda acostumbrada y consentida,
y unánimes irán —corta la brida-
el fiero gozo y la dorada pena.
Cuándo estará mi boca sosegada,
suave el aliento, el beso compañero,
compartida la gracia de la almohada.
Cuándo llegará el día verdadero
en que me suelte ya de tu mirada,
para poder decirte que te quiero.
Antonio
Gala
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