sábado, 31 de mayo de 2014

MARIPOSA DE OTOÑO



LA mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.


Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.


Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.


Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.


Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.


Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.


Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.


Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.


Se va la mano que te induce.
Se va o perece.


Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.


El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.


Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.


Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.


La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.



Pablo Neruda

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