¿Qué he de hacer con mi voz sino
cantarte siempre,
sino decirte siempre que eres bella y
que te amo?
Toda mi poesía, oh Amada, no es más
que eso:
el vasto nombre ardiente de amor con que
te llamo.
Estás en mis cantares, bella y eterna y
sola,
mostrando tu divino modo de ser hermosa.
¡Las que se inclinen sobre mi río de
canciones,
sólo verán al fondo tu imagen
temblorosa!
Mi poesía toda te circunda, como alta
ciudad maravillada de tristeza y de
música,
llena del inocente fulgor de tu mirada,
y el rubio resplandor de tu cabeza
rubia.
Pasa entre mis versos como entre los
rosales
de tu jardín, desnuda de vanidad
terrena,
alegre como tú; como yo, melancólica
llena de mis sollozos, y de tus risas
llena.
Todos mis cantos tienen el brillo de tus
ojos
y tienen el perfuma cruel de tu corazón.
Si tú eres amorosa canción rubia y
humana,
mi voz no es más que el eco triste de
esa canción...
Romeo Murga
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