miércoles, 13 de agosto de 2025


TILO

Gerardo Diego

 

El tilo aquel de Santa Catalina
en su compás de Siena.
¿No escuchas la cantiga cristalina
que en su copa resuena?

Los ojos cierro en gozos de fragancia.
Tilos de mi niñez.
Cómo salváis el tiempo y la distancia
y estáis aquí otra vez.

Y ya en la pubertad, bajo el celeste
azul, sobre la cal,
el que filtró mensajes del nordeste
en la Rúalasal.

Vosotros, entre abejas monacales
de oro sonoro, tilos
que desde el huerto veis surtir cristales
de mi ciprés de Silos

Porque tú amas los tilos y la calma
de su flor en tus nervios,
quiero aprender de ti a domar mi alma,
mis ímpetus soberbios.

Lección de serenada mansedumbre,
de paciencia encendida.
Flores de ti, mi lámpara y mi azumbre,
la razón de mi vida.

Como a la flor del tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera,

beberte sorbo a sorbo. 

lunes, 11 de agosto de 2025

Pintura Abstracta verde: Autor desconocido


AQUÍ ENTRE LA VERDE JUNCIA

Luis de Góngora y Argote

 

Aquí entre la verde juncia
Quiero (como el blanco cisne
Que envuelto en dulce armonía,
La dulce vida despide)

Despedir mi vida amarga
Envuelta en endechas tristes,
Y querellarme de aquélla
Tan hermosa como libre.

Descanse entre tanto el arco
De la cuerda que le aflige,
Y pendiente de sus ramos
Orne esta planta de Alcides,

Mientras yo a la tortolilla
Que sobre aquel olmo gime,
Le hurto todo el silencio
Que para sus quejas pide.

Bellísima cazadora,
Más fiera que las que sigues
Por los bosques cruel verdugo
De mis años infelices:

Tan grandes son tus extremos
De hermosa y de terrible,
Que están los montes en duda
Si eres diosa o si eres tigre.

Préciaste de tan soberbia
Contra quien es tan humilde
Que, considerados bien,
Todos los monteros dicen

Que los dos nos parecemos
Al roble que más resiste
Los soplos del viento airado:
Tú en ser dura, yo en ser firme.

En esto sólo eres roble,
Y en lo demás flaca mimbre,
No sólo a los recios vientos,
Mas a los aires sutiles.

Ya no persigues, cruel,
Después que a mí me persigues,
A los ciervos voladores
Ni a los fieros jabalíes.

Ni de tu dichoso albergue
Las nobles paredes visten
Los despojos de las fieras
Que, como a mí, muerte diste.

No porque no gustes de ello,
Sino porque no te obligue
El encontrarme en la caza
A que siquiera me mires.

Los monteros te suspiran
Por todos estos confines,
Y el mismo monte se agravia
De que tus pies no le pisen,

Por el rastro que dejaban
De rosas y de jazmines,
Tanto que eran a sus campos
Tus dos plantas dos abriles.

Haz tu gusto, que yo quiero
Dejar (pues de ello te sirves)
El espíritu cansado
Que mis flacos miembros rige.

Conseguiremos en esto
Ambos a dos nuestros fines:
Tú el de cruel en dejarme,
Yo el de leal en morirme.

Tú, rey de los otros ríos,
Que de las sierras sublimes
De Segura al Oceano
El fértil terreno mides,

Pues en tu dichoso seno
Tantas lágrimas recibes
De mis ojos, que en el mar
Entran dos Guadalquivires,

Ruégote que su crueldad
Y mi firmeza publiques
Por todo el húmedo reino
De la gran madre de Aquiles,

Porque no sólo en las selvas,
Mas los que en las aguas viven
Conozcan quién es Daliso

Y quién es la ingrata Nise. 

sábado, 9 de agosto de 2025




Mujer triste de Ojos Negros, Autor: Desconocido


ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA

Rubén Darío

 

¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.

Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.

Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.

Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.

La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.

Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra

que hace cantar a Pan bajo las viñas!


jueves, 7 de agosto de 2025

 El Gran Ferrocarril del oeste: J. M. William Turner.


MOMENTOS FELICES

Gabriel Celaya

 

Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,

¿no es la felicidad que no se vende? 

martes, 5 de agosto de 2025


Imagen De Burro en las Montañas, Autor: Desconocido


EL MULO MOLA

José Bergamín

 

El hijo de la gran Mula
por Mola vino a las malas.
Como no tuvo soldados,
los hizo con las sotanas.
De lejos, el traidor Franco
solo promesas le manda,
y tomándolo por Muño
le anuncia tropas mulatas.
Ya están pidiendo madrinas
las tropas de las mejalas.
La media Luna ya tiene
protección de las beatas.
¡Cómo curan sus heridos,
cómo el moro les regala
sangrientos ramos de flores
llenos de orejas cortadas!
En mulas van hacia Mola
pidiendo a gritos la paga.
Mola los mueles con marcos,
ya caducos, de Alemania.
¡Fiero moro, te engañaron,
te van a engañar, te engañan!
De todas partes por radio
llegan las voces cascadas
de generales borrachos
diciendo botaratadas.
Mientras que contra los cuentos
que los fascistas levantan,
las hoces y los martillos
chocan sus verdades claras.
Las Milicias van cantando
su alegría en la batalla,
victoriosas de la muerte
que acecha a sus milicianas;
siempre poniendo los ojos
en donde ponen las balas.
Asoma la luz del día
enfrente de Guadarrama,
ensangrentando de albores
las luces de la esperanza.
Al otro lado del monte

está la muerte de España. 

domingo, 3 de agosto de 2025

Pintura de: Van Gogh


YO SOY ESPAÑOL

Hermanos Álvarez Quintero

 

ESPAÑITA:  Yo soy español
yo soy de la tierra dichosa
del vino y del sol.
Para hacer en el aire castillos
me basta un cigarro;
para estarme tendido en la cama
me basta un catarro;
para ver cómo pasan las horas
me basta un guitarro,
para darle mil vueltas al mundo
me basta una copa de vino y un jarro.
¡Chitón! ¡Chitón!
¡Me carga la Constitución!
Paladín soy que no calla
en defensa de su fe;
soy ministro que no halla
ni un escollo en cuanto ve;
general soy que avasalla,
y sin tropas ni metralla,
yo no pierdo una batalla
en la mesa del café.
Yo tengo tesoros
de superstición;
un naipe de oros
es un fortunón.
Me encantan los moros
y la Inquisición,
y voy a los toros
y luego al sermón.
                  (Dándose golpes de pecho).
—¡Santo, santo, santo,
Señor, yo pequé!
                  (Gritando, como si estuviera en los toros).
—¡Señor presidente,
no lo entiende usté!
—¡Santo, santo, santo,
mísero mortal!
—¡Váyase usté al toro!
¡Granuja! ¡morral!
Yo nunca estoy triste:
yo soy español.
A todo infortunio
mi patria resiste.
Es la única tierra que existe
que vende y revende
la sombra y el sol.
Yo soy español:
yo soy de la tierra dichosa

del vino y del sol. 

viernes, 1 de agosto de 2025

El Desesperado Obra de: Gustave Courbet

CIUDAD CERO

Ángel Gonzalez


Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años —que eran
la quinta parte de toda mi vida—,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
—papeles y retratos
en medio de la calle...

Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.


miércoles, 30 de julio de 2025

Pintura de Joaquin Sorolla: Madre e Hijo en la Playa

A MI HIJO

Miguel Hernández

 

Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.

Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tiera, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.

Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.

Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.

El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reír, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

Verde, rojo, moreno; verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.

Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mia,

la noche continúa cayendo desolada. 

lunes, 28 de julio de 2025

LOS AMANTES EN LA FUENTE: Modesto Faustini 


ENEMIGO ÍNTIMO

Antonio Gala

 

Dice el amante en el amor palabras
que no entiende, mentiras
con que procura defender el brote
de su esperanza, rehecha en cada hora.
Antes de que el amor
desenmascare su voracidad
y en litigio se exprima la mandrágora,
del todo y para siempre
piensa nacer. Pero hay una sonrisa
por el aire que sabe la verdad.
No es el tiempo el que pasa,
sino el amante, y dura
la promesa tan solo
el instante que dura su expansión.
No somos dueños del amor, ni puede
el éxtasis morderse como un fruto.
Vuelve el amante en sí
y de su vieja soledad recobra
los fatales rincones. Le sorprende
el despreciado intruso
que a hurtarle vino su abundancia, y odia
la mano que hace poco reclamaba.
No somos dueños del amor: amamos
lo que podemos, pues la muerte y
el amor no se escogen. Presentimos
que los raudales de la soledad
volverán a correr aún más copiosos,
pero intentamos destronar la muerte
con el beso. Y en tanto
besamos, se nos vuela la mirada
hacia lo nuestro, que es el desamor
y su cierta inminencia.
Busca el amante introducirse en
el oculto recinto del amado
para salir del suyo y olvidarse.
Busca otra soledad y no la encuentra,
porque es la soledad el amor mismo
disfrazado de carne y de caricia,
alzando su clamor en el desierto.
Nada puede librarnos
de ese ajeno enemigo,
sino la luminosa muerte, donde
el fuego nos asume, recupera—
nos la quietud y en el silencio se hunden
las promesas de eterno amor. La muerte,
cuya serenidad
detiene la aventura enardecida
o el sonámbulo intento
del que ama. La muerte, cuya cera
no se funde al ardor de los abrazos.

sábado, 26 de julio de 2025



ARROYUELO AUTOR: ARNEY CARDENAS


A SOLAS

José Maria Gabriel y Galán

¡Qué bien se vive así! Pasan los días
sin dejar en el alma sedimentos
de insanas alegrías
ni de amargos tormentos...

Ni el placer emborracha los sentidos
con falsos espejismos, revestidos
de engañosa apariencia,
ni el dolor de vivir en este mundo
nos hace maldecir nuestra existencia.
¡Qué bien se vive así! Pasan las horas
tranquilas y serenas
cual ondas de arroyuelo bullidoras
que ruedan mansamente sobre arenas.

Ni mis pasos acecha un enemigo,
ni la calumnia sobre mí se ensaña,
ni me hiere a traición el falso amigo
que cuanto más me abraza, más me engaña.

¡Qué bien se vive así, sin ser testigo
de ese culto idolátrico del oro
que convierte en mercado la existencia
y nos hace vivir en la presencia
de miserias que ofenden el decoro
y escándalos que alarman la conciencia!

¡Qué bien se vive así; qué bien, Dios mío!
Ni me roba la farsa el albedrío,
ni tiene que estrechar mi honrada mano
la mano del ladrón y del impío
al par que la del hombre honrado y sano.
¡Qué bien se vive sólo a Dios amando,
en Dios viviendo y para Dios obrando!

La atmósfera serena
de esta amorosa soledad amena
de los ruidos del mundo está vacía,
pero Dios está en ella y Dios la llena
con hálitos de amor y de poesía.

Al alma no acongojan
las diarias mundanas tentaciones
que en los abismos del pecado arrojan
tantos flacos vencidos corazones.
Jamás conturban tan augusta calma
los fantasmas del odio y la perfidia,
ni la codicia ruin que seca el alma,
ni el espectro amarillo de la envidia:
jamás se oye rodar por el vacío
la maldecida voz, hija insolente
de la boca podrida del impío
y la boca soez del maldiciente.
¡Qué bien se vive así! La vida entera
se desvanece en Dios, su Sumo Dueño,
y nos abrasa de su amor la hoguera,
y el bien es fácil, el vivir risueño,
sabroso el pan, reparador el sueño
y dulce el esperar para el que espera.

Y en este grato estado
el espíritu está de Dios más lleno,
y el dolor suele ser más resignado,
y el placer es más puro y más sereno...
Calientan las entrañas
generosos deseos de ser bueno;
ansiedades extrañas
a que antes era el corazón ajeno;
misteriosas y nuevas impresiones
que tienen escondido
del alma en los más íntimos rincones
su delicioso nido;
sublimes explosiones
de amor universal, nunca sentido;
deseos de morirse resignado
a la Cruz abrazado;
infinita ternura
que hace llorar con llanto de dulzura;
fuego que el alma abrasa...,
salto desdén de la mundana escoria...
¡El hálito de Dios, que cuando pasa
nos deja la nostalgia de la gloria!

¡Qué bien así se vive, a Dios amando,
en Dios viviendo y para Dios obrando!

Mas, ¡ay!, cómo me olvido,
en estos pensamientos embebido,
de que este hermoso estado
del vivir «ni envidioso ni envidiado»
es para mí tan breve
que, pronto, sí, ¡desvanecerse debe!

Éste no es para mí perenne estado;
es, no más, un momento de reposo
al cuerpo y al espíritu cansado:
un descanso en un puerto
de este mar de la vida borrascoso,
¡un oasis en medio del desierto!
Después..., ¡después lo mismo!
¡A luchar otra vez por este mundo!
¡A saltar de un abismo en otro abismo,
con riesgo de rodar a lo profundo!...

Pero... ¿y si no rodara?
¿Y si Dios de la mano me llevara,
y humilde tras Él fuera,
y entre tantos abismos no cayera
y a la cumbre llegara?
¿Será más meritoria
la victoria sin lucha así lograda,
que la santa victoria
con lágrimas y sangre conquistada?

¡Oh, no; no vale tanto!
No se llega hasta el Dios tres veces Santo,
no se llega hasta Vos, ¡oh Dios Divino!,
por caminos de flores alfombrados.
¡Se llega con los pies ensangrentados

por las duras espinas del camino! 

sábado, 19 de julio de 2025

Pintura de Vincent Gogh


AMOR EN EL RECUERDO

Juan Luis Aba

 

Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados
y la tierra abraza al cielo.

La vereda de gris plata
se muestra y se esconde,
jugando a ser duende,
entre el cardo y la mata.

Vieja encina polvorienta,
levanta tu brazo al cielo
mientras que por el suelo
esparces bellotas magenta.

Allá, entre el bosquecillo,
una fina cinta de bronce
se retuerce en su cauce
orlada de tono amarillo.

En las ramas, calla el ave,
y enmudece la cigarra,
hasta parece que la tierra
nos hurta su cara grave.

Son las horas del silencio,
en las que tan solo truenan
y todo el paraje lo llenan,
gemidos de corazón necio.

Sollozos apenas sofocados
que queman como soles
hasta los retoños nobles
de mis amores soñados.

Vida prendida en la rama,
ilusiones apenas florecidas,
lágrima de agua bendecida
huida del amor del que ama.

Ya todo es ahora silencio,
solo me queda el recuerdo
de ese amor que te guardo,
al que idolatro y reverencio.

Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados

y la tierra abraza al cielo. 

jueves, 17 de julio de 2025

Pintura de José Aparicio: Señor del Biombo


EL HAMBRE ACTO II

Miguel Hernández

 

El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
allá donde el estómago se origina, se enciende.

 

Uno no es tan humano que no estrangule un día
pájaros sin sentir herida en la conciencia:
que no sea capaz de ahogar en nieve fría
palomas que no saben si no es de la inocencia.

 

El animal influye sobre mí con extremo,
la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
A veces, he de hacer un esfuerzo supremo
para acallar en mí la voz de los leones.

 

Me enorgullece el título de animal en mi vida,
pero en el animal humano persevero.
Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,
bajo tanta maleza, con su valor primero.

 

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

 

Arroja sus estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.

 

Entonces sólo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.

 

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara

Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

 

Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
el pan, el día, el hambre no tenga compartido
con otras hambres puestas noblemente en la boca.

 

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.

martes, 15 de julio de 2025


Pintura de José Aparicio de 1818: El Hambre de Madrid


EL HAMBRE ACTO I

Miguel Hernández

 

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,

y os destruye a cornadas, perros agonizantes. 

viernes, 11 de julio de 2025

Pintura Segadoras de: Adria Torres Capsada


UNA NIÑA MENOS

Pedro Antonio de Alarcón


A la vuelta de las viñas,
—cuando yo estuve en mi pueblo—
Dolores se quedó atrás,
sola con sus pensamientos.

Delante iban mis hermanas,
cantando, hablando, riendo...
y yo me acerqué a Dolores
y la contemplé en silencio.

No era ya la alegre niña
que me despidió con besos
y se dormía en mis brazos
fatigada de sus juegos...

Triste y muda la encontraba...
bajaba sus ojos negros...
y respeto me infundía
de su voluptuoso cuerpo.

Juntos por los olivares
caminamos mucho tiempo:
la soledad nos cercaba...
y la tarde iba cayendo.

—«Dolores, (le dije entonces)
¿cuántos años tienes?» — «Tengo
(me respondió avergonzada)
diez y seis años y medio».

Y volvimos a callar,
y salió el primer lucero,
y el canto de mis hermanas
sonaba lejos, muy lejos...

Dolores no me amó entonces,
y quiso a otros hombres luego:
después estuvo casada:
hoy me aseguran que ha muerto.

Recuerdo que un día me dijo:
«tú me miraste el primero,
y desde aquella mirada

existió una niña menos». 

martes, 8 de julio de 2025

Pintura; Casa Museo de Agustín Lara, Veracruz


CASA DE VERACRUZ

Felipe Benítez Reyes

 

Entré en la casa blanca con mi incierta
llave de cristal frío,
la memoria.
                          Se mecía
el toldo sobre el patio
como un jirón de niebla. Se mecía
el caballo —qué roto— de cartón
en el cuarto de juego.
                                            Y nada era
nítido allí ni vago, pues los ojos
miran con lente propia los dominios
del cadáver del tiempo,
y nada para el ojo es tan real como la nada,
esa nada que vuela
como un ave enjaulada por la casa vacía,
llena de eternidad agonizante.

La vida que allí estuvo no parece
sino una densidad de desamparo
ante la mano helada del tiempo, engalanada
con anillos que arrojan
el veneno veloz de la melancolía
en la copa que estamos apurando.
Esa mano que pasa
por los juguetes rotos y los muebles,
por el globo terráqueo de marfil
y por los trajes de los muertos,
hieráticos y huecos como estatuas de nadie.

Extraño en ese mundo clausurado,
oí el tiempo moverse.
Su paso de reptil en los espejos.
Y fui abriendo las puertas,
palpando oscuridades ostentosas
exhibidas allí como un resplandor negro,
y supe que era el huésped
de una rancia tiniebla
oculta en mi memoria como un borrón de espanto.

Y andaban por la casa mis vampiros,
rugían por la casa mis monstruos siderales,
velaban como arañas de ceniza
las brujas de los cuentos,
                                              los licántropos
mostraban sus colmillos como puntas de estrella.

Y andaban por allí, vacías sus miradas, los difuntos
con rostros congelados en el hielo
de las fotografías.

Y supe que era el dueño de la niebla.
Y tomé posesión de mi memoria.

Cerré la casa blanca con mi llave
—tan fría— de cristal, y ahora no tengo
un lugar en que pueda morir
rodeado de aquellos que me tienden sus manos

desde la orilla turbia que empiezo a divisar. 

sábado, 5 de julio de 2025

Pintura de: Fernando Botero


AL AMOR DE MI FAMILIA

Julio Biosca

 

Que nada, ni nadie, engañe tu vanidad
lo único que queda al final de la vida
después de esa «dura jornada»
es una fría losa cubriendo los despojos
muchas veces de un pobre corazón roto
otras de una mano miserable
las menos de un rostro bondadoso...

¡Que misterio tan insondable es la vida!
¡y que cruel la muerte sin sentido!
en este valle de locos…

Y que difícil es comprender
que no vale de nada luchar
y creer…
en un mundo
bueno, justo…
generoso…
entre tanta desdicha
entre tanto despropósito

Al final, sólo por vuestro mor viviré
y por eso,  sobre todo
abrazado a vuestras manos
seguiré…

hasta que termine todo… 

miércoles, 2 de julio de 2025

Pintura de: Irina Mihaylenko


UNOS CUERPOS SON COMO FLORES

Luis Cernuda

 

Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes

no valen un amor que se entrega. 

domingo, 29 de junio de 2025

Pintura de: Anochecer en el mar


VOCACIÓN

Pedro Salinas

 

Abrir los ojos. Y ver
sin falta ni sobra, a colmo
en la luz clara del día
perfecto el mundo, completo.
Secretas medidas rigen
gracias sueltas, abandonos
fingidos, la nube aquella,
el pájaro volador,
la fuente, el tiemblo del chopo.
Está bien, mayo, sazón.
Todo en el fiel. Pero yo...
Tú, de sobra. A mirar,
y nada más que a mirar
la belleza rematada
que ya no te necesita.

Cerrar los ojos. Y ver
incompleto, tembloroso,
de será o de no será,
—masas torpes, planos sordos—
sin luz, sin gracia, sin orden
un mundo sin acabar,
necesitado, llamándome
a mí, o a ti, o a cualquiera
que ponga lo que le falta,
que le de la perfección.
En aquella tarde clara,
en aquel mundo sin tacha,
escogí:
            el otro.

Cerré los ojos. 

jueves, 26 de junio de 2025

Imagen de: Luis Cernuda


DESPEDIDA

Luis Cernuda

 

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida
Adiós.

El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.

Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,
Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.

martes, 24 de junio de 2025

Mural de: Desiderio Hernández


AL XUCHITENGO

Ignacio Manuel Altamirano

 

¡Oh, Dios! ¿quién me diera volver a esos días
De goces tranquilos y sueños de amor,
Y allí en tus riberas azules y umbrías,
Dormir escuchando tu dulce rumor?

¡Qué pronto pasaron mis horas risueñas,
Mis blancas visiones, mis noches de paz!
¡Qué pronto pasaron, hiriendo halagüeñas
Mi pecho, a su paso, con dicha fugaz!

Tristísima invoca venturas pasadas
El alma doliente que gime sin fe;
Tristísimas buscan mis yertas miradas
Allí entre tus bosques al ángel que amé

Tú fuiste de amores felices, testigo;
Mi Carmen, tus playas ardientes pisó:
Su voz escuchaste, tú fuiste su amigo,
Tu linfa su imagen divina espejó,

Porque ella buscaba tu lecho de flores
Que anima el aliento de un Mayo eternal,
Y el búcaro tibio de blandos olores
Que suave acaricia tu limpio cristal.

¡Qué tardes hermosas allí en tus riberas;
Qué dulce es el rayo del sol junto a ti!
¡Qué sombras ofrecen tus verdes mangueras,
Qué alfombras de césped se extienden allí!

La flor del naranjo la brisa embalsama,
Los nardos perfuman el bosque también;
El mirto silvestre su aroma derrama,
Y el plátano esbelto refresca la sien.

¡Oh río! mi historia de dicha tú vistes,
Allí en tus riberas borrada estará...
Vinieron mis tiempos nublados y tristes,
Aquella divina mujer... ¡murió ya!

Tan sólo me queda la dulce memoria
De aquel desdichado, tiernísimo amor,
Cual vago reflejo de pálida gloria,
Cual de astro que pasa fugaz esplendor.

¿Te acuerdas? yo iba las flores cogiendo
Más frescas y puras, en pos de mi bien,
Y ella guirnaldas hermosas tejiendo,
Que luego adornaban su cándida sien.

¡Oh! sí, ¡cuántas veces con rojas verbenas
Los negros cabellos joyantes trenzó,
Y al ver en tus linfas azules, serenas,
Su imagen tan bella, contenta sonrió!

Aún nacen las rosas aquí en tus riberas,
Aún cantan las aves sus himnos quizás,
Aún todo contento respira... y ¿mi amada?
No puedes volvérmela, no, murió ya!

Sin ella, ¿qué vales, qué ofreces?, ¡oh río!
¿Qué vale ni el mundo, ya muerto el amor?
No busco ya solo, tu encanto sombrío,
¡Oh! déjame, lejos, llevar mi dolor.

¡Oh Dios! ¿quién me diera volver a esos días
De goces tranquilos y sueños de amor,
Y allí en tus riberas azules y umbrías,

Dormir escuchando tu dulce rumor? 

lunes, 23 de junio de 2025

Pintura de: Jaime Oates


AL SALIR DE ACAPULCO

Ignacio Manuel Altamirano

 

  (A bordo del vapor «St. Louis» de la línea del Pacífico,
  el 30 de octubre de 1863, a las once de la noche)

...Aún diviso tu sombra en la ribera,
Salpicada de luces cintilantes,
Y aún escucho a la turba vocinglera

De alegres y despiertos habitantes,
Cuyo acento lejano hasta mi oído
Viene el terral trayendo, por instantes.

Dentro de poco ¡ay Dios! Te habré perdido,
Última, que pisara cariñoso
Tierra encantada de mi Sur querido.

Me arroja mi destino tempestuoso,
¿Adónde? No lo sé; pero yo siento
De su mano el empuje poderoso.

¿Volveré? Tal vez no; y el pensamiento
Ni una esperanza descubrir podría
En esta hora de huracán sangriento.

Tal vez te miro el postrimero día,
Y el alma que devoran los pesares
Su adiós eterno, desde aquí te envía.

Quédate pues, ciudad de los palmares,
En tus noches tranquilas arrullada
Por el acento de los roncos mares.

Y a orillas de tu puerto recostada,
Como una ninfa en el verano ardiente
Al borde de un estanque desmayada.

De la sierra el dosel cubre tu frente,
Y las ondas del mar siempre serenas
Acarician tus plantas dulcemente.

¡Oh suerte infausta! me dejaste apenas
De una ligera dicha los sabores,
Y a desventura larga me condenas.

Dejarte ¡oh Sur! acrece mis dolores,
Hoy que en tus bosques quédase escondida
La hermosa y tierna flor de mis amores,

Guárdala ¡oh Sur! y su existencia cuida,
Y con ella alimenta mi esperanza,
¡Porque es su aroma el néctar de mi vida!

Mas ya te miro huir en lontananza
Oigo alegre el adiós de extraña gente,
Y el buque, lento en su partida avanza.

Todo ríe en la cubierta indiferente;
Sólo yo con el pecho palpitando,
Te digo adiós con labio balbuciente.

La niebla de la mar te va ocultando;
Faro, remoto ya, tu luz semeja;
Ruge el vapor, y el Leviathan bramando

Las anchas sombras de los montes deja.
Presuroso atraviesa la bahía,
Salva la entrada y a la mar se aleja;

Y en la llanura lóbrega y sombría
Abre en su carrera acelerada
Un surco de brillante argentería.

La luna, entonces, hasta aquí velada,
Súbita brota en el zafir desnuda,
Brillando en alta mar. ¡Mi alma agitada
Pensando en Dios, la inmensidad saluda!

domingo, 22 de junio de 2025

Pintura de: caballo en libertad

GALOPE

Rafael Alberti

 

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,

hasta enterrarlos en el mar! 

sábado, 21 de junio de 2025

Pintura de Joaquín Sorolla


NO VERTE

Gerardo Diego

 

 

Un día y otro día y otro día.
    No verte.

Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
    No verte.

Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
    No verte.

Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
    No verte.

Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
    No verte.

Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
    No verte.

Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
    No verte.

Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
    No verte.

Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
    No verte.

Dos barcos en la mar, ciegas las velas.

¿Se besarán mañana sus estelas?