No
me has hecho sufrir
sino
esperar.
Aquellas
horas
enmarañadas,
llenas
de
serpientes,
cuando
se
me caía el alma y me ahogaba,
tú
venías andando,
tú
venías desnuda y arañada,
tú
llegabas sangrienta hasta mi lecho,
novia
mía,
y
entonces
toda
la noche caminamos
durmiendo
y
cuando despertamos
eras
intacta y nueva,
como
si el grave viento de los sueños
de
nuevo hubiera dado
fuego
a tu cabellera
y
en trigo y plata hubiera sumergido
tu
cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.
Yo
no sufrí amor mío,
yo
sólo te esperaba.
Tenías
que cambiar de corazón
y
de mirada
después
de haber tocado la profunda
zona
de mar que te entregó mi pecho.
Tenías
que salir del agua
pura
como una gota levantada
por
una ola nocturna.
Novia
mía, tuviste
que
morir y nacer, yo te esperaba
Yo
no sufrí buscándote,
sabía
que vendrías,
una
nueva mujer con lo que adoro
de
la que no adoraba,
con
tus ojos, tus manos y tu boca
pero
con otro corazón
que
amaneció a mi lado
como
si siempre hubiera estado allí
para
seguir conmigo para siempre.
Pablo Neruda
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