Nunca se había visto un asno en la selva,
hasta el día en que un excéntrico, cazador ingles, se hizo llevar uno por
barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.
Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo
tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se
aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia.
Un día el asno rebuznó largamente y el tigre
echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad
no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue
acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta.
Cuando ya le tomó confianza, comenzó a tomarse
algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada
momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. "Así que es
esto lo que sabe hacer", se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo
destrozó y devoró.
¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y
temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el
tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno
firmó su sentencia de muerte.
Pobre asno...la proxima vez haz que gane él.
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