Reina en el cielo, ¡Sol!, reina, e inflama
Con tu almo fuego mi cansado pecho:
Sin luz, sin brío, comprimido, estrecho,
Un rayo anhela de tu ardiente llama.
A tu influjo feliz brote la grama;
El hielo caiga a tu fulgor deshecho:
¡Sal, del invierno rígido a despecho,
Rey de la esfera, sal; mi voz te llama!
De los dichosos campos do mi cuna
Recibió de tus rayos el tesoro,
Me aleja para siempre la fortuna:
Bajo otro cielo, en otra tierra lloro,
Donde la niebla abrúmame importuna...
¡Sal rompiéndola, Sol; que yo te imploro!
Gertrudis Gomez de
Avellaneda
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