Dame,
dame la noche del desnudo
para
hundir mi mejilla en ese valle,
para
que el corazón no salte, y calle:
hazme
entregado, reposado y mudo.
Dame,
dame la aurora, rompe el nudo
con
que ligué mis rosas a tu talle,
para
que el corazón salte y estalle:
hazme
violento, bullidor y rudo.
Dame,
dame la siesta de tu boca,
dame
la tarde de tu piel, tu pelo:
sé
lecho, sé volcán, sé desvarío.
Que
toda plenitud me sepa a poca,
como
a la estrella es poco todo el cielo,
como
la mar es poca para el río.
Antonio Carvajal
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