La
Carta en el Camino
Adiós,
pero conmigo
serás,
irás adentro
de
una gota de sangre que circule en mis venas
o
fuera, beso que me abrasa el rostro
o
cinturón de fuego en mi cintura.
Dulce
mía, recibe
el
gran amor que salió de mi vida
y
que en ti no encontraba territorio
como
el explorador perdido
en
las islas del pan y de la miel.
Yo
te encontré después
de
la tormenta, la lluvia
lavó
el aire y en el agua
tus
dulces pies brillaron como peces.
Adorada,
me voy a mis combates.
Arañaré
la tierra para hacerte una cueva
y
allí tu Capitán
te
esperará con flores en el lecho.
No
pienses más, mi dulce,
en
el tormento
que
pasó entre nosotros
como
un rayo de fósforo
dejándonos
tal vez su quemadura.
La
paz llegó también porque regreso
a
luchar a mi tierra,
y
como tengo el corazón completo
con
la parte de sangre que me diste
para
siempre,
y
como
llevo
las
manos llenas de tu ser desnudo, mírame,
mírame,
mírame
por el mar, que voy radiante,
mírame
por la noche que navego,
y
mar y noche son los ojos tuyos.
No
he salido de ti cuando me alejo.
Ahora
voy a contarte:
mi
tierra será tuya, yo voy a conquistarla,
no
sólo para dártela,
sino
que para todos,
para
todo mi pueblo.
Saldrá
el ladrón de su torre algún día.
Y
el invasor será expulsado.
Todos
los frutos de la vida
crecerán
en mis manos
acostumbrados
antes a la pólvora.
Y
sabré acariciar las nuevas flores
porque
tú me enseñaste la ternura.
Dulce
mía, adorada,
vendrás
conmigo a luchar cuerpo a cuerpo
porque
en mi corazón viven tus besos
como
banderas rojas,
y
si caigo, no sólo
me
cubrirá la tierra
sino
este gran amor que me trajiste
y
que vivió circulando en mi sangre.
Vendrás
conmigo,
en
esa hora te espero,
en
esa hora y en todas las horas,
en
todas las horas te espero.
Y
cuando venga la tristeza que odio
a
golpear a tu puerta,
dile
que yo te espero
y
cuando la soledad quiera que cambies
la
sortija en que está mi nombre escrito,
dile
a la soledad que hable conmigo,
que
yo debí marcharme
porque
soy un soldado,
y
que allí donde estoy,
bajo
la lluvia o bajo
el
fuego,
amor
mío, te espero.
Te
espero en el desierto más duro
Y
junto al limonero florecido,
en
todas las partes donde esté la vida,
donde
la primavera está naciendo,
amor
mío, te espero.
Cuando
te digan: 'Ese hombre
no
te quiere", recuerda
que
mis pies están solos en esa noche, y buscan
los
dulce pequeños pies que adoro.
Amor,
cuando te digan
que
te olvidé, y aun cuando
sea
yo quien lo dice,
cuando
yo te lo diga,
no
me creas,
quién
y cómo podrían
cortarte
de mi pecho
y
quién recibiría
mi
sangre
cuando
hacia ti me fuera desangrando?
Pero
tampoco puedo
olvidar
a mi pueblo.
Voy
a luchar en cada calle,
detrás
de cada piedra.
Tu
amor también me ayuda:
es
una flor cerrada
que
cada vez me llena con su aroma
y
que se abre de pronto
dentro
de mí como una gran estrella.
Amor
mío, es de noche.
El
agua negra, el mundo
dormido,
me rodean.
Vendrá
luego la aurora,
y
yo mientras tanto te escribo
para
decirte: "Te amo".
Para
decirte "Te amo , cuida,
limpia,
levanta,
defiende
nuestro
amor, alma mía.
Yo
te lo dejo como si dejara
Un
puñado de tierra con semillas.
De
nuestro amor nacerán vidas.
En
nuestro amor beberán agua.
Tal
vez llegará un día
en
que un hombre
y
una mujer, iguales
a
nosotros,
tocarán
este amor y aún tendrá fuerza
para
quemar las manos que lo toquen.
Quiénes
fuimos? Qué importa?
Tocarán
este fuego
y
el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre
y
el mío, el nombre
que
tú sola supiste porque tú sola
sobre
la tierra sabes
quién
soy, y porque nadie me conoció como una,
como
una sola de tus manos,
porque
nadie
supo
cómo, ni cuándo
mi
corazón estuvo ardiendo:
tan
sólo
tus
grandes ojos pardos lo supieron,
tu
ancha boca,
tu
piel, tus pechos,
tu
vientre, tus entrañas
y
el alma tuya que yo desperté
para
que se quedara
cantando
hasta el fin de la vida.
Amor,
te espero.
Adiós,
amor, te espero.
Amor,
amor, te espero.
Y
así esta carta se termina
sin
ninguna tristeza:
están
firmes mis pies sobre la tierra,
mi
mano escribe esta carta en el camino,
y
en medio de la vida estaré
siempre
junto
al amigo, frente al enemigo,
con
tu nombre en la boca
y
un beso que jamás
se
apartó de la tuya.
Pablo Neruda
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