Oda
y Germinaciones
I
El
sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel,
boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo,
fueron sin cesar a tu lado
por
años y por viajes y por lunas y soles
y
tierra y llanto y lluvia y alegría
o
sólo ahora, sólo
salen
de tus raíces
como
a la tierra seca el agua trae
germinaciones
que no conocía
o
a los labios del cántaro olvidado
sube
en el agua el gusto de la tierra?
No sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie
sabe estas cosas.
Pero
acercando todos mis sentidos
a
la luz de tu piel, desapareces,
te
fundes como el ácido
aroma
de una fruta
y
el calor de un camino,
el
olor del maíz que se desgrana,
la
madreselva de la tarde pura,
los
nombres de la tierra polvorienta,
el
perfume infinito de la patria:
magnolia
y matorral, sangre y harina,
galope
de caballos,
la
luna polvorienta de la aldea,
el
pan recién nacido:
ay
todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve
a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y
vuelvo a ser contigo
la
tierra que tú eres:
eres
en mí profunda primavera:
vuelvo
a saber en ti cómo germino.
II
Años
tuyos que yo debí sentir
crecer
cerca de mí como racimos
hasta
que hubieras visto cómo el sol y la tierra,
a
mis manos de piedra te hubieran destinado
hasta
que uva con uva hubieras hecho
cantar
en mis venas el vino.
El
viento o el caballo
desviándose
pudieron
hacer
que yo pasara por tu infancia,
el
mismo cielo has visto cada día,
el
mismo barro del invierno oscuro,
la
enramada sin fin de los ciruelos
y
su dulzura de color morado.
Sólo
algunos kilómetros de noche,
las
distancias mojadas
de
la aurora campestre,
un
puñado de tierra nos separó, los muros
transparentes
que
no cruzamos, para que la vida,
después,
pusiera todos
los
mares y la tierra
entre
nosotros, y nos acercáramos
a
pesar del espacio,
paso
a paso buscándonos,
de
un océano a otro,
hasta
que vi que el cielo se incendiaba
y
volaba en la luz tu cabellera
y
llegaste a mis besos con el fuego
de
un desencadenado meteoro
y
al fundirte en mi sangre, la dulzura
del
ciruelo salvaje
de
nuestra infancia recibí en mi boca,
y
te apreté a mi pecho
como
si la tierra y la vida recobrara.
III
Mi
muchacha salvaje, hemos tenido
que
recobrar el tiempo
y
marchar hacia atrás, en la distancia
de
nuestras vidas, beso a beso,
recogiendo
de un sitio lo que dimos
sin
alegría, descubriendo en otro
el
camino secreto
que
iba acercando tus pies a los míos,
y
así bajo mi boca
vuelves
a ver la planta insatisfecha
de
tu vida alargando sus raíces
hacia
mi corazón que te esperaba.
Y
una a una las noches
entre
nuestras ciudades separadas
se
agregan a la noche que nos une.
La
luz de cada día
su
llama o su reposo
nos
entregan, sacándolos del tiempo,
y
así se desentierra
en
la sombra o la luz nuestro tesoro,
y
así besan la vida nuestros besos:
todo
el amor en nuestro amor se encierra:
toda
la sed termina en nuestro abrazo.
Aquí
estamos al fin frente a frente,
nos
hemos encontrado,
no
hemos perdido nada.
Nos
hemos recorrido labio a labio,
hemos
cambiado mil veces,
entre
nosotros la muerte y la vida,
todo
lo que traíamos
como
muertas medallas
lo
echamos al fondo del mar,
todo
lo que aprendimos
no
nos sirvió de nada:
comenzamos
de nuevo,
terminamos
de nuevo
muerte
y vida.
Y
aquí sobrevivimos,
puros,
con la pureza que nosotros creamos,
más
anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
eternos
como el fuego que arderá
cuanto
dure la vida.
IV
Cuando
he llegado aquí se detiene mi mano.
Alguien
pregunta: Dime por qué, como las olas
en
una misma costa, tus palabras
sin
cesar van y vuelven a su cuerpo?
Ella
es sólo la forma que tú amas?
Y
respondo: mis manos no se sacian
en
ella, mis besos no descansan,
por
qué retiraría las palabras
que
repiten la huella de su contacto amado,
que
se cierran guardando
inútilmente
como en la red el agua,
la
superficie y la temperatura
de
la ola más pura de la vida?
Y,
amor, tu cuerpo no sólo es la rosa
que
en la sombra o la luna se levanta
o
sorprendo o persigo.
No
sólo es movimiento o quemadura,
acto
de sangre o pétalo del fuego,
sino
que para mí tú me has traído
mi
territorio, el barro de mi infancia,
las
olas de la avena,
la
piel redonda de la fruta oscura
que
arranqué de la selva,
aroma
de maderas y manzanas,
color
de agua escondida donde caen
frutos
secretos y profundas hojas.
Oh
amor tu cuerpo sube
como
una línea pura de vasija
desde
la tierra que me reconoce
y
cuando te encontraron mis sentidos
tú
palpitaste como si cayeran
dentro
de ti la lluvia y las semillas!
Ay
que me digan cómo
pudiera
yo abolirte
y
dejar que mis manos sin tu forma
arrancaran
el fuego a mis palabras!
Suave
mía, reposa
tu
cuerpo en estas líneas que te deben
más
de lo que me das en tu contacto,
vive
en estas palabras y repite
en
ellas la dulzura y el incendio,
estremécete
en medio de sus sílabas,
duerme
en mi nombre como te has dormido
sobre
mi corazón, y así mañana el
hueco
de tu forma
guardarán
mis palabras
y
el que las oiga un día recibirá una ráfaga
de
trigo y amapolas:
estará
todavía respirando
el
cuerpo del amor sobre la tierra!
V
Hilo
de trigo y agua
de
cristal o de fuego,
la
palabra y la noche,
el
trabajo y la ira,
la
sombra y la ternura
todo
lo has ido poco a poco cosiendo
a
mis bolsillos rotos
y
no sólo en la zona trepidante
en
que amor y martirio son gemelos
como
dos campanas de incendio,
me
esperaste, amor mío,
sino
en las más pequeñas
obligaciones
dulces.
El
aceite dorado de Italia hizo tu nimbo,
santa
de la cocina y la costura,
y
tu coquetería pequeñuela,
que
tanto se tardaba en el espejo,
con
tus manos que tienen
pétalos
que el jazmín envidiaría
lavó
los utensilios y mi ropa,
desinfectó
las llagas.
Amor
mío, a mi vida
llegaste
preparada
como
amapola y como guerrillera:
de
seda el esplendor que yo recorro
con
el hambre y la sed
que
sólo para ti traje a este mundo,
y
detrás de la seda
la
muchacha de hierro
que
luchará a mi lado.
Amor,
amor, aquí nos encontramos.
Seda
y metal, acércate a mi boca.
VI
Y
porque Amor combate
no
sólo en su quemante agricultura,
sino
en la boca de hombres y mujeres,
terminaré
saliéndoles al camino
a
los que entre mi pecho y tu fragancia
quieran
interponer su planta oscura.
De
mí nada más malo
te
dirán, amor mío
de
lo que yo te dije.
Yo
viví en las praderas
antes
de conocerte
y
no esperé el amor sino que estuve
acechando
y salté sobre la rosa.
Qué
más pueden decirte?
No
soy bueno ni malo sino un hombre,
y
agregarán entonces el peligro
de
mi vida, que conoces
y
que con tu pasión has compartido.
Y
bien, este peligro
es
peligro de amor, de amor completo
hacia
toda la vida, hacia todas las vidas,
y
si este amor nos trae
la
muerte o las prisiones,
yo
estoy seguro que tus grandes ojos,
como
cuando los beso
se
cerrarán entonces con orgullo,
con
doble orgullo, amor,
con
tu orgullo y el mío.
Pero
hacia mis orejas vendrán antes
a
socavar la torre
del
amor dulce y duro que nos liga,
y
me dirán: "Aquella
que
tú amas,
no
es mujer para ti,
por
qué la quieres? Creo
que
podrías hallar una más bella,
más
seria, más profunda,
más
otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
y
qué cabeza tiene,
y
mírala cómo se viste
y
etcétera y etcétera".
Y
yo en estas líneas digo:
así
te quiero, amor, amor,
así
te amo, así como te vistes
y
como se levanta
tu
cabellera y como
tu
boca se sonríe,
ligera
como el agua
del
manantial sobre las piedras puras,
así
te quiero amada.
Al
pan yo no le pido que me enseñe
sino
que no me falte
durante
cada día de la vida.
Yo
no sé nada de la luz, de dónde
viene
ni dónde va,
yo
sólo quiero que la luz alumbre,
yo
no pido a la noche
explicaciones,
yo
la espero y me envuelve,
y
así tú, pan y luz
y
sombra eres.
Has
venido a mi vida con lo que tú traías,
hecha
de
luz y pan y sombra te esperaba,
y
así te necesito,
así
te amo,
y
a cuantos quieran escuchar mañana
lo
que no les diré, que aquí lo lean,
y
retrocedan hoy porque es temprano
para
estos argumentos.
Mañana
sólo les daremos
una
hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
que
caerá sobre la tierra
como
si la hubieran hecho nuestros labios,
como
un beso que cae
desde
nuestras alturas invencibles
para
mostrar el fuego y la ternura
de
un amor verdadero.
Pablo Neruda
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