"Sumérgete en el océano de emociones tejido por palabras, donde cada verso es un eco del alma y cada estrofa es un viaje hacia la profundidad del corazón: Bienvenido al santuario de la poesía, donde los sueños danzan entre líneas y los sentimientos florecen en cada palabra."

domingo, 30 de junio de 2013

SIERPE PROFANA



Quien tanto te adoró, muerde tu pecho
y desata torrentes carmesíes;
tiene en las sienes pulsos colibríes
y undoso el pelo como el crespo helecho.

Dardo de luz acomodé en tu lecho,
duras palpitaciones y rubíes.
¡Y qué fundirse nardos y alhelíes
culmen mi cuerpo de tu cuerpo y techo!

Labios que te invocaron, como a diosa,
bajo tu vientre ya volcán obsceno,
sobre tu piel serpientes de zafiro,

azules de pasión -no de veneno-
sorben, caliginosos, tu ebria rosa
e, hidrópicos de anhélito, el suspiro.
 
Antonio Carvajal

sábado, 29 de junio de 2013

LA MUSA ENFERMA



Mi Pobre musa, !ay! ¿qué tienes este día?
Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas
Y alternándose veo reflejarse en tu tez
La locura y el pánico, fríos y taciturnos.

¿El súcubo verdoso y el rosado diablillo
El miedo te han vertido, y el amor, de sus urnas?
¿Con su puño te hundieron las foscas pesadillas
En el fondo de algún fabuloso Minturno?

Quisiera que, exhalando un saludable olor,
Tu seno de ideas fuertes se viese frecuentado
Y tu cristiana sangre fluyese en olas rítmicas,

Como los sones múltiples de las sílabas viejas
Donde, reinan Por turno Febo, padre del canto,
Y el gran Pan, cuyo imperio se extiende por las mieses.


Charles Baudelaire

viernes, 28 de junio de 2013

GOLGÓTA ROSA



Del cuello de la amada pende un Cristo, 
joyel en oro de un buril genial, 
y parece este Cristo en su agonía 
dichoso de la vida al expirar. 

Tienen sus dulces ojos moribundos 
Tal expresión de gozo mundanal, 
Que a veces pienso si el genial artista 
Diole a su Cristo alma de don Juan. 

Hay en la frente inclinación equívoca, 
Curiosidad astuta en el mirar, 
Y la intención del labio, si es de angustia, 
Al mismo tiempo es contracción sensual. 

¡Oh, pequeño Jesús Crucificado, 
déjame a mí morir en tu lugar, 
sobre la tentación de ese Calvario 
hecho en las dos colinas de un rosal! 

Dame tu puesto, o teme que mi mano 
Con impulso de arranque pasional, 
La faz te vuelva contra el cielo y cambie 
La oblicua dirección de tu mirar.


Fabio Fiallo

jueves, 27 de junio de 2013

SOLOS



Para liarse a golpes es preciso
estar solos
 y había tanta gente
a nuestro alrededor. Ah, si de pronto
se hubieran muerto todos, si el mundo hubiera sido
sólo un vasto silencio para nuestras palabras.

Quién habría matado a quién. Con tal
de que hubieras mordido mi boca ensangrentada,
de que un instante sólo hubieras puesto
esta cabeza tonta que decías
sobre tu pecho; hubieras
susurrado mi nombre una vez más.
Para liarse a golpes es preciso estar solos
como para hacer el amor.


Aureliano Cañadas

miércoles, 26 de junio de 2013

ALBADA



Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
              llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
              y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
               Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
               después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
               que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
               en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
                desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
                 hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
                 en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
                 y no por el placer.


Jaime Gil de Biedma


martes, 25 de junio de 2013

TRASMUNDO, MALESTAR Y NOCHE



Abejaruco. 
En tus árboles oscuros.
 
Noche de cielo balbuciente
 
y aire tartamudo.
  Tres borrachos eternizan 
sus gestos de vino y luto.
 
Los astros de plomo giran
 
sobre un pie.
 
                          Abejaruco.
 
En tus árboles oscuros.
  Dolor de sien oprimida 
con guirnalda de minutos.
 
¿Y tu silencio? Los tres
 
borrachos cantan desnudos.
 
Pespunte de seda virgen
 
tu canción.
 
                          Abejaruco.
 
Uco uco uco uco.
 
                          Abejaruco
.


Garcia lorca

lunes, 24 de junio de 2013

YO CANTARÉ DE AMOR TAN DULCEMENTE



 
Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores,
empiece a confesar que amores siente.
 
Verá como no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las  dichas altas o menores
imitan en el suelo su corriente.
 
Verá que ni en amar alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).
 
Porque si todo amor es esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?




Gabriel Bocángel y Unzeta

domingo, 23 de junio de 2013

ESTE BAÚL



Este baúl tiene el corazón
de las cosas más primeras. 
Viene
-seguro- desde los tiempos más remotos,
desde las mocedades de la abuela.
O quién sabe si ya la bisabuela 
testó y la herencia, luego,
pasó, por tiempo, al engranaje
de las generaciones.

¿Cuántas
sábanas limpias –sin estrenar-
guardó para las dotes de las hijas?
¿Fue hucha, alcancía, alguna vez?
¿Qué misión de secreto archivo
culminó en el secreto de su historia?

Madre aún guardaba en sus bandejas
las camisas de seda, las que,
para el día del Cristo –solemnísimas-
se lucieran, con el oscuro traje,
por las calles en fiesta.
Emergía,
de su fondo, un aroma de manzana
recién cortada; hierbabuena a veces;
...albahaca...
Y la orilla del pan tierno
del día de la boda, duro
por los años, para que no faltara,
nunca ya, en el hogar,
nidal de tradiciones.

Este baúl, claveteado,
dorado en sus escuadras, sobre 
dos caballetes de madera, 
en la cámara –hoy-, sus entrañas
llenas de restos de juguetes,
trastos viejos y deformes...
me arrastra
al fondo
de los 
tiempos.


Nicolás del Hierro

sábado, 22 de junio de 2013

SI LLOVIERA…



Hasta la boca, hasta los mismos labios,
vertiéndose, derramándose,
como una nube…
¡Dios, cuánta amargura
se junta en ocasiones en el pecho!

Hay que dejarlo atrás:
soñar es sólo un lujo de los privilegiados.
Aquí no hay más que tierra,
tierra. Me sabe a tierra la saliva
y la nariz no aspira sino polvo.
El hombre, aquí, con su problema,
con su carga de tierra en los tirantes…

Si lloviera…
Si lloviera...
El agua,
el agua es lo que importa.
Una tormenta fuerte, grande,
que se llevara este sabor a polvo,
esta tribulación que sale,
sin merecerlo, a veces, por la boca.

El agua…
El agua…
El agua..
.
¡Si lloviera
podríamos sembrar algo de amor!.


Nicolás Del Hierro

viernes, 21 de junio de 2013

EL PORTAL DEL TRANSITO




En el portal del tránsito
la niñez llama al timbre del desamparo,
nadie responde.

Los transeúntes pasan, miran,
se compadecen,
pero van cargados de confusiones.

Dos pasos más allá,
la vejez se escarba las piernas
y las manos
buscando los insectos que pululan
entre la lucidez y la locura,
y después,
dobla la esquina
formando un ángulo recto con el sol
que apenas recuerda su rostro.

En el portal del tránsito,
la niñez llama al timbre del desamparo,
la vejez arrastra zapatillas de soledades.

Teresa Sanchez Martin

jueves, 20 de junio de 2013

POR ESTOS SOTOS, ANTES QUE NOSOTROS




Por estos sotos, antes que nosotros,
Pasaba el viento cuando no había viento.

Y hablaban las hojas
De distinta manera que hoy.

Pasamos y nos agitamos en balde.
No en lo que existe hacemos mayor ruido
Que las hojas del árbol
O los pasos del viento.

Tratemos, pues, con abandono asiduo,
De entregarle a Natura nuestro esfuerzo
Y no querer más vida
Que la de árboles verdes.

Inútilmente parecemos grandes.
Salvo nosotros, nada por el mundo honra su grandeza
Ni sin querer nos sirve.

Si aquí en la arena, junto al mar, mi indicio
Con ondas sólo tres el mar apaga.


Fernando Pessoa

miércoles, 19 de junio de 2013

LA DICHA





No. ¡Basta!
Basta siempre.
Escapad, escapad: sólo quiero,
sólo quiero tu muerte cotidiana.
El busto erguido, la terrible columna.
el cuello febricente, la convocación de los robles;
las manos que son piedra, la luna de piedra sorda
y el vientre que es sol, el único extinto sol.
¡Hierba seas! Hierba reseca, apretadas raíces,
follaje entre los muslos donde ni gusanos ya viven
porque la tierra no puede ni ser grata a los labios,
a esos que fueron —sí— caracoles de lo húmedo.
Matarte a ti, pie inmenso, yeso escupido
pie masticado días y días cuando los ojos sueñan,
cuando hacen un paisaje azul cándido y nuevo
donde una niña entera se baña sin espuma.
Matarte a ti, cuajarón redondo, forma o montículo,
materia vil, vomitadura o escarnio,
palabra que pendiente de unos labios morados
ha colgado en la muerte putrefacta o el beso.
No. ¡No!
Tenerte aquí corazón que latiste entre mis dientes larguísimos,
en mis dientes o clavos amorosos o dardos,
o temblor de tu carne cuando yacía inerte
como el vivaz lagarto que se besa y se besa.
Tu mentira catarata de números,
catarata de manos de mujer con sortijas,
catarata de dijes donde pelos se guardan,
donde ópalos u ojos están en terciopelos,
donde las mismas uñas se guardan con encajes.
Muere, muere como el clamor de la tierra estéril,
como la tortuga machacada por un pie desnudo,
pie herido cuya sangre, sangre fresca y novísima,
quiere correr y ser como un río naciente.
Canto el cielo feliz, el azul que despunta,
canto la dicha de amar dulces criaturas,
de amar a lo que nace bajo las piedras limpias,
agua, flor, hoja, sed, lámina, río o viento,
amorosa presencia de un día que sé existe.


Vicente Aleixandre

martes, 18 de junio de 2013

CORAZÓN NEGRO


Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.

Sangre negra, corazón dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.

Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.

Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.

¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!


Vicente Aleixandre


lunes, 17 de junio de 2013

ORQUESTA DE SEÑORITAS



En sus mármoles y sus bronces
parecía la Chacarita
aquel viejo café del Once
con orquesta de señoritas.

Allá íbamos muchas tardes
una barra de juvenilia
a escucharlas desde el oscuro
reservado para familias.

En su palco las señoritas
repetían con todo esmero
pasodobles y rancheritas
que no daban para el puchero.

Eran rubias, llevaban flores
en el pelo y en la cintura.
Se movían como muñecas
con tristísima compostura.

Nadie supo de qué naufragio
las salvaba el conservatorio
para así ganarse la vida
de lloronas en un velorio.

Una noche se hicieron humo
de su palco descolorido
y tomaron, violín en bolsa,
un tranvía para el olvido.



Maria Elena Walsh

domingo, 16 de junio de 2013

LA ENAMORADA



Esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
(Alejandra Pizarnik, de La última inocencia, 1956) 




Alejandra Pizarnik


sábado, 15 de junio de 2013

PASA Y SIGUE



Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre;
va por los bulevares y vuelve por sus versos,
escucha al corazón que, insumiso, golpea
como un puño apretado fieramente llamando,
y se sienta en los bancos de los parques urbanos
y ve pasar la gente que aún trata de ser alguien.
Entonces uno siente qué triste es ser un hombre.

Entonces uno siente qué duro es estar solo.
Se hojean febrilmente los anuarios buscando
la profesión poeta -¡ay, nunca registrada!-.
Y entonces uno siente cansancio, tiempo lento y cargado.

Quisiera que escuchárais las hojas cuando crecen,
quisiera que supiérais lo que es abirse al aire
creyendo que uno colma de evidencia el instante
con su golpe de savia y ascendencia situada,
quisiera que pesárais después de tanto esfuerzo
que esa gloria y sorpresa fueron luz, fueron nada.

Lloraríais conmigo la lágrima o la estrella,
lloraríais verdades de temblor transparente,
caeríais como gotas de lo espeso afligido
y en lo pálido y liso diminutos tambores
sonarían al paso de los números neutros
como largos sumandos de implacable cansancio.

Lloraríais, y ¡ay! lloro, yo, plural, yo, horadado,
desalmándome lento, sintiendo ya los huesos
que, sueltos se golpean, y al fin, desencajados,
baten, baten, avenian -polvo y paja- mi vida.

Lloraríais si viérais, cómo pienso en vosotros.
Lloraríais, y ¡ay lloro!, lluevo amén mi fatiga.
Da miedo ser poeta; da miedo ser un hombre
consciente del lamento que exhala cuando existe.

Da miedo decir alto lo que el mundo silencia.
Mas ¡ay! es necesario, más ¡ay! soy responsable
de todo lo que siento y en mi se hace palabra,
gemido articulado, temblor que se pronuncia.
Pensadlo: Ser poeta no es decirse a sí mismo.

Es asumir la pena de todo lo existente,
es hablar por los otros, es cargar con el peso
mortal de lo no dicho, contar años por siglos,
ser cualquiera o ser nadie, ser la voz ambulante
que recorre los limbos procurando poblarlos.
A través de mi pasa: Yo irradio transparente,
yo trasmito muriendo, yo sin yo doy estado
al hombre que si mira parece que algo exige,
y simplemente mira, me está siempre mirando,
y esperando, esperando desde hace mil milenios
que alguien pronuncie un verso donde poder tenderse.

Sonámbulos acuden a mí los que no saben
si sufren o si sólo por no muertos del todo
aún siguen suspirando sin encontrar su forma,
su expresión absoluta, su descanso y mi olvido.

Y como quien conjura fantasmas yo pronuncio
palabras en que dejo de ser quien soy por ellos.
Cuando grito, no grita mi yo para decirse.

Cuando lloro, quien llora dentro de mi es cualquiera,
y es tan sólo en los otros donde vivo de veras.

Mis cantos son los cantos rodados que un mansa
corriente milenaria suaviza y uniforma,
y el murmullo del agua los va deletreando.

¡Oh jóvenes poetas!, mirad, estoy llamando,
hundido en ese fondo que aún no ha sido expresado
de los muertos y el muerto que yo sumo al fracaso.
Decid lo que no supe, lo que nadie aún ha dicho.

Yo cumplí lo que pude, pero todo fue en vano,
y hoy me siento cansado -perdonadme- cansado.
No me hagáis más preguntas. Cantad cara al mañana
lo común de la sangre, lo perpetuo y corriente.

No, al solo yo atenidos, pensáis que vuestra muerte
es la muerte sin vuelta y el fin de vuestro anhelo.

Mientras haya en la Tierra un solo hombre que cante,
quedará una esperanza para todos nosotros. 


Gabriel Celaya

viernes, 14 de junio de 2013

PLENILUNIO



Por la verde alameda, silenciosos,
íbamos ella y yo
la luna tras los montes ascendía,
en la fronda cantaba el ruiseñor.
Y le dije... No sé lo que le dijo
mi temblorosa voz...
En el éter detúvose la luna,
interrumpió su canto el ruiseñor,
y la amada gentil, turbada y muda,
al cielo interrogó.
¿Sabéis de esas preguntas misteriosas
que una respuesta son?
Guarda, ¡oh, luna, el secreto de mi alma;
cállalo, ruiseñor!



Fabio Fiallo

jueves, 13 de junio de 2013

EN TIERRA DE QUISQUEYA




Gloriosos argonautas que en el «9 de Julio»
desplegáis a los vientos un blanco pabellón,
cuando en el lar nativo pregunten vuestras damas
cómo son en Quisqueya campos y cielo y sol,

Responded que los campos son montes de esmeralda
y se oye en cada rama un pájaro cantor;
que mil variadas flores perfuman el ambiente,
que es un zafiro el cielo y es un topacio el sol.

Si inquieren por nosotros.-¿Son felices?... Decidles:
-Los vimos en cadenas vencidos a traición...
Mustias están sus frentes, sus brazos abatidos,
y en sus pechos no caben más odio y más dolor.

Aprended en nosotros, ¡oh pueblos de la América!
los peligros que encumbre la amistad del sajón;
sus tratados más nobles son pérfida asechanza,
y hay hambre de rapiña en su entraña feroz.

Fabio Fiallo

miércoles, 12 de junio de 2013

ALICIA ANTE EL ESPEJO



                     Alicia ante el espejo está mirándose,
pájaros flotando al otro lado, cintas y lazos azules:
"Tengo unos hermosos testículos, mi seno está en sazón;
¿quién habrá de abrirme con mi carne la suya?"
Y un silbido anuncia al mismo tiempo
la llegada y el lugar de su amante andrógino,
hombre afeminado, mujer como sujeto, para hacerse el amor  furiosamente
a la luz de siete velas en el gran colchón de orina.

             Alicia mira atónita de frente
los cuerpos que la reproducen, idéntica a sus madres haciendo la carrera,
por seguir como si fuese luz de embolia
buhardilla de satén escarlata y dulce esperma
resbalando por sus labios, mientras su amante andrógino
anuncia la próxima llegada de un hijo que devora cruelmente sus entrañas:
"Estoy poco indispuesto; compraré pastillas hormonales
que lleven voluntad en altas dosis".
 

            Alicia toma el hacha de su abuela
-la cupletera adorable que vestía con seda a las ratas
y arrancaba a mordiscos el sexo de sus amantes-,
la sumerge en agua bendita, tapa sus ojos con dos vasos
y corta de raíz el sufrimiento de su amante andrógino que es toda felicidad;
con las manos tintas en sangre, vuelve al espejo cubierto de lianas,
libera su cuerpo rudo y aterciopelado de la prehistórica inmanencia
y danza con su imagen a la norma codo a codo, vacuidad irrempla­zable la del hijo
que ahora sume su falda, los encajes y la plenitud de su vagina.



José Maria Herranz

martes, 11 de junio de 2013

LOS SEDIENTOS



Vagando va por el erial ingrato,
detrás de veinte cabras,
la desgarrada muchachuela virgen,
una broncínea enflaquecida estatua.
Tiene apretadas las morenas carnes,
tiene ceñuda y soñolienta el alma,
cerrado y sordo el corazón de piedra,
secos los labios, dura la mirada...
Sin verla ni sentirla
la estéril vida arrastra
encima de unas tierras siempre grises,
debajo de unas nubes siempre pardas.
Come pan negro, enmohecido y duro,
bebe en los charcos pestilentes aguas,
se alberga en un cubil, viste guiñapos,
y se acuesta en un lecho de retamas.
No sueña cuando duerme,
no piensa cuando vela desvelada;
si sufre, nunca llora;
si goza, nunca canta,
y vive sin terrores ni deleites,
que no la dicen nada
ni los fragores de las noches negras,
ni los silencios de las noches diáfanas,
ni el rebullir del convecino sapo,
ni los aullidos de la loba flaca
que yerra sola venteando carne
de chivos y de cabras.
Nunca sintió las alboradas tristes,
nunca sintió las bellas alboradas,
ni el ascender solemne de los días
ni la caída de las tardes mansas,
ni el canto de los pájaros,
ni el ruido de las aguas,
ni las nostalgia del rumor del mundo,
ni los silencios que el erial encalman.
Su padre fue el pecado,
su madre, la desgracia,
y otra pareja infame
de carne estéril y de infames almas,
la robó de la cuna de los huérfanos
con hórrida codicia calculada.
El mirar de sus ojos ofendidos
por el erial resbala
como el osado pensamiento humano
que osa escrutar los reinos de la nada.
Ciegos los ojos, sordos los oídos,
la lengua muda y soñolienta el alma,
vagando va por el erial escueto
detrás de veinte cabras
que las tristezas del silencio ahondan
con la música opaca
del repicar de sus pezuñas grises
sobre grises fragmentos de pizarras...

 José Maria Gabriel y Galán


  

lunes, 10 de junio de 2013

HIJAS SERAS DE NADIE



Me fui acercando hasta la lúgubre
frontera de la llama, todavía
reciente el maleficio. Dioses
en vez de hombres arrancaban
a la terrestre boca sus rescoldos
de mísera epopeya. Ebria
mejor que loca era la sed,
mientras las jadeantes llaves
del amor, la roja flor del vino,
el nudoso gemir de la madera,
recorrían la vida de un estéril
fragor de insurrección.
                        Nunca fue
la omnipotencia concebida
con más proscritos fueros
de humildad. Aquí moría el tiempo
retumbando entre las sometidas
deserciones, fugaz la orilla incrédula
del alma, inmortal su corriente.

Pero la mordedura de lo negro, 
¿tú también?, repetía. Toca
mis azotados senos infecundos,
abre el furioso horno del relámpago,
ciega a tu casta en la lujuria
de la estación del hambre, en las sangrientas
volutas del recuerdo, por las roncas
angosturas de un grito. Allí verás
cómo se alza en errabunda cólera
tu propia sumisión. Bebe conmigo
el cuenco de la música, la líquida
maraña del lamento, pérfido
amor tendido en la harapienta
majestad de la noche, menguando el clamoroso
martirio de la luz.
                     Pero la mordedura
de lo negro, ¿tú también?, repetía.
Hija serás de nadie, laberinto
de infamantes asedios, tributaria
humillación del llanto, hija
serás de nadie, soleá tan libérrima
que su arma es su yugo, alimentada
de tierra, engendrada en la tierra, 
tanto más alta cuanto más
caída, ¿tú también?, como Anteo.

Jose Manuel Caballero Bonald

domingo, 9 de junio de 2013

A UN POETA SAJÓN



Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo,
pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viviste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
tú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.

Jose Luis Borges

sábado, 8 de junio de 2013

LA CAUTIVA



Ya el sol esconde sus rayos,
el mundo en sombras se vela,
el ave a su nido vuela,
busca asilo el trovador.
Todo calla: en pobre cama
duerme el pastor venturoso,
en su lecho suntuoso
se agita insomne el señor.

Se agita: mas ¡ay! reposa
al fin en su patrio suelo,
no llora en mísero duelo
la libertad que perdió:
los campos ve qua a su infancia
horas dieron de contento,
su oído halaga el acento
del país donde nació.

No gime ilustre cautivo
entre doradas cadenas,
que si bien de encanto llenas,
al cabo cadenas son.
Si acaso triste lamenta,
en torno ve a sus amigos,
que, de su pena testigos,
consuelan su corazón.

La arrogante ergida palma
que en el desierto florece,
al viajero sombra ofrece,
descanso y grato manjar:
y, aunque sola, allí es querida
del árabe errante y fiero,
que siempre va placentero
a su sombra a reposar.

Mas ¡ay triste! yo cautiva,
huérfana y sola suspiro,
el clima extraño respiro,
y amo a un estraño también;
no hallan mis ojos mi patria;
humo has sido mis amores;
nadie calma mis dolores,
y en celos me siento arder.

¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?... no puedo,
ni ceder a mi tristura,
ni consuelo en mi amargura
podré jamás encontrar.
Supe amar como ninguna,
supe amar correspondida;
despreciada, aborrecida;
¿No sabré también odiar?

¡Adiós, patria! ¡adiós, amores!
la infeliz Zoraida ahora
sólo venganzas implora,
ya condenada a morir.
No soy yo del castellano
la sumisa enamorada,
soy la cautiva cansada
ya de dejarse oprimir.


José de Espronceda

viernes, 7 de junio de 2013

NO INTENTEMOS EL AMOR NUNCA



Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.

Con una voz insomne decía cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido
viajando hacia nada.

Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra,
como la sombra misma,
como la sombra siempre
rencorosa de pájaros estrellas.

Su voz atravesando luces, lluvia, frío,
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno,
todas puras de nieve o de astros caídos
en sus manos de tierra.

Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.

Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.



Luis Cernuda

jueves, 6 de junio de 2013

LA SONRISA




Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel Cristo tan pálido yo estaba:

Y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...

La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.

(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)

Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...

La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...

Indecisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el Cristo sonriendo en la repisa.

Y cuando el Cristo se borró... yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.


D
ulce Maria Loynaz

miércoles, 5 de junio de 2013

BOCA DE SAL




A veces beso templado
de azules y de cristal,
canto amable de sirena
que posa su cuerpo alado
sobre la arena.

A veces, rugido fiero,
dentellada de dragón,
vientre que frío y certero
abraza y a la tierra templa el corazón.

Pieles de roca
redoblan tus tambores.
Luna creciente que toca
en la noche sus honores
entre mi pecho y mi boca.

Ecos de agua,
llantos de caracolas atlantes,
tumba de fieles e infieles,
de humillados y gigantes.

Descansa, oh emperador,
en tus imperios dormido,
concédeme tu favor
boca de sal y furor,
voz de canto enardecido.


Teresa Sanchez Martín

martes, 4 de junio de 2013

CABO COD



La baja y arenosa playa, el matorral y el pino,
la bahía y la larga línea del cielo, -
¡Oh, qué lejos estoy de casa!

La sal, olor a sal del aire espeso del mar,
y las piedras redondas que desgastan las mareas, -
¿Cuándo vendrá el buen barco?

Los míseros tocones, quemados y negruzcos,
y la blanda rodera del giro de una carreta, -
¿Por qué es el mundo tan viejo?

El rumor de la ola y el cielo, ancho y gris,
donde vuelan los grajos y la lenta gaviota, -
¿Dónde están los muertos incontables?

Los sauces inclinados junto a la ciénaga,
el gran casco varado y el tronco flotando
¡Con la vida comenzó el dolor!

Y entre los oscuros pinos y la orilla plana, -
¡Oh, el viento, y el viento, para siempre!
¿Qué será del hombre?

Jorge Santayana

lunes, 3 de junio de 2013

LOS FANTASMAS DEL DESEO



Yo no te conocía, tierra; 
con los ojos inertes, la mano aleteante, 
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
 
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
 
un tumulto sediento de postrarse,
 
como huracán henchido aquí en el pecho;
 
ignorándote, tierra mía,
 
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
 
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
 
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien sé ahora que tú eres 
quien me dicta esta forma y este ansia;
 
sé al fin que el mar esbelto,
 
la enamorada luz, los niños sonrientes,
 
no son sino tú misma;
 
que los vivos, los muertos,
 
el placer y la pena,
 
la soledad, la amistad,
 
la miseria, el poderoso estúpido,
 
el hombre enamorado, el canalla,
 
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
 
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
 
para llevar tu afán que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma, 
no puede detenerse en criatura alguna;
 
todas son por igual viles y soñadoras.
 
Placer que nunca muere
 
beso que nunca muere,
 
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
 

Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
 
rizosos o lánguidos como una primavera,
 
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
 
que tanto he amado inútilmente,
 
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
 
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
 
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes 
este mundo divino que ahora es mío,
 
mío como lo soy yo mismo,
 
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
 
como la arena, que al besarla los labios
 
finge otros labios, dúctiles al deseo,
 
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.

Como la arena, tierra, 
como la arena misma,
 
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
 
Tú sola quedas con el deseo,
 
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
 
sino el deseo de todos,
 
malvados, inocentes,
 
enamorados o canallas.
Tierra, tierra y deseo. 
Una forma perdida.


Luis Cernuda