Hasta la boca, hasta los mismos labios,
vertiéndose, derramándose,
como una nube…
¡Dios, cuánta amargura
se junta en ocasiones en el pecho!
Hay que dejarlo atrás:
soñar es sólo un lujo de los privilegiados.
Aquí no hay más que tierra,
tierra. Me sabe a tierra la saliva
y la nariz no aspira sino polvo.
El hombre, aquí, con su problema,
con su carga de tierra en los tirantes…
Si lloviera…
Si lloviera...
El agua,
el agua es lo que importa.
Una tormenta fuerte, grande,
que se llevara este sabor a polvo,
esta tribulación que sale,
sin merecerlo, a veces, por la boca.
El agua…
El agua…
El agua..
.
¡Si lloviera
podríamos sembrar algo de amor!.
Nicolás Del Hierro
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