Este baúl tiene el corazón
de las cosas más primeras.
Viene
-seguro- desde los tiempos más remotos,
desde las mocedades de la abuela.
O quién sabe si ya la bisabuela
testó y la herencia, luego,
pasó, por tiempo, al engranaje
de las generaciones.
¿Cuántas
sábanas limpias –sin estrenar-
guardó para las dotes de las hijas?
¿Fue hucha, alcancía, alguna vez?
¿Qué misión de secreto archivo
culminó en el secreto de su historia?
Madre aún guardaba en sus bandejas
las camisas de seda, las que,
para el día del Cristo –solemnísimas-
se lucieran, con el oscuro traje,
por las calles en fiesta.
Emergía,
de su fondo, un aroma de manzana
recién cortada; hierbabuena a veces;
...albahaca...
Y la orilla del pan tierno
del día de la boda, duro
por los años, para que no faltara,
nunca ya, en el hogar,
nidal de tradiciones.
Este baúl, claveteado,
dorado en sus escuadras, sobre
dos caballetes de madera,
en la cámara –hoy-, sus entrañas
llenas de restos de juguetes,
trastos viejos y deformes...
me arrastra
al fondo
de los
tiempos.
Nicolás
del Hierro
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