SIERPE PROFANA
Quien tanto te adoró, muerde tu pecho
y desata
torrentes carmesíes;
tiene en las sienes pulsos colibríes
y
undoso el pelo como el crespo helecho.
Dardo de luz acomodé
en tu lecho,
duras palpitaciones y rubíes.
¡Y qué fundirse
nardos y alhelíes
culmen mi cuerpo de tu cuerpo y techo!
Labios
que te invocaron, como a diosa,
bajo tu vientre ya volcán
obsceno,
sobre tu piel serpientes de zafiro,
azules de
pasión -no de veneno-
sorben, caliginosos, tu ebria rosa
e,
hidrópicos de anhélito, el suspiro.
Antonio
Carvajal
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