Eran unas dulces
claras notas finas.
Eran las campanas
de las Catalinas Eran un canto alado
como de promesa.
Eran las campanas
de Santa Teresa Eran una voz
diciendo un distinto.
Eran las campanas
de Santo Domingo Eran una voz mansa
llamando al aprisco.
Llamaban a misa
las de San Francisco Eran unas voces
de amor hecho sed.
A misa llamaban
las de la Merced
Eran una voz llena
diciendo María.
Eran las campanas
de la Compañía Eran unas notas
de bronce y cristal.
Con altos acentos
ahuyentando el mal O Gloria diciendo
con el claro metal.
¡Eran las campanas
de la Catedral! Serán como risas
cuando ríen dos,
repiques del Huerto
y del Niño Dios.
Arturo Capdevila
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