Todavía
la vieja tentación
de los cuerpos felices y de la juventud
tiene atractivo para mí,
no me deja dormir
y esta noche me excita.
de los cuerpos felices y de la juventud
tiene atractivo para mí,
no me deja dormir
y esta noche me excita.
Porque
alguien contó historias
de pescadores en la playa,
cuando vuelven: la raya del amanecer
marcando, lívida, el límite del mar,
y asan sardinas frescas
en espetones, sobre la arena.
de pescadores en la playa,
cuando vuelven: la raya del amanecer
marcando, lívida, el límite del mar,
y asan sardinas frescas
en espetones, sobre la arena.
Lo imagino enseguida.
Y me coge un deseo de vivir
y ver amanecer, acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.
Aunque
quizás alivie despertarse
a otro ritmo, mañana.
a otro ritmo, mañana.
Liberado
de las exaltaciones de esta noche,
de sus fantasmas en blue jeans.
Como
libros leídos han pasado los años
que van quedando lejos, ya sin razón de ser
—obras de otro momento.
que van quedando lejos, ya sin razón de ser
—obras de otro momento.
Y el ansia de llorar
y el roce de la sábana, que me tenía inquieto
en las odiosas noches de verano,
el lujo de impaciencia y el don de la elegía
y el don de disciplina aplicada al ensueño,
mi fe en la gran historia...
Soldado de la guerra perdida de la vida,
mataron mi caballo, casi no lo recuerdo.
Hasta que me estremece
un ramalazo de sensualidad.
Envejecer
tiene su gracias.
Es igual que de joven
aprender a bailar, plegarse a un ritmo
más insistente que nuestra experiencia.
Y procura también cierto instintivo
placer curioso,
una segunda naturaleza.
Jaime Gil de Biedma
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