Vosotras,
piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso
del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil
que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas
que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo
inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos
que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil,
vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto,
acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra
espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro
peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y
vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra
regresaréis piedra,
indiferente mineral,
hundido
escombro,
después de haber vivido el duro,
ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria
erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.
Angel
Gonzalez
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