Como
un aire suave que el verano
nos
deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos,
ausente, la primicia
de
un otoño amarillo y más cercano.
Como
un agua que llega hasta la mano,
sedienta
de esperanza, y la delicia
de
su frescura por la sangre inicia,
y
calma el corazón. Así, lejano,
en
brisas de nostalgias florecido,
el
ala de un recuerdo, silencioso,
ha
rozado mi alma, y, suavemente,
desde
el umbral oscuro del olvido,
un
sueño, de su noche, milagroso,
llega
claro a mi sed con voz ausente.
Elena Marin Vivaldi
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