Franz kafka Checoslovaquia 1883 – 1924
En este relato el protagonista se enfrenta a menudo a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, que nunca llega a comprender.
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si mas tarde lo dejaran entrar.
- Tal vez - dice el centinela - pero no por ahora.
La puerta que da a la ley esta abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:
- Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibicion. Pero recuerda que soy poderoso. Y solo soy el ultimo de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno mas poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.
El campesino no había previsto estas dificultades; la ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene mas esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.
Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus suplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con el, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como la de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar.
El hombre que se a provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:
- Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.
Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que este es el único obstáculo que lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; mas tarde, a medida que envejece, solo murmura para si. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si solo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con el, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.
-¿Que quieres saber ahora?-pregunta el guardián-. Eres insaciable.
- Todos se esfuerzan por llegar a la ley - dice el hombre -; ¿como es posible entonces que durante tantos años nadie mas que yo pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre esta por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:
- Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
Franz Kafka
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