Malditos los caballos cuando pacen
por las verdes praderas de la paz.
Malditos los silencios del cañón
y la herrumbre que nace en los fusiles.
Maldito el abandono de las hondas
trincheras de la sangre cotidiana.
Malditas las ciudades que no ardieron,
luminarias en medio de la noche,
y aquéllas -que no alzaron sus columnas
de lágrimas y de humo hacía el azul.
Salamina o Valrny, cuánta ocasión
perdida en los abismos de la Historia;
Austerlitz, Trafalgar, para que diera,
con un gesto, mi vida por la tuya.
Porque nunca seremos otra cosa,
¡Oh Bagdad torturada!, que soldados
en la dura batalla del olvido.
por las verdes praderas de la paz.
Malditos los silencios del cañón
y la herrumbre que nace en los fusiles.
Maldito el abandono de las hondas
trincheras de la sangre cotidiana.
Malditas las ciudades que no ardieron,
luminarias en medio de la noche,
y aquéllas -que no alzaron sus columnas
de lágrimas y de humo hacía el azul.
Salamina o Valrny, cuánta ocasión
perdida en los abismos de la Historia;
Austerlitz, Trafalgar, para que diera,
con un gesto, mi vida por la tuya.
Porque nunca seremos otra cosa,
¡Oh Bagdad torturada!, que soldados
en la dura batalla del olvido.
Aureliano Cañadas
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