Sentada en el porche, recuerdo mis veranos en esta casa de campo.
Casi todos los árboles que hay fueron plantados cuando yo nací. Ahora son
enormes, robustos y dan sombra en aquellos lugares donde el sol abrasaba
los áridos campos sin vida. '
Un simple trozo de tierra seco que empezó siendo mano de obra de
magníficas obras escultóricas de barro y hojas, que los niños realizábamos
con un tesón de tallistas, ya fueran pasteles para nuestras meriendas de
mentirijillas o figuras que luego regalábamos a nuestros mayores, e1
aburrimiento nunca daba con nosotros.
Aprendimos a hacernos espadas con dos palos y el arte del esgrima,
gracias a los tebeos, siempre dispuestos a dar ''touche'' al adversario o a
partir una ceja en caso de tener mal perder. Nuestro primer baño, ver quien
aguantaba más tiempo la respiración bajo el agua, o los primeros tesoros que
conformaban los dulces que alguien traía un día y que guardábamos con
recelo hasta que nos íbamos a la cabaña, que nos construimos en el
''Bellotero'', a merendar, que entonces ninguno sabía que su nombre era
Encina.
Mientras aquellos árboles crecían, nosotros lo hacíamos con ellos,
Cambiamos nuestras eternas caminatas por las BH, bicis aerodinámicas y
elegantes, donde las haya, donde podíamos caber hasta 5 niños. Luego
vinieron las motocicletas y con ellas el ir y venir al pueblo, y tener otros
amigos. Aquellas noches frescas bajo el cielo estrellado que compartíamos,
mientras los padres cenaban, para hacernos confidencias o para buscar
estrellas fugaces, dejaron paso a otras noches,distintas, distantes.
Ahora, sentada aquí, contemplando los enormes pinos y abetos,
balanceándose al compás de la brisa de mayo, vuelvo a sentirme una niña
recordando aquellos anos, inocente y vulnerable, pero esta vez, ante el
inexorable paso del tiempo.
Llanos Doñate
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