Acomodó su espalda en aquel sofá, que tanto tiempo había compartido su
vida. Ubicado en el rincón menos lúgubre de la habitación, la luz
de la ultima vela que había en el cajón de su escritorio es ya
tenue, en esa tarde de otoño. Cierra sus ojos, sus oídos
acostumbrados a callar el bullicio del mundo, solo oye el tic, tac de
su viejo reloj, cosa que no le extraña pues hace tanto tiempo, que
solo ha escuchado eso. En la calle, las nubes obligan al sol a
guardar su verdadero encanto, anunciando el inicio del invierno,
dejando para sí, una triste sonrisa. Abre los ojos y ve la vela
frente a él, con una mirada parece acusarla por ser tan frágil,
pero no se ha percatado que su visión ha dejado de tener contacto
con la realidad. De pronto, parece oír de la habitación mas lejana,
un sonido nostálgico, logrando que se le escapen unas lágrimas,
provocando el ahogamiento de su soledad.
Y
por primera vez decidió que quería olvidar, empezó a beber el buen
vino que tenia guardado, no se detuvo hasta llegar a la embriaguez,
aun así intento ponerse en sus cabales, dándose unas palmadas en el
rostro, pero se quedó dormido.
Un
sudor frió le recorrió la frente, su corazón parecía querer
salirse de su lugar, mientras que sus párpados se dilatan a la vez.
¿Donde
estoy?, observando en el estado que se encontraba, un dolor le obliga
a llevarse la mano al pecho, el dolor es tan fuerte que se retuerce
en el sillón, sumido por el dolor se percata de que esta solo, que
hace muchos años que su esposa se marcho, de pronto ve una luz, ¡
Por fin llegaste!... te esperaba desde el mismo día que te fuiste, de
eso hace ya tanto...
sueco
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