El círculo se cierra, la memoria,
madrastra, por encima
de los días felices, me conduce
hasta la juventud, me abandona en la gruta
interior donde aguarda,
como una estalactita, la tristeza.
O se abre a la piedad
de los únicos dioses pertrechados
de infierno y paraíso.
Del infierno ya sé: Auschwitz, Guantánamo
interminables.
El paraíso exige más imaginación. Sólo consigo
imaginar un cuerpo de veinte años,
sus ángeles, arcángeles,
tronos y potestades.
El círculo se cierra o es mi boca que se abre
a
otra boca: balsámico sabor
de
la nada.
Aureliano Cañadas
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