Y guárdate de la inerte
apariencia de las cosas,
porque vivas y habitadas
por la intención más aviesa
esperan ese momento
en que son necesarias.
¡Ah entonces impenetables
y mudas...!
No perdemos una llave.
Es ella la que nos pierde,
la que nos entrega al frío
ante la puerta cerrada.
Hasta el blanco de una vela
puede llegar a apagarse
para burlar los sentidos.
Aureliano Cañadas
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